Capítulo 3 (1/2)

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En el presente

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En el presente

Iván

Mi vida se basa en dos cosas: trabajar y follar.

¿Complicarme yo? ¿Enamorarme? No, eso, lo último sobre todo, es para imbéciles. No me verán a mí, Iván Forter, uno de los solteros —no estoy presumiendo, bueno sí un poco—más codiciados en esta ciudad por las mujeres enamorado y perdiendo la cabeza por alguna.

Esa mierda del «amor» no va conmigo. Odio los malditos compromisos y solo me dedico a follar a cuanta mujer; selectivamente seleccionadas a mi gusto, quisiera un revolcón conmigo. No soy un caballero, que se sepa eso, pero tampoco voy por ahí lastimando mujeres a diestra y siniestra. Si se querían acostar conmigo, estoy más que encantado, ¿quién soy yo para negarme a la diversión? Pero antes me encargo de dejarles muy claro que solo disfrutaran de mí una vez o dos de ser lo suficientemente buenas, y como cualquier soltero que no desea dejarse atrapar bajo ningún concepto, tengo mis reglas: jamás llevo una mujer a mi casa porque no me interesa tomarlas en mi cama y solo unas cuantas han tenido el privilegio de ser besadas por mí.

Bebo un trago del vaso con whiskey escoces que tengo en mi mano, uno y después otro hasta terminarme todo el contenido ordenando se me sirva otro..

Las razones obvias por las que odio creer en el amor y en entregar mi corazón, es porque aprendí a muy corta edad lo estúpido que pueden ser las personas cuando se trata de amor, al igual que lo débil que te vuelve ofrecer demasiado poder sobre ti mismo a otra persona. A los cinco años me lo enseñó mi madre, la que me dio la vida, no la esposa de mi padre que aunque llamo madre, no lo es.

La siguiente persona que me enseñó cuán estúpido es dejar el poder sobre ti en otra persona fue la novia de Ethan. La estúpida e inmadura Alina Villoslaba, quien decidió reventarse los sesos con un tiro porque había perdido el pene de mi primito. ¡Cobarde!

La tercera enseñanza que recibí vino de parte del mismo, Ethan, cuando lo vi tan destruido hace un tiempo atrás por culpa de una mujer de la cual estúpidamente, se enamoró y según él le robó el alma para después romperlo en pedazos. Estuve en ese pueblo cuando aquello sucedió, lo consolé en su dolor y a pesar de sus rabietas lo monté en un avión y lo devolví aquí, donde debía estar. Y han pasado los años y Ethan sigue igual de destruido por aquella traición de una mujer que jugó con su corazón a diestra y siniestra, que lo utilizó y cuando no le sirvió simplemente lo tiró como tiras algo que ya no te sirve, sus palabras, no las mías. ¿Quiero esa mierda para mí? No.

Esa son las cosas que precisamente me niego a aceptar en mi vida; no quiero darle el poder a una mujer y esa cosa llamada «amor» de destruirme. Estoy seguro que no me enamoraré nunca, pues he tenido demasiadas enseñanzas para caer en lo mismo.

Mi verdadera madre se llamaba, Vania Rossellini, así que mi nombre es Iván Darío Forter Rossellini, siciliano e hijo bastardo, de Mariano Forter, producto de una relación sin amor y único nieto heredero de Cesare Rossellini, este último uno de los hombre más poderosos de todo Italia y al que visito al menos, unas tres veces al año.

Pero me niego hablar de ellos en este momento, de mi madre... muerta en especial. Es momento de diversión.

Agradezco a la mesera que me acaba de servir mi siguiente trago, llevándolo a mi boca mientras paseo la vista por el club nocturno en el cual me encuentro; cuyos propietarios somos Ethan y yo, en busca de la próxima mujer que tendrá el privilegio de montar mi pene esta noche y además, jamás olvidarme. Porque eso sí, mujer que pasa por mi cama jamás sentirá con otro hombre lo que sintió conmigo, pues me encargo de dejarlas lo suficientemente satisfechas como para que cualquier hombre que exista antes y después de mí, no sean comparados conmigo. ¿Que tengo un ego muy alto? Deberían preguntárselo a todas las mujeres con las que he follado en mi vida y sabrán que no miento. ¿La lista? Larguísima.

Bebo otro trago de mi copa y en medio del club repleto de personas, música sonando a gran altura y una pareja comiéndose la boca en un sofá en la zona VIP, donde me encuentro sentado, observo a dos mujeres que no quitan sus ojos de mí. Me miran soltando risitas y cuchicheando una en el oído de la otra. Son atractivas, una rubia y la otra una castaña y llevan unos cortos vestiditos que no dejan demasiado a la imaginación. «No están nada mal para una noche»- pienso.

Lamo mis labios observándolas y se ríen más una a la otra. Con la vista les dejo ver que pueden acercarse porque estoy muy interesado. No tardan en captar la información y yo me mantengo en mi sitio en tanto las veo cada segundo más cerca.

—Iván Forter —comenta la castaña alta, vestidito negro y unas piernas bastante bonitas—. Los rumores sobre ti son muy buenos.

Me acomodo en mi silla, arreglándome la chaqueta del traje y estiro mis comisuras en una retorcida sonrisa.

—Se dicen muchas cosas de mí, nenas —contesto, lamiéndome el labio inferior.

Ellas sonríen una la otra, felices de tener mi atención.

—Hemos escuchado que eres muy bueno complaciendo a una mujer —dice, se inclina sobre la mesa y me da una visión bastante excitante de sus tetas. Mmm. Soy un hombre de pechos grandes y esos son enormes—. Te definen prácticamente como un dios en la cama, y que una vez haces tuya una mujer, corre el riesgo de jamás olvidarte.

Me río orgulloso de mí mismo. Crea fama y acuéstate a dormir.

—Y me imagino que ustedes quieren comprobar la veracidad esos rumores, ¿no?

Sueltan risitas de lo más descaradas.

Mi vista se desliza de la peli castaña hacia la rubia que muerde su labio inferior con una sonrisa seductora, pero lo que llama mi atención aparte de su cabello rubio, son sus ojos tan azules. Mierda, un ácido amargo se instala en mi estómago sin pretenderlo, rubia y de ojos azules. La bruja que lleva años atormentando mis sueños, la única mujer que quizás sí podría tener en mi cama, sin embargo me odia. Ella...«Maldita sea Iván, no pienses en ella, no ahora»

Me trago toda una copa.

Creo que vengo mintiendo desde un principio y lo acaban de descubrir, ¿no? Si hay una mujer que controla mi vida y esa es, Carolina Lander, pero me niego a pensar en ella, a que me arruine la jodida noche tal como ha arruinado mi vida desde hace casi diez putos años.

—Voy a demostrarles que tan cierto son esos rumores —les digo a las mujeres que ocupan ambas de mis piernas, dispuesto a follar hasta que amanezca.

Ojalá solo pudiera dejar de desear a la única mujer que no puedo tener.  

Tú, Eternamente tú© ✓✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora