(61) Tais

15 1 0
                                    

Después del encuentro con Nimia me fui a dar una vuelta, la gente no paraba de mirarme con asco y desprecio. Cerré el puño con fuerza, soy una persona impulsiva y decidida, pero tenía que contenerme. No me parecía justo ni decente lo que estaban haciendo. A parte de que se supone que ellos son los buenos, lo que nos faltaba a Ian y a mí es que nos trataran como delincuentes.

No podemos cambiar nuestro pasado, no decidimos nacer en unas familias que no conocen la palabra amor pero rinden homenaje al odio y la codicia. Hemos tenido que abandonar lo conocido, lo que a pesar de todo había sido nuestro hogar, total para llegar a un lugar dónde tampoco éramos bienvenidos. Creo que ya es hora de que alguien lo reconozca, no somos unos monstruos, somos dos personas que como cualquiera no pudieron decidir dónde nacerían ni quienes sería sus padres. Parece que Leonor y Martín son los únicos que lo ven. ¿Es tan difícil de entender? Falta empatía.

Mientras caminaba me crucé con Jannik y en un impulso me paré y lo llamé. No sé en que pensaba, ni siquiera creo que estuviera pensando en ese momento.

— Jannik —le llamé, él se giró sin disimular el desprecio que me profesaba—, dime, ¿qué piensas de mí?

— Pues que eres una chica con mala suerte y que merece una oportunidad como todos.

— La verdad —dije seria.

Él se acercó a mí amenazante. No quería que los demás escucharan la versión de verdad, había que mantener las formas.

— Que eres la hija del que nos dejó huérfanos a mí y a Leonor, y del mismo que ahora viene a matarnos, y no me fío un pelo de ti ni de Ian. Aunque estoy seguro de que ya lo sabéis.

— Menudo caradura —mascullé—, sabes que son precisamente los prejuicios los que nos vuelven ciegos y así se empiezan guerras.

— ¿Los estás...?

— Me estoy defendiendo, igual que tú —le interrumpí—. ¿Sabes? Yo no te culpo ni guardo rencor, a pesar de que fueron tus padres quienes mataron a mi madre, nunca la pude conocer. Tú sí pudiste, tienes recuerdos con ellos, sabes que los querías, que te querían. Yo no pude saberlo y a Ian jamás lo han querido. No creo que tengas más derecho que nosotros para quejarte.

Me alejé de ahí, me daba por satisfecha. Sabía que no le sacaría nada y que jamás lo haría sentir culpable, no pensaba malgastar más mi tiempo. Seguí paseando por aquel edificio, me crucé con Sael y Noah que estaban muy concentrados en lo que estuvieran haciendo, así que no se dieron cuenta de mi presencia.

Después de una hora dando vueltas por aquel lugar, me fui a la habitación. Estaba agotada y cuando mi cuerpo se desconecta mi mente no para. Repasé lo que ocurrió ese día, desde la pelea entre Martín e Ian hasta mi encontronazo con Jannik.

La mejor parte del día fue cuando me fui a entrenar con Martín, fue muy divertido. La verdad es que casi no luchamos, es decir, sí que entrenamos, pero los descansos los alargábamos a base de risas. Supongo que lo necesitábamos, demasiada presión. Le enseñé algunos trucos y movimientos, aprendía bastante rápido. Le brillaban los ojos más que nunca desde que lo conocí y creo que yo estaba igual. Por un momento me relajé.

Más o menos una hora después de que yo llegara a mí habitación alguien llamó a la puerta y al abrirla, me encontré con Leonor. Estaba sonriendo, para variar, pero intuía que no todo iba bien.

— No sabía si te encontraría —dijo ella.

— Pues aquí me tienes, a tu servicio —no pudimos evitar reírnos.

Pasó y la invité a que se pusiera cómoda, yo cogí la silla para poder mirarla a la cara. Ella se sentó en la cama.

— Acabo de hablar con Jannik —le dejé terminar antes de intervenir—, fue... incómodo. No sé, me pasó el brazo por detrás y me dijo que le había sorprendido y no sé qué más. Mostraba mucho interés, demasiado para mi gusto teniendo en cuenta cómo os trata a vosotros.

Lucha entre las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora