(22) Leonor

12 1 0
                                    

Casi sin darme cuenta ya eran las seis y Melisa me estaba haciendo una trenza de raíz que formaba una espiral y al llegar al centro, el pelo que quedaba suelto, lo enrolló en la trenza que que estaba enroscada de mi cabeza. La terminó sin necesidad de usar horquillas ni gomas del pelo para aguantarlo.

— Espéranos en mi despacho mientras les saludo —dijo cuando bajábamos juntas las escaleras.

Obedecí sus órdenes y fui a su despacho, durante los diez minutos que tardaron en venir estuve jugando con quien me estaba siguiendo, pero esta vez sin usar magia. Le perseguí disimulando que me movía porque me estaba impacientando, para que no sospechara de que sabía de su existencia, pero cuando noté que se había sentado en la mesa lo dejé en paz. Sabía que estaba ahí porque vi cómo un lápiz se había movido sutilmente.

Un minuto después llegó Melisa acompañada de una pareja que sonreía y ambos me saludaron con dulzura.

— Leonor, te presento a María y a Luis —dijo Melisa.

— Hola, encantada de conoceros —dije mientras nos sentábamos.

Melisa se sentó a mi lado y María y Luis al otro lado de la mesa.

— Teníamos muchas ganas de conocerte Leonor —dijo María sonriendo—. Melisa nos ha hablado muy bien de ti. Dime, ¿te gusta leer?

— Sí, me gusta mucho leer, pero no lo hago muy a menudo porque mi tiempo libre lo suelo pasar con los niños pequeños —contesté.

— Nosotros en casa tenemos muchos libros que te pueden gustar y un piano que podrías aprender a tocar —dijo Luis.

— Les agradezco mucho su generosidad por ofrecerse a cuidar de mí, pero no la puedo aceptar.

Su expresión cambió de alegría a sorpresa. Sentí la mirada de Melisa clavada en mí, me suplicaba que no lo hiciera, pero sabía que lo haría igual.

— No tienes porqué venir a vivir con nosotros ahora, podemos esperar un poco —dijo Luis intentando persuadirme.

— Parecéis ser muy buenos padres, pero no puedo aceptar. Mi hogar está aquí, siento daros tal decepción, pero prefiero decíroslo ahora y no provocaros problemas más adelante. Además, yo no soy la más necesitada de aquí. Preferiría que adoptaran a uno de mis hermanos antes que a mí —me miraron extrañados.

— ¿Tienes hermanos? —preguntó María.

— Les llamo así al resto de niños que viven aquí y hay algunos que estarían encantados de ser adoptados. Conozco a unos gemelos que están deseando tener unos padres tan alegres como vosotros —dije mientras veía cómo les empezaban a brillar los ojos ilusionados ante mi propuesta—. Si queréis los voy buscar y os los presento. Además, son muy divertidos.

— Está bien —dijo María.

Salí en busca de los dos pequeños. Nada más entrar en la sala de juegos los llamé y aparecieron delante de mí al instante.

—¿Queréis conocer a vuestros padres? Son muy alegres y divertidos os encantarán, están deseando conoceros —dije sonriéndoles.

— Sí, queremos ir con ellos —contestaron al unísono.

Fuimos corriendo hasta el despacho de Melisa y entramos riendo lo que hizo sonreír a María y a Luis.

— Os presento a Lucas y a Leonardo, tienen casi tres años y les encanta jugar, nunca los he visto aburridos y hacen sonreír a todo el mundo —dije dirigiéndome a la pareja —. Lucas, Leo, estos son María y Luis y tienen muchos libros de aventuras que os encantarán y un piano que seguro que os encanta— esta vez me dirigía a los dos pequeños.

— ¿Nos leerán un cuento todas las noches como tú? —preguntó Lucas.

— Sí, os leeremos cuentos todas las noches —dijo Luis antes de que yo pudiera decir nada.

— Además, jugaremos con vosotros todo el día —dijo María.

Los gemelos se pusieron muy contentos y corrieron a abrazarlos. Los cuatro desprendían alegría, eso me hacía muy feliz. Me giré para mirar a Melisa y antes de que pudiera reaccionar me dio un fuerte abrazo.

— Bueno, voy a dejar que os conozcáis mejor —dije mientras me iba de la habitación.

Salí del orfanato, noté cómo el que me seguía se iba, así que esperé a volver a sentirlo a mi lado y fui en busca de Sombras. Pasee de un lado a otro, no las encontraba, habían desaparecido. Empecé a correr por las callejuelas, y no había ni rastro. Nunca me había pasado eso. Estaba segura de que la desaparición de las Sombras tenía algo que ver con mi espía personal.

Como no tenía nada que hacer me fui a una parte apartada de la ciudad, a donde nadie se acercaba, allí no había tiendas ni edificios, solo una cancha abandonada y una fuente pequeña como la que hay en los parques para que los niños beban si tienen sed. No practiqué mis hechizos especiales o combinados porque estaba siendo observada, así que simplemente perfeccioné los básicos que rápidamente me resultaron sosos y aburridos.

Decidí volver al orfanato, tranquilamente, sin darme prisa, disfruté de la brisa, y del murmullo de la gente que creyendo saberlo todo no saben nada. Es imposible quedarte sin acertijos por resolver, siempre habrá enigmas esperando a ser descifrados. Llegué al orfanato, estaba atardeciendo y seis brazos me retuvieron. Lili, Leo y Lucas se habían enganchado a mí y empezaron a hablar atropelladamente, les pedí que se calmaran y que hablaran de uno en uno.

— Mañana nos vamos con mamá y papá —dijeron los gemelos—. Gracias Leonor.

— ¡Qué bien! Me alegro mucho chicos —dije mientras los abrazaba.

— He aprendido a hacer la voltereta lateral —dijo Lili y me hizo una demostración.

— Me tienes que enseñar —dije mientras le daba un beso de esquimal, nos saludábamos así porque era nuestra manera de reconocernos.

— Vale, pero solo si me enseñas a saltar tan alto como tú —dijo con cara de pilla.

— Trato hecho —le dije sonriendo.

Los tres me empujaron hacia el jardín y jugamos hasta que fue la hora de cenar. Después me fui a mi habitación a descansar, aún lo sentía a mi lado. Resultaba curioso pensar que él me estaba espiando creyendo haber averiguado todo sobre mí cuando era yo la que lo estaba controlando a él.

Al día siguiente fui a clase y le dejé una nota en el pupitre a Martín, debía seguir las instrucciones que allí le indicaba. Había trazado un plan para hacerle creer al que me estaba observando que sabía todo sobre mí, aunque en realidad no fuera así. Tenía que desenmascararlo y saber cuál era su misión antes de que él me lo contara, porque no creía que fuera a observarme durante dos días para luego marcharse como vino.

Lucha entre las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora