Capítulo: 33

14K 1K 78
                                    

Carolina

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Carolina

Es la mañana del lunes, cuando mis párpados pesados se abren despacio. Me encuentro con la claridad del nuevo día calentando mi habitación, pero no puedo moverme cuando lo intento. Aturdida, miro la cara de, Iván, encontrándolo a solo centímetros de mí. No puedo moverme por ese hombre, que duerme como si nada le afectara, dejando ver su rostro relajado y tranquilo, me tiene inmovilizada con sus fuertes brazos y piernas contra sí.

Esbozo mirándolo dormir con los ojos cerrados y el cuerpo completamente relajado, la forma en que su pecho sube y baja mientras respira y el encantador suspiro que escapa de sus labios. Estoy acostumbrada a esa forma protectora y al mismo tiempo dulce, que tiene de abrazarme; de pegarme a su cuerpo, cada vez que dormimos juntos.

De una manera u otra desde que estamos juntos Iván se las ingenia para hacerme dormir entre sus brazos, más específicamente, en su casa, y casi nunca consigo negarme porque no existe nada en este mundo que me haga más feliz que soñar entre los brazos de ese hombre que voy a amar hasta el último día de mi vida. La ventaja de dormir entre sus brazos es que Iván no solo me proporciona una seguridad que nadie más me daría, también espanta todas mis pesadillas, echa fuera todos esos monstruos que por años me torturan.

Lo amo.

Él siempre dice que quiere hacerme feliz, es como si cada instante que estamos juntos se auto convenciera a sí mismo de que debe compensarme por todas las lágrimas que me hizo derramar por su causa, por todos los años que sufrí por él. Entonces, siento como me lo entrega todo en un beso. En una mirada. En una caricia, en una sonrisa. Iván Forter se está entregando abiertamente a una mujer por primera vez y esa soy yo. Me siento tan afortunada, y así como él quiere hacerme feliz, es lo mismo que quiero yo con él. Quiero regresarle en igual medida toda la felicidad que me da.

Me acervo, despacio, y dejo un suave beso sobre sus labios. Tras mi toque abre sus párpados al instante. Tarda un latido más en despejarlos, hasta que finalmente me mira con sus ojos negros y quedo enamorada, fascinada de esa forma tan dulce que tiene de mirarme. Solo él. Nadie más podría derretirme como el chocolate al sol con esos ojos tan oscuros, además de hacer temblar mi pobre corazón enamorado con una sola de sus sonrisas.

Sus cabellos negros lucen revueltos y desordenados, y sus ojos están hinchados por el sueño, luce incluso más atractivo de lo que es al amanecer.

—Buenos días, cielo —murmuro un tono de voz suave, sintiendo mi garganta reseca en la mañana—. Yo...

Mi voz se apaga cuando siento sus labios sobre los míos acompañado de un gruñido de su parte e inmediatamente, como es de esperarse cada vez que me besa, me echo a temblar cuando su sabor me envuelve al igual que sus brazos fuertes como el acero arropan mi cuerpo entre ellos. De mi boca se escapa un gemido mientras enredo mis manos en sus cabellos cuando puedo sentir su lengua en mi boca, tanteando, antes de encontrarse con la mía y una vez hecho, ambas empiezan a avanzar y retroceder, cada toque tan hermoso como la primera vez que me besó. Saboreamos en conjunto cada rincón de nuestras bocas.

Tú, Eternamente tú© ✓✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora