Capítulo: 35

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Más allá de estar un tanto asustada por la ira en el gesto de Iván, lo que a su vez logra que mi corazón este latiendo a una velocidad impresionantemente rápida, no dejo de preguntarme cómo sabe el hombre frente a mí, en espera de una respuesta a ...

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Más allá de estar un tanto asustada por la ira en el gesto de Iván, lo que a su vez logra que mi corazón este latiendo a una velocidad impresionantemente rápida, no dejo de preguntarme cómo sabe el hombre frente a mí, en espera de una respuesta a su pregunta que aún no soy capaz de darle, sobre mi encuentro con Bruno esta tarde. Y es que, es imposible pensar que él nos vio juntos porque si de algo estoy segura es que de ser ese el caso no lo creo capaz de contener ese impulso bestial que lo domina la mayor parte del tiempo y no haberse acercado para amenazarlo o al menos saber lo que estaba sucediendo entre él y yo. Solo me queda una idea y espero estar equivocada o la desilusión sería bastante grande, ¿acaso tiene a alguien vigilando mis pasos para que le diga todo lo que hago lejos de él? Es una sujeción un tanto loca, pero si no es así ¿cómo supo Iván con lujos de detalle lo que sucedió con Bruno? ¿Cómo? Supo que lo abracé y que besó mi mano, que le sonreía, así que sí, sabe todos los detalles.

—Carolina, estoy esperando una jodida respuesta. ¿Por qué no me dices nada maldita sea? —ruge, sus dedos alrededor de mis brazos.

Y la única verdad es que he soltado un respingo ante su tono, esos ojos más negros de lo normal o así los veo yo en ese momento y su pecho hinchado a causa del coraje, sumando también la vena por la furia que se le realza en el cuello. Iván nunca me habla de ese modo, podrá ser bruto y bestia con todo mundo, pero no conmigo, siempre es dulce y amable y puedo hasta apostar que no sería capaz de lastimarme. El problema es que para mí es imposible no asustarme cuando veo a una persona a mi alrededor tan enfermo de ira y hasta... ¿odio? Me lo recuerdan a él.

—Iván yo... estás asustándome —sale de mis labios mientras lo veo a los ojos mostrándole ese miedo.

Y es ahí, al ver que en mis ojos y mi cuerpo tembloroso se muestra la verdad de mis palabras que su rostro duro se trasforma en la cara del hombre que sé, con certeza, jamás me lastimaría y que mi miedo es irracional, causado solamente por toda la violencia que viví de niña. La furia en su mirada termina desapareciendo y en su lugar es reemplazada con esa mirada cálida y amorosa que es tan común en él cuándo se trata de mí, dejando de lado a esa bestia furiosa y alterada a punto de estallar de la ira y romper todo a su paso.

El cambio en su gesto me ayuda a relajarme.

—No, no. No te asustes por favor... —toma mi cara entre sus grandes y suaves manos, dejando caer su frente contra la mía. Toma varias inspiraciones profundas por varios segundos, prosigue—: Por más enojado que este, por más bestia que sea yo jamás te tocaría y debes ser consciente de ello siempre. Eres mi Lucecita, mi niña bonita, eres mi amore. Eres la mujer que me convierte en un todo, que voltea mi mundo en todas las direcciones y que adoro con todo mi ser. Nunca te pondría un dedo encima, antes me corto las manos que tocarte siquiera con el pétalo de una rosa si eso te lastimaría... Es solo que yo quiero saber quién era él y qué hacían juntos. Solo dame una respuesta, Carolina.

Hay tanta desesperación en su voz, toco su rostro, obligándolo a mirarme a los ojos y veo la incertidumbre, la desesperación por obtener una respuesta a su pregunta. Me imagino lo que está pensando esa cabeza y no me gusta nada de nada.

Tú, Eternamente tú© ✓✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora