(32) Leonor

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Mi primera clase de entrenamiento había tenido lugar en una sala de hielo. Era sencillo entender por qué estaba ahí, el fuego está en aparente desventaja con el agua, por lo tanto le es casi imposible ganar al hielo.

— Hola Leonor, yo soy Alex. Mi especialidad es el hielo y me han dicho que la tuya es el fuego.

Mi instructor no debía tener ni siquiera cinco años más que yo, era alto y mostraba continuamente una sonrisa dulce. Su mirada era la de un hermano mayor, me transmitía cariño y seguridad. Su expresión era cálida y tierna y eso me gustaba mucho.

— Ya veo que me conoces —no quería hablar con nadie en ese lugar, pero él me transmitía confianza, de todas formas no le iba a contar nada importante sobre mí.

— Tendrás que intentar vencerme usando ataques de fuego, trataré de no ser muy duro contigo —dijo intentando tranquilizarme.

— No te preocupes por mí, no soy tan débil como puedo parecer —dije advirtiéndole de que no me subestimara.

Su tierna sonrisa se hizo más visible. Se rió cariñosamente, sin pretender ser una risa burlesca, parecía caerle bien. No entendía por qué.

— De acuerdo, en ese caso empecemos —dijo apartándose un poco de mí.

— Estoy lista —dije sin mostrarme amedrentada.

Pisó fuerte en el suelo creando una línea de hielo que se aproximaba rápidamente a mí. La paró antes de que me rozará una mejilla.

— El juego ha empezado, te aconsejo que reacciones si no quieres que piense que estás indefensa —dijo su dulce y melodiosa voz.

— ¿Quién dice que no lo haya hecho ya? —dije sin poder evitar que una sonrisa pícara se dibujara en mi rostro.

Su expresión se tornó confusa, pero su duda enseguida fue resuelta. El hielo empezó a desaparecer y cuando trató de volver a atacarme no pudo.

— Creo que no eres lo suficientemente frío —dije provocando que riera.

— ¿Cómo has conseguido bloquearme con fuego? —preguntó intrigado.

— Mira a tus pies —dije mientras Alex bajaba la vista.

— Fuego azul —dijo casi susurrando—, podría ser resultado de quemar butano o podría ser un hechizo potente de fuego que crea más calor del que emana un volcán pero sin que tu contrincante lo detecte.

Era un hechizo demasiado experimentado, pero algo me hizo utilizarlo. No creía que me fuese a arrepentir.

— Chico listo —dije felicitándole por su deducción.

— No eres una novata, ¿verdad? —al ver que no le iba a responder siguió hablando—. Siento mucha curiosidad por saber cómo has conseguido tal nivel. Me habían dicho que eras principiante supongo que ya lo sabrás —yo asentí como respuesta—. Tranquila no se lo contaré a nadie.

— ¿Vamos a seguir hablando o me enseñarás algo? —dije levantando una ceja.

Me volvió a lanzar el mismo hechizo solo que esta vez llegaba a mí por el aire. En ese momento quise desviar el hielo con mis poderes, pero solo podía usar ataques de fuego. Cree una espiral de llamas delante de mí que hizo que el hielo se derritiera incluso antes de llegar a tocarlo.

Para conseguir inmovilizarlo me acerqué a él, pero trató de detenerme atacándome por los lados, sin embargo eso no me afectó y Alex no pudo ver cómo me había defendido a causa del remolino de fuego. Cuando estuve lo suficientemente cerca me dispuse a deshacer el remolino para tener más campo de visión, pero él vio una posibilidad de equilibrar la balanza a su favor y eso fue lo que hizo. Me pegó a la pared con hielo que cubría todo mi cuerpo excepto la cabeza, pensaba que así me podría inmovilizar. Se acercó lentamente a mí hasta quedar a menos de un paso de mis ojos.

— ¿Sabes? Me recuerdas a mi hermana pequeña —me sonrió con melancolía— Estás contra la espada y la pared, creo que se puede decir que he...

No le dio tiempo a terminar la frase, hice estallar el hielo que me retenía con una explosión, me acerqué a Alex intimidante, pero él ni se inmutó.

— No cantes victoria tan rápido —dije mostrando que el juego estaba lejos de llegar a su fin.

— Yo diría que sí —dijo señalando a mi pie pensando que no me había dado cuenta de su intento de volver a congelarme.

Entonces cree una pared de fuego que nos separó y que hizo que él diera un saltó hacia atrás y que su hechizo de deshiciera. Atravesé el fuego sin problema y una cara de sorpresa que no pude entender se dibujó en el rostro de Alex. Aproveché que estaba distraído para enjaularlo en una cárcel de fuego. Esta vez fui yo la que se acercó a él.

— Ahora sí se ha terminado el juego —dije dando por terminado el entrenamiento—, ¿tienes algún movimiento que te ayude a salir de aquí?

— Buen contraataque, me has ganado —dijo sin dejar de sonreír.

Se terminaron los entrenamientos y me fui a comer, allí estaban Martín e Ian, igual que siempre, esperándome. No quería hablar, quería crear un plan para averiguar algo más antes de las actividades de la tarde. De repente Martín le preguntó a Ian cómo se habían deshecho de todas las Sombras en menos de una noche. Su respuesta me hizo recordar algo de lo que no me quería acordar.

Después de comer teníamos una hora libre y yo la aprovecharía para investigar. No lo haría por dentro de aquella prisión, investigaría por fuera. Cuando conseguí salir de allí decidí terminar de subir la montaña que se alzaba a mis pies. Al llegar a la cima me sentí libre por un momento. Esa sensación se esfumó cuando vi a unas criaturas hablar a unos veinte metros de mí. Las espié escondida entre las ramas de los árboles a pesar de ser invisible. No me daban buena espina.

Eran seis en total, ninguno de esos seres era igual al anterior, pero algo que me llamó la atención fue ver a una chica con ellos. Intenté escuchar lo que decían pero era imposible, solo oía susurros y seseos incomprensibles. Se había hecho tarde y tuve que bajar para no llamar la atención. Me sentí observada el resto del día, resultaba incómodo y frustrante, pero no lo mostraría.

Algo más grande de lo que me podría haber imaginado se estaba acercando. Mi mente creaba conclusiones precipitadas por la falta de información. Sabía que las cosas empezarían a cambiar a partir de ese momento y yo estaba dispuesta a cambiar con ellas.

Lucha entre las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora