Capítulo 47

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Carolina

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Carolina.

¡Cristo!

No puedo creer que él esté aquí, que haya venido a buscarme solo por enterarse que Bruno D' Ángelo y yo nos encontrábamos en el mismo sitio, porque sé que de ser lo contrario no habría venido y esa cara de querer estrangularlo me asusta más que nada.

Me asusta porque es la misma cara llena de furia, rabia e ira que vi hace diez años en la puerta de aquel colegio tras el recuerdo de aquel beso en su presencia que le había dado al principal causante de su furia, y bien se sabe que, Iván Forter es peligroso cuando realmente deja salir esa bestia que tiene dentro suyo.

Todo se reproduce en mi cabeza en segundos; Iván molesto golpeándolo hasta romperle la nariz, Bruno sosteniendo su cara ensangrentada y el dolor reflejado en sus ojos, yo intentando ayudarlo e Iván cargándome como un saco de patatas, posteriormente la pelea en el auto, el accidente y mi vida quedándose detenida por largos y fríos meses.

Trago grueso al verlo moverse hacia nosotros, sus hombros rígidos, sus manos en puños y la ira ardiendo en sus ojos oscuros.

Tienes que detenerlo, Carolina. Solo detenlo.

Mis pies se mueven rápidamente y me encuentro acortando la distancia que me separa de, Iván. Mi cuerpo se estampa contra su pecho duro cuando nos hallamos a mitad de camino. Mis brazos lo rodearon por el cuello y lo siguiente que hago es buscar sus labios. Lo beso en mitad de toda esa gente y siendo consciente de que es la única manera de conseguir calmar a mi bestia.

En un principio se muestra reacio a devolverme el beso; mostrándome su molestia. No me responde el beso hasta que le susurro un «te amo» en los labios, desarmándolo completamente, entonces siento sus manos rodeándome las caderas. Tira de mí un poco más contra sí y se entrega completamente a mí. Me besa y me adora con sus labios y me muestra lo que ya más de una vez me ha mostrado: soy lo más preciado que tiene. Sus labios húmedos como siempre, sintiéndose únicos y perfectos contra los míos.

Respirando con dificultad nuestros labios se despegan. Miro sus ojos, sus labios húmedos e hinchados a causa de nuestro reciente beso, y me complace verlo un poco más relajado.

Menos mal, pienso y me doy una palmadita imaginaria en la espalda por haber conseguido calmarlo y solo con un beso. Poso mi frente contra la suya, mis yemas acariciándole la cara. Nuestras narices tocándose y nuestros alientos mezclándose.

—Iván, ¿qué haces aquí? —pregunto, sintiéndome agitada.

—¿Tú qué crees? —dice, con voz ronca, alzo mi vista para mirarlo a los ojos y puedo notarlo enfureciendo de nuevo, alejándose de mí en tanto se cepilla con los dedos su cabello—. ¿Te pareció divertido colgarme el teléfono como si yo fuera cualquier imbécil y no el hombre que pronto será tu marido, Carolina? Y por otro lado, ¿qué hacías tomándote fotos con ese perdedor que además?...

Tú, Eternamente tú© ✓✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora