(66) Tais

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Nos quedaba poco tiempo y sentía cómo las cosas empezaban a ponerse más tensas. Nadie hablaba de ello, pero el silencio a veces resultaba ensordecedor.

Aquel día había más jaleo del habitual, todos sabíamos que se acercaba el momento, era innegable y aunque era inevitable temer por nuestras vidas la esperanza de un nuevo comienzo hacía que ese sentimiento perdiera todo su poder. La gente estaba cansada de vivir con miedo, huyendo continuamente. Había mucha sed de venganza, mucha ira contenida y eso era peligroso, pero estaba segura que no se dejarían cegar por ello.

Aquella mañana quería estar con Leonor, sabía que hacía poco que era consciente de que también era una camaleón y de todo el potencial que había permanecido dormido en su interior. Aprendió enseguida, pero había algunas transformaciones que no eran tan intuitivas y que debía llevarlas acabo de forma más consciente.

Nos fuimos a la biblioteca y nos quedamos en la sección de anatomía.

— Me gustaría enseñarte las transformaciones parciales —le dije a mi amiga—. Antes de empezar a probar quiero explicarte algunas cosas, por eso te traje aquí —cogí un libro de anatomía humana y lo abrí por una de las primeras páginas—. Supongo que ya te imaginarás en qué consisten —ella asintió, pero me dejó proseguir—. Puedes transformar solo una parte de tu cuerpo en algo distinto, como los brazos en alas o tu nariz en el hocico de un animal con buen sentido del olfato, pero tienes que saber cómo funciona tu cuerpo y el de esos animales para evitar dañarte. No hace falta que sepas todo de anatomía, solo lo esencial, poco a poco aprenderás más, pero de momento tan solo necesitas saber cómo conectar nervios, órganos, músculos y poco más. Sé que suena complicado, pero no lo es tanto. Poco a poco se volverá algo natural e intuitivo.

— Entiendo, ¿es así cómo los de tu clan se convertían en... aquellas criaturas? —preguntó intentando no ofenderme.

— Sí, es una buena forma de ocultarse a los ojos del enemigo.

— Desde luego —me dio la razón.

Permanecimos un poco más entre libros, le enseñé lo esencial y cuando creí que sabía lo suficiente nos fuimos a una sala de entrenamiento, no sin llevarnos un par de ellos con nosotras.

— Te voy a hacer una demostración, voy a transformar mis brazos en las alas de un murciélago—le dije cuando nos acomodamos—. Necesito que observes con atención, sé que resulta desagradable asistir a una transformación, pero es la mejor forma de aprender.

— Lo sé, no te preocupes soy difícil de impresionar —respondió Leonor.

Me había puesto una camiseta de sisas holgada a propósito para la ocasión. Empecé la transformación. Mis dedos se alargaron mientras mis músculos caían conectándose entre sí y con todo mi tronco hasta llegar un poco más abajo de la cadera, formando una membrana oscura y translúcida a través de la que se podían ver mis finos huesos y vasos sanguíneos. Las alas eran casi el triple de largas que mis brazos para que pudieran levantarme del suelo. Leonor me miraba sin decir nada, como si tomase nota de cada uno de mis movimientos. Plegué las alas rodeando mi todo el cuerpo con ellas.

— Te toca —la invité a probar.

Ella obedeció sin poner ninguna objeción. Estiró los brazos y comenzó la transformación. Su camiseta se rompió dejando espacio a las alas. Cuándo concluyó estiró sus nuevas extremidades y copió mis movimientos. Empecé a batir las alas y a elevarme poco a poco del suelo.

— Es más fácil que siendo un pájaro —dijo Leonor sorprendida.

— Sí, los murciélagos tienen mayor libertad de movimiento dado a lo finas y ligeras que son sus alas, por eso las prefiero antes que las de cualquier otra ave.

Lucha entre las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora