Carolina
Es una tarde de compras con Ariella por la plaza comercial más famosa y concurrida de la ciudad; lugar donde puedes encontrar las mejores y más costosas boutique de ropa y de diseñador, en las que alguien como yo no podría darse el lujo de comprar, pues cada pieza te cuesta un ojo de la cara.
Ari había llamado para que la acompañe, pues a causa del embarazo y el aumento de su tripa con los meses casi nada de lo que tiene en su guardarropa le sirve ya. Mientras nos movemos por el pasillo de ropa femenina con ella y su indecisión de que elegir y que no, más que nada porque le ha dado por decir que está gorda por lo que alega nada le queda bien—siendo falso—, charlamos y en tanto lo hacemos le doy los últimos detalles sobre la aparición de ella. Si le había contado pero no todo, entre ello el nombre de mi padre. El hombre que me dio la vida y que habiendo pasado una semana desde que supe de su existencia, aún no me animo a conocerlo. Sigo asustada como la mierda de su reacción ante mi presencia en su vida cuando no tiene ni idea de que existo. No soy una mujer precisamente cobarde, pero con eso no puedo ser valiente, aun con todo el anhelo que tengo por conocer a Valentino Leister.
Por otro lado la revelación de su nombre ante mi prima la hace reaccionar de un modo bastante extraño.
—¡Espera! —se detiene abruptamente a mitad de pasillo, con sus ojos muy abiertos—. Oí bien, ¿tu padre se llama Valentino Leister?
Afirmo, mientras humedezco mi labio inferior con la punta de la lengua.
—Sí, ese es el nombre que me dio ella —le digo, agarrando de un expositor de ropa una blusa magenta que ha llamado mi atención, aunque no he venido a comprar, solo a acompañar a mi prima—. Es una semana desde que sé de su existencia y es ese mismo tiempo el que vengo batallando con mi mente en si quiero conocerlo o no, y todas las respuestas son sí, Ari, pero no me atrevo porque tengo miedo a que ese hombre me rechace, sin embargo, no quiero quedarme sin al menos verle la cara al hombre que me dio la vida.
—¡Joder! —dice, tocándose el vientre medianamente abultado—. No puede ser posible.
La expresión... ¿pálida? de su rostro no me gusta, más que nada porque no la comprendo.
—¿Qué no puede ser posible, Ariella? —pregunto, frunciendo el ceño y totalmente pérdida con su expresión de espanto—. ¿Qué sucede que te has puesto tan pálida?, ¿acaso conoces a mi padre?
Ella me mira y traga grueso asintiendo con un leve movimiento de cabeza.
—Sí, Carolina, yo conozco a tu padre. —Me pongo recta sobre mis pies, mirándola fijamente y notando que la palidez de su rostro aún no desaparece.
—¿Lo juras? —indago.
Asiente, masajeándose las sienes con dos dedos.
—Y no sé si lo mejor que te podría pasar es que ese hombre sea tu padre, Carolina —suelta.
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Tú, Eternamente tú© ✓✓
Roman d'amourLIBRO 3 DE LA SERIE «AMORES INEVITABLES» «Era tan bella que mirarla dolía. Y otras veces, su belleza la hacía lucir tan frágil». Iván Forter.