Capítulo: 28

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Carolina

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Carolina

No me considero una persona violenta en lo absoluto; he dejado claro que si hay una cosa que odio en este mundo es la violencia, pero hay momentos en tu vida que una sola persona puede transformarse en todo eso que odias con todas tus fuerzas y esa es, Aimée Andretti.

Al momento de entrar a la oficina de Iván y verla aquí hizo que todo se removiera dentro de mí y un profundo odio emergiera desde lo más profundo de mi ser, apoderándose de mí unas ganas inmensas de acabar con ella. Quise destrozarla y no puedo ser culpada por ello, se metió con el hombre que amaba en el pasado y me arruinó por años; me la arruinó al tener que vivir alejada de él, con ese vacío en el corazón. También, podía evocar como ella, al día siguiente, en el patio de la escuela se burló de mí, me restregó en la cara lo que yo ya sabía tan solo por lastimarme y aún no he podido olvidar la forma en que me humilló frente a todos ese mismo día, que ella fuera la principal causante de ese accidente que casi acaba con nuestras vidas. Si Aimée no se hubiera metido entre los dos nuestra historia sería otra totalmente diferente, incluso cuando tampoco puedo quitarle su parte de culpa a Iván por haber caído con ella, por haberla dejado salirse con la suya ante algo que planeó y tuvo tanta suerte que le salió a la perfección, logró acabar conmigo... con lo que teníamos.

Detesto a esa mujer con todas las fuerzas de mi alma.

Estaba aquí, con él, tratando de volver a meterse entre los dos, tratando de volver a arruinarlo, pero esta vez no estoy dispuesta a permitir que ella lo arruine, que lo arranque de mi lado y vuelva a condenarme a aquel vacío que sufrí por años, al dolor, al sufrimiento y a la desolación... al vacío.

No permitiré que se salga con la suya una segunda vez.

Esta vez soy capaz de destrozarla si siquiera osa intentarlo.

La había dado tan fuerte en la cara que mi mano había ardido en el acto y me sorprendo a mí misma por un acto tan violento y con tanta rabia, la sangre me arde y siento que corre como gasolina dentro de mí, a punto de prenderme en llamas. Aimée por su parte enfurece y chillando como una fiera herida se me abalanza encima y también me golpea dándome una fuerte cachetada en la mejilla. Me gira el rostro al otro lado y puntos negros oscilan a través de mis ojos.

Tenía tantos años que nadie me golpeaba, pienso desorientada por su golpe. Sin querer traer a mi mente todos los momentos en que sufrí dolor a causa de las palizas de mi... ese enfermo que ya no considero mi padre porque el dolor será más intenso.

—Crees que una sucia indigente con tú puede atreverse a ponerme un dedo encima, ¿eh? No eres nadie para tocarme, la gente de tu clase es basura —ella grita, cargada de ira, sus ojos cafés adquiriendo una tonalidad oscura a causa de su rabia.

Lo que le da ventaja es que yo no sé pelear, nunca he tenido una pelea en mi vida, siempre he sido demasiado tranquila, demasiado pacífica; la típica niña buena. Mi cabello es enredado en sus dedos y tira de ellos. Lo hace con tanta fuerza que creo lo arrancaría de su raíz ante el profundo dolor que sus jalones me ocasionan. En mi defensa, clavo mis uñas en su antebrazo, apretando con toda la brusquedad de la que soy capaz, no importándome si le atravieso la piel con ellas. No puedo evitar soltar un quejido de dolor y siento como alguien, Iván, enreda sus manos alrededor de mi cintura para apartarme de ella, y aunque puedo agradecerlo porque Aimée me hace mucho más daño del cual quizás yo pude haberle hecho en ese momento, detesto la violencia y no sé nada sobre como pelear; como golpear más fuerte, no estoy dispuesta a dejarla ir. No tan fácilmente.

Tú, Eternamente tú© ✓✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora