Capítulo: 32

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Carolina

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Carolina

¿No se escucha muchas veces a la gente decir que el corazón no se equivoca?

Entonces:

¿El mío se equivoca cuando a pesar de que no es lo que más quisiera creer, piensa que la mujer que llamó si fue esa hiena que solo tiene el mérito de haberme dado la vida?

Maldita sea. No sé cómo sentirme al respecto de esa suposición, de ser verdadera.

Tal como le dije a Iván hace unos momentos atrás, una parte de mí se niega a creer que fue ella. Esa parte de mí que no quiere volver a verla nunca más en mi vida, que desea esa "señora" se quede dónde está y que esa llamada fuera cualquier broma sucia pero no de ella. Fueron tantas las veces a lo largo de mi vida que me pregunté si algún día podría tener a esa mujer frente a mí otra vez, si volvería a ver su cara. Otras veces, la odié tanto pero tanto que donde quiera que estuviera deseé que Camila Winters estuviera a diez metros bajo tierra, porque ¿acaso ella se merece otra cosa?

Sin embargo.

Existe la otra parte de mí, esa que nunca ha podido comprender cómo una madre es capaz de abandonar a una hija, que quiere tenerla frente a frente después de casi veinte años de abandono. Solo quiere que ella le dé explicaciones para poder entender, si es que hay algo que entender en toda esta situación... Y la verdad de todo es que quiero gritarle a la cara lo mucho que la odio y cuanto desprecio siento por ella. Aquella noche pudo haberme llevado y en su lugar me dijo que le estorbaría, dejándome con quién ella llamaba un perdedor.

Andrés.

Creo que llegó el momento de hablar a favor de él por primera vez, al menos un poco.

Ese padre que tantas veces me golpeó, que tantos insultos lanzó hacia mí, que me golpeaba hasta sacarme sangre de la piel y me dejaba sufrir mi dolor sola, que no me alimentaba y que muchas veces me... tocó en lugares donde no quería me tocara, un acto tan repugnante y asqueroso para mí que prefería los golpes a que hiciera aquello. Me he negado a hablar de ello, de que hubo más que golpes para mí departe de ese hombre, llegó el momento de dejarlo salir todo. Él también llegó a tocarme, de un modo perverso y sucio; llamándome como el enfermo que era por el nombre de ella. Sin embargo, por protección divina no llegó a romperme del todo, no me violó, al menos, porque cada vez que me tocaba, estaba abusando de mí. Aunque, muchas veces estuvo muy cerca de hacerlo cuando borracho y mientras yo me escondía asustada debajo de las sábanas osaba meterse en mi cama y ponía sus manos sobre mi cuerpecito pequeño, rompiendo mi ropita ya de por si desgarrada, que además, casi no me servía por la vejez... entretanto, yo le suplicaba llorando que se detuviera. Otras veces también entró al baño cuando me bañaba y... En fin, ahora creo que hubo un ángel siempre protegiéndome para que él no pudiera llegar más lejos.

Lo que tengo que decir a favor de Andrés ahora, es que ese padre que ahora no significa más que recuerdos dolorosos para mí no era ese monstruo antes de ella irse y dejarnos. Fue después de que mi madre se fuera que se convirtió en eso que quería destruirme como si con eso pudiera hacer pagar a Camila a través de mi dolor el haberlo lastimado con su partida. Antes de su marcha él solía ser un padre cariñoso y dulce, yo era su princesita Elisabeth— el nombre de su madre—, y puedo recordar fugazmente cuando llegaba de su trabajo, me abrazaba y llenaba de besos, los caramelos que me traía, las cosquillas que me hicieron retorcerme sobre su regazo y gritar entre lágrimas y risas: «No, papi no... por favor papito» y los dulces cuentos que me contaba para dormir cada noche inventados por él.

Tú, Eternamente tú© ✓✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora