Capítulo 34

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Iván

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Iván

—No voy a permitir que nadie te aleje de mi mocosa, y menos la desquiciada de tu tía —hablo a mi hija, como si ella pudiera entenderme.

Pasan de las seis de la tarde y me encuentro recostado en el sofá con Aitana sobre mi pecho. Ella, con la alegría en sus ojos emite balbuceaos que solo ella sabrá lo que dice, con los deditos en la boca y moviendo sus piernitas regordetas sobre mi pecho desnudo. Acabo yo mismo de darle su mamila y el biberón descansa vacío en la mesita en medio de los muebles. Cada día está más glotona, y si tiene hambre y no es atendida rápidamente, sus chillidos son tan altos que se escuchan en media ciudad. Lo mismo sucede cuando tiene sucio el pañal.

Abrazo a mi mocosa con mis brazos, utilizado fuerza pero sin hacerle daño y miro al hombre que se quedó detrás, ese Iván que no sabía guárdasela en los pantalones y aunque no creí que alguna vez diría una palabra como esa, justamente para mí, siento vergüenza de mí mismo. Siento vergüenza de ese hombre que fui, pero todos tenemos derecho a un pasado del cual no nos sintamos orgullosos. Y estar dispuesto a dejarlo atrás y cambiar por las personas que amas, es lo más hermoso.

Aitana pone su manita húmeda de baba contra mi mejilla, la tomo entre mis dedos y llevándomela a la boca la lleno de besos, me sonríe de esa forma que me derrite el corazón, utilizado su manita libre para tirar de mis cabellos.

Natalia Stone está loca de atar si piensa que puede venir a intentar quitarme a mi hija. Si se hubiera presentado dos meses atrás, cuando no tenía ni puta idea de qué hacer con la niña y lo único que deseaba era deshacerme de ella, pidiéndome devolvérsela, se la habría dado con los ojos cerrados; me habría quitado un peso de encima, pero ahora las cosas son totalmente distintas. Amo a mi mocosa y no pienso permitir que nadie la aleje de mí, así que si ella quiere pelea se la voy a dar, pero a mi hija no me la quita así tenga que hacer lo que sea para impedirlo.

Desde mi lugar en el sofá, escucho sonar el timbre de la casa. No me levanto porque sé que Rose o Nicole abrirían inmediatamente, no me equivoqué.

—Buenas. Busco al señor de esta casa. ¿Está?

Conozco esa jodida voz, y me pregunto qué mierda hace Aimée Andretti en mi casa. ¿Qué parte de la quiero a mil kilómetros de mí no entendió esa mujer?

Aún sigo con la duda de si ella tiene que ver con la llamada que recibió Carolina el día de ayer que la puso tan mal, aun cuando ella me había asegurado que creía en su corazón fue su madre biológica quien la llamó. Yo tengo mis pequeñas dudas, es por ello que sin decirle nada, robé de su móvil aprovechando que no es de las que pone contraseña al celular, el número del cual recibió esa llamada y mandé a investigar a quien pertenece. Tengo un conocido detective que me está ayudando a rastrearlo y es cuestión de horas para que sepa si fue o no, Camila Winters quién decidió aparecer.

Me levanto del sofá, hirviendo en cólera y con Aitana en brazos tirando de mis cabellos camino hasta la sala, buscando a esa mujer y la encuentro. Ella pone su enorme sonrisa en el rostro al verme, sus labios pintados de un color rojo rubí. A mí me asquea verla.

Tú, Eternamente tú© ✓✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora