Epílogo

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Carolina 

Sé que soy la última persona que quieres escuchar este día, pero por favor no me cuelgues, Carolina, no sin antes dejarme decirte lo que quiero que oigas —me suplicó ella tras llamarme y curiosamente, no le colgué inmediatamente por lo fastidioso que me resulta escucharla y más el día de mi boda, sino que le permití decirme lo que anhelaba—. Bueno, es un día muy especial para ti, y no sabes cuánto daría por estar ahí, apoyándote, viendo tus ojos llenos de luz porque vas a cumplir el sueño de toda mujer, casarse y que mejor que por amor, pero lamentablemente tú no me permitirías y no me queda más que aceptar que tu desprecio, tu rechazo y tu odio no son más que el castigo por el grave error que cometí al dejarte. Solo me resta desearte, de corazón, que seas muy feliz y esperar que algún día, pueda conseguir tu perdón al menos. Se feliz hija mía, se feliz porque nadie en esta vida lo merece como tú.

Camila me había llamado unos minutos antes de entrar a la iglesia y casarme con, Iván. Y fue entonces cuando las palabras menos impensables salieron de mis labios para ella.

—Te perdono por solo ser la mujer que me dio la vida y no mi madre, Camila —me encontré diciéndole, sorprendida de que lo sintiera realmente, mientras al otro lado ella hacía silencio—. Te perdono no porque tú lo merezcas, sino porque estoy a punto de empezar una nueva vida junto al hombre que amo, y no quiero tener este sentimiento en el corazón que... me enferma. Pero aun así, yo nunca podré verte como mi madre aunque de verdad parezcas arrepentida del daño que me hiciste. Cada quien en esta vida cosecha lo que siembra, tú elegiste una vida de lujos y dinero por sobre la mía, entonces es lo único que te mereces, vive con ello.

Camila respondió a mis palabras rompiendo en llanto al otro lado de la línea, su llanto no me conmovió, porque bien saben que no hay en mí ninguna clase de sentimientos hacia esa mujer que debería amar porque es mi madre, pero el amor que sentimos por algunas personas nunca es cuestión de deber, y ni siquiera es porque en su caso me haya dado la vida, el amor se gana y ella no supo hacerlo.

—Acepto eso poco que me das —me había dicho y la escuché sorber las lágrimas antes de agregar—: Ahora sé que podré vivir en paz porque conseguí tu perdón, aunque tu amor de hija todavía, sin embargo, quedan muchos años por delante y espero algún día, conseguir así sea una migajita de tu cariño. No perderé esa esperanza mientras vida tenga, Carolina.

Y me colgó.

Si me preguntan si estoy segura de haberla perdonado, lo estoy.. Me recuerdo diciéndome a mí misma que jamás le daría mi perdón, mas tal y como le dijera estoy empezando a construir mi vida junto a mi ahora esposo, Aitana y los hijos que vendrán más adelante, y no quiero tener en el corazón más que amor para dar. Ella continúa sin merecer el perdón que le he dado, sin embargo, yo si merezco liberarme de ese veneno mortal que es el odio y que a la corta o la larga, no deja nada bueno.

Siendo sincera me di cuenta en ese momento que una parte de mí no era libre del todo hasta que dejé de odiar. En estos momentos, mientras estoy en un avión después de haberme casado hace ocho horas con el hombre de mi vida rumbo a vivir una apasionada luna de miel en la ciudad del amor: Venecia, solo tengo amor en mi corazón.

El odio se ha ido y ahora me espera una larga vida, plena y feliz, al menos es lo que deseo.

—Carolina, vamos a brindar —la voz de mi esposo me saca de mis divagues y cuando enfoco mi vista en él lo hallo ofreciéndome una copa de champagne, la cual me apresuro a agarrar entre mis dedos—. Brindemos por una maravillosa y bella vida juntos, llena de amor, respeto, adoración y sobre todo, sin pasados dolorosos.

Choco mi copa con la suya, después la lleve a mi boca e Iván imita mi gesto.

Por una maravillosa vida juntos, repito mentalmente mientras el avión, que aún seguía en la pista de aterrizaje, toma vuelo.

Tú, Eternamente tú© ✓✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora