Capítulo 44

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Carolina

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Carolina

Y habiendo dejado mi miedo atrás, estoy aquí, frente a la casa de mi padre.

No es que no siga teniendo miedo, claro que lo tengo y mucho, sin embargo, yo más que nadie sé que la mejor forma de superar cualquier miedo es enfrentándolo y a pesar de mi pavor a su reacción el anhelo de conocer a Valentino Leister, aunque ahora sepa que el hecho de que sea mi padre me une irremediablemente a Aimée Andretti, ha estado ahí desde el primer día que supe que existía.

Todo va a salir bien, Carolina. Me digo a mí misma con el fin de darme confianza.

Tomo una inspiración profunda y toco el timbre de esa casa con dedos temblorosos y el corazón acelerado, incluso me siento sudar y vuelvo a tomar otras tres profundas inspiraciones, tragándome el nudo de ansiedad que se siente en mi garganta y que casi no me deja respirar. Por un breve instante mi instinto me grita girarme e irme, sin embargo no lo hago. Ya estoy aquí, tuve que armarme de valor para decidirme a venir y sería más cobarde de lo que he venido siendo durante todos estos días si lo hago. Es lo que me dice, Ariella, sino me animo a conocerlo nunca sabré qué me espera. Me acepte o me desprecie quiero conocerlo, verlo cara a cara.

Una puerta negra y pesada es abierta y de ella sale una mujer, que si le calculo bien la edad debe estar entre los treinta y cinco años más o menos. Alta, esbelta y de piel morena con cabello como el ébano. Sus ojos, grandes y con pulidas pestañas negras, son de un bello tono ambarino. De rostro, es muy hermosa y viste un elegante traje azul oscuro de pantalón. Su cabello negro cae sobre un solo de sus hombros y tenemos igualdad en altura, aunque ella parece al menos un centímetro más alta que yo, o quizás sea por sus tacones, pues los trae más altos.

—Buenas tardes, ¿quién eres tú? —inquiere la mujer, mirándome con el ceño fruncido. Puedo ver como desliza su mirada ambarina desde abajo hacia arriba de mi cuerpo.

—Hola, mi nombre es, Carolina Lander —le digo, apretando con mis dedos levemente temblorosos el tiro de mi pequeño bolso, sintiendo al mismo tiempo mis manos sudadas. No por ella sino por el hombre que me ha traído a esta casa—. Yo... necesito ver a señor Valentino Leister.

Sus cejas se fruncen un poco más, y cruzándose de brazos me pregunta:

—¿Para qué quieres verlo? — mas no me deja contestar y menea su cabeza en negación—. Si eres periodista, reportera, lo que sea que tenga que ver con la prensa te recomiendo irte por donde has venido. Mi jefe odia a todo aquel que esté relacionado con la prensa, por lo que no suele conceder entrevistas. Evítate el mal gusto.

Meneo mi cabeza en negación.

—No soy periodista, se lo juro —le digo, mirándola a los ojos y tratando de convencerla con ellos—. Necesito ver al señor Leister por otra razón, ¿esta?

Tuerce el gesto, escudriñándome.

—Hmm... —dice, pensando en que decirme y suspirando profundamente me responde —Sí, está en casa, pero no puedo dejarte pasar sin que antes me digas que quieres de él —sentenció.

Tú, Eternamente tú© ✓✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora