(19) Leonor

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Salí de casa de Martín y crucé la esquina lo antes posible. Lo sentía, esa sensación me perseguía, sin embargo, tenía una corazonada que me decía que quien me estuviera observando no pretendía hacerme daño, al menos no de momento.

Caminé hacia el orfanato, estaba preparada para matar a alguna Sombra si me las cruzaba por el camino, pero no había rastro de esos seres, fue como si la tierra se los hubiera tragado. Eso me hizo estar más atenta a lo que me rodeaba. Algo extraño pasaba y debía averiguar qué era.

La sensación de estar siendo observada no cesó en todo el camino y a este sentimiento se le unió el de compañía. Sentía que alguien me seguía de cerca, estaba justo detrás de mí, pero detrás de mí no había nada. En ese momento supe qué clase de persona podía ser.

Llegué al orfanato, aún estaban todos dormidos, no despertarían hasta dentro de una hora para desayunar. Subí a mi habitación porque no me apetecía quedarme en el jardín. Era consciente que al que me estuviera siguiendo se le estaba acabando le tiempo y al entrar en mi habitación dejé de sentir su presencia y su mirada. Era mi turno de contraatacar.

Nunca había hecho esto antes, pero traté de llevar a cabo dos hechizos a la vez a pesar de que mi perseguidor solo había usado uno. Me concentré para poder mezclar ambos hechizos, sé que le dije a Martín que cuando quisiera llevar a cabo un hechizo no debería concentrarse tan solo en él, pero eso solo era necesario cuanto el hechizo se llevaba a cabo en una pelea o si era usado para atacar.

Ya estaba preparada. Los dos hechizos que había mezclado eran uno de invisibilidad y otro que me permitía traspasar los objetos como si fuera un fantasma salido de una película. Sabía que a aquel que me estuviera siguiendo se le estaba acabando el tiempo porque esos hechizos requieren mucha concentración y entrenamiento, además por lo general suelen provocar fatiga física al que lo usa obligándolo a descansar antes de que eso ocurra.

Tenía diez minutos para entrar en mi habitación, llevar a cabo los dos hechizos y buscarle antes de que volviera a hacerse invisible. Había tardado menos de un minuto en hacer las dos primeras cosas de la lista, la tercera no sería muy difícil de lograr ya que estaba en mi territorio y me conocía todos sus recovecos mejor que la palma de mi mano.

Salí de mi habitación traspasando la puerta, en el pasillo no había nadie y sabía que allí no había ningún sitio para esconderse así que bajé las escaleras corriendo, pero sin hacer ningún ruido y miré en todos los huecos que había abajo pero tampoco estaba allí. Entonces supe donde estaría. La sala de juegos era la más oculta de todo el piso y detrás de un baúl había un agujero por el que una persona podía entrar. No era el mejor escondite de esa planta pero era bueno para ocultarse durante un corto período de tiempo y fácil de detectar si lo que buscas es un escondite camuflado.

Me acerqué y traspasé el baúl, detrás pude ver a un chico de mi edad, más o menos. Debió sentir mi presencia porque levantó la vista del suelo, pero al no ver nada trató de tocarme moviendo las manos de un lado a otro y yo me metí dentro del baúl. Aunque pueda traspasar objetos no puedo hacer lo mismo con las personas y el resto de seres vivos, por eso me oculté dentro del objeto que tapaba la salida del escondite.

Cuando me volví a asomar al interior ya no se movía y se había tranquilizado. Miró el reloj y vio que aún tenía que esperar unos minutos más. Esperé a que pasaran observando cada uno de sus movimientos, cuando fue la hora apartó el baúl, salió del escondite y fue hacia el jardín. No le iba a seguir más porque tenía que subir a mi habitación para que no sospechara.

No debía arriesgarme a que me viera hacerme visible así que deshice los hechizos antes de entrar en mi habitación. Lo primero que hice al pasar dentro fue abrir la ventana y asomarme al balcón, le estaba dejando entrar porque sabía que treparía por la pared exterior del orfanato para llegar a mi habitación como yo había hecho con Martín el día anterior. Una vez lo sentí a mi lado entré y decidí jugar un poco con él. Yo no solía hacer magia dentro del orfanato a no ser que fuese estrictamente necesario, pero me apetecía molestarle. No sabía por qué me seguía ni quién era, pero al menos quería divertirme un rato.

Pude sentir que se había sentado en mi escritorio y aproveché los papelitos que tenía en los bolsillos para convertirlos en pelotitas que lanzaba a la mesa y las hacía explotar antes de que la tocaran. Pude notar cómo se ponía alerta, intentaba esquivar las pequeñas explosiones sin hacer ruido, pero se lo estaba poniendo difícil. Se puso de pie, lo noté en que la madera crujió un poco bajo sus pies. Yo no había terminado con él así que hablé.

—Otra vez la humedad... —dije sonando casual— Debería avisar a Melisa para ver qué hacer.

Continué con las bromas hasta que oí a Melisa despertarse para prepararle el desayuno a los niños, decidí darle un poco de tregua a quien quisiera que me estuviera observando. La verdad es que fue divertido.

Lucha entre las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora