Capítulo 15

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Iván

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Iván

—Eh, Carolina, no creo que yo... El caso es que...

Arrastro los dedos por sobre mis cabellos, negándome tajantemente cuando esa rubia que me inquieta, que me trastorna y me provoca comportarme como un niñato estúpido a su alrededor, esa mujer que me hace pensar en cosas que no quisiera pero que mi corazón desea, está intentando hacerme tomar a la mocosa en brazos, algo que no deseo de ninguna manera.

No deseo hacerlo ni si quiera porque estoy trastornado por su olor dulzón a vainilla con un toquecito de coco, esos ojos azules que son una especie de mar profundo, cargado de tonalidades azules que si me pierdo en ellos me proporcionan una calma, paz y tranquilidad; que me hacen desear mirarlos todo el tiempo, cada segundo, minuto, horas... ¿Todos los días de mi vida? Rayos, a eso me refiero con las cosas estúpidas que solo ella me hace pensar.

Su mirada azulada está plantada en mí con ruego; un gesto que sin duda me está desarmando, mientras sostiene a Aitana en sus brazos, viéndose tan preciosa con la niña pegada de su pecho que pareciera que fuese su madre.

—No se te va a irritar la piel ni morirás por tomarla en brazos. Es tu hija —me dice, luego baja sus lindos ojos azules a la niña y le acaricia la mejillita regordeta con sus dedos antes de dejar un beso en su cabecita por encima del gorrito blanco que tiene puesto. Veo como Aitana juguetea con sus pequeñas manitas bastante despierta, incluso diría que está muy feliz en los brazos de, Carolina. No ha llorado y eso es un milagro.

—Solo mírala, es tuya, Iván; tu hija y se muere por ser cargada por su padre. Anda, no seas malito.

Achino mis ojos negros, clavando las manos en los bolsillos de mis pantalones finos.

— ¿Cómo sabes que quiere que la cargue? La mocosa no habla, Carolina.

Ella sonríe ampliamente mostrando sus dientes perfilados y blancos, haciendo sus ojos prenderse de una luz tan deslumbrante que me ciega por unos momentos. Mierda, que con esa sonrisa ella sin duda podía conseguir de mí lo que quisiera, el maldito cielo si lo deseara se lo bajaría. Joder, sí, este soy yo, pensando cosas estúpidas y cursis cuando estoy alrededor de esta mujer.

Tengo el corazón acelerado en su presencia, además de contento porque a diferencia de muchas ocasiones en casi diez años no está peleando conmigo ni se alejó cuando me vio acercarme a ella; cosa que me pone muy feliz en todos los sentidos. Vamos bien y planeo que vayamos mejor.

—No habla, si hablará tendríamos que asustarnos, pero aunque ella no pueda decir: papi quiero que me cargues —no puedo evitar reír por como imitó la voz de una niña—, ella quiere que lo hagas, vamos.

Tomo algunas inspiraciones profundas, tomando y liberando aire varias veces.

No tengo ganas de cargar a esa niña, ni siquiera porque Carolina insista, y en sí estoy más que dispuesto hacer todo para agradarla, sin embargo, lo que menos interés tengo es de encariñarme con Aitana si es más que obvio que ya he decidido su futuro y está muy lejos de mí.

Tú, Eternamente tú© ✓✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora