Capítulo 8

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Iván

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Iván

Me importa una mierda si debería estarlo o no, francamente no me importa si tengo algún derecho de sentirme así teniendo en cuenta que, Carolina y yo no tenemos ningún tipo de relación, que ella tiene todo el puto derecho de besuquearse y salir con quien le plazca del mismo modo que yo lo hago todo el tiempo, sin embargo, no puedo evitarlo, así que estoy sintiéndome en este momento malditamente celoso, con ganas de romperle la madre a ese imbécil tan solo por poner su boca en ella, verla besándose con él me hizo arder. ¡Que no tengo derecho! Me grita una vocecita en mi cabeza y lleva razón. No tengo derecho a estar ardiendo de los celos, sintiéndome a punto de cometer un asesinato, pero lo estoy.

Tiro de mis cabellos mientras camino por los pasillos de la empresa, furioso y frustrado. Sintiéndome como un cavernícola, un macho herido al que le han tocado a su hembra, pero a quién diablos engaño. Esa hembra no es mía. No lo es joder. ¿Entonces por qué rayos siento esa pesadez en el estómago? ¿Por qué me siento como si de repente me lo hubieran llenado de piedras y ni siquiera fui capaz de acercarme y me di la vuelta casi tan pronto como vi cómo sus labios tocaron los de León Novak? Después de todo, ¿qué mierda le iba a decir? ¿Tenía acaso algún derecho a reclamarle que se estuviese dando lengua con otro en plena cafetería? No, ni un puto derecho.

Por qué me siento tan... ¿herido?

Diablos. Me duele la cabeza del coraje.

Esa mujer me vuelve loco y podría resistir todo, menos verla con otro hombre y para colmo aquí en mi propia empresa.

No puedo mentir diciendo que quiero una relación con ella, ponerle un anillo en el dedo y convertirla en mi esposa, Carolina es del tipo de mujeres que desean eso: un sueño de amor y más después de toda la mierda que tuvo que vivir con el hijo de puta de su padre, uno que más de una vez quise tener en frente para sacarle la mierda con mis propias manos por haber lastimado tanto a esa luz tan resplandeciente para mí en ese entonces. Ella merece ese sueño de amor que compense todo el daño que le ha hecho la vida, incluso hasta yo mismo se lo hice al casi matarla y privarla de su vida por una larga temporada. Pero es, desgraciadamente, uno que yo no puedo... ni quiero darle. No porque ella no se lo merezca, no hay una mujer en este mundo que se merezca tanto eso como Carolina. Ella es tan mujer en todos los malditos sentidos. El problema es que este soy yo, un hijo de puta... ¿asustado del amor?, que se niega a caer a los pies de una mujer. Soy sincero y me confieso diciendo que lo único que deseo es su cuerpo, quiero poseerla, apaciguar este deseo contenido que siento por ella desde hace tantos años y después de ello, me pasaría como con las demás, una noche, una sola noche y al día siguiente como si no existiera.

Sin embargo, muchas veces me cuestiono qué tan cierto es eso, si Carolina que luce tan especial, tan única, tan angelical y perfecta en todos los sentidos, fuera del tipo de mujer que te follas una vez y no quedarías con ganas de más.

«Me dueles, Carolina. Me dueles como un carajo», maldigo para mis adentros.

Entro a la oficina de Ethan, sin tocar y me dejo caer en el sillón frente a él. Inmediatamente veo que tiene una copa de vodka medio llena sobre su escritorio. A su vista la agarro y sin pedir permiso me la tomo. En lo personal prefiero el whisky antes que el vodka pero necesito un trago, de hecho preciso más que un trago, así que poniéndome de pie voy al mini bar que mi primo tiene en su oficina y tomo otra copa de la misma mierda.

Tú, Eternamente tú© ✓✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora