(46) Leonor

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Encontramos a Martín y a Ian escondidos detrás de una roca espiando a dos personas que se dirigían hacia dónde antes había estado la aldea. Intentamos ser sigilosas para no desconcentrarlos ni llamar la atención de los dos intrusos que tenían cara de pocos amigos.

Le di un leve toque en el hombro a Ian y, como acto reflejo, se dio la vuelta lanzando una patada que pude esquivar evitando el golpe. Cuando se dio cuenta de quién era, los ojos se le abrieron como platos y pude ver cómo una sensación de alivio iluminó su mirada. Quiso acercarse a mí, pero me aparté, solo le haría daño si permitía que se encariñara más de mí.

— Quieren inundar la base subterránea —dijo Martín interrumpiendo aquel tenso momento.

— ¿Qué? —preguntó Tais sin comprender.

— No sabemos con exactitud cuál es su plan pero en cualquiera de los casos no es algo bueno —dijo Ian apartándose mientras su mirada se volvía tan fría como la primera vez que lo había visto.

— Tenéis que iros es muy peligroso —dije decidida.

— No —reprochó Martín retándome con la mirada.

— Si os quedáis os arrepentiréis —insistí.

— Y si nos vamos también —siguió contradiciéndome Martín—, si huimos ahora no conseguiremos escapar. No creo que esos dos hayan venido solos a vencer al enemigo.

Sabía la razón por la que él se comportaba así, Martín sabía cuáles eran mis intenciones y no quería que me saliera con la mía, pero yo no le dejaría impedírmelo. No quería que sufrieran más por mi culpa, no era justo.

— Está bien —dije cansada de la conversación—, pero en cuanto esto haya terminado os pondréis a salvo.

Ian no dijo nada, se mostraba frío y distante, de repente sentí un pinchazo en el corazón como si una aguja lo intentara atravesar. Sabía que ese dolor no desaparecería, aunque no sabía a qué se debía, pero no conseguiría distraerme.

— La que camina delante es Alina, la instructora de magia de Martín —dijo Ian monótonamente—. El que va detrás es un estratega en el que mis padres confían, se llama Francesco, pero mis padres le llaman Fran.

— ¿Hay algún dato más que debamos saber? —pregunté refiriéndome a Tais y a mí.

— No —dijo Martín sin apartar la mirada de la joven—, ahora solo nos queda observar.

Nadie añadió nada, Alina se había agachado y los cuatro estábamos expectantes a la espera de la reacción que provocaría el hechizo de la antigua instructora de magia de nuestro amigo. Podía sentir la preocupación y la tensión que estaba experimentando Tais en ese momento, porque, aunque no estuviera de acuerdo con las decisiones que tomaba su familia, los quería.

Sentía que debía hacer algo, pero no se me ocurría nada. De repente un pequeño chorro de agua apareció al lado de Alina, los cuatro permanecimos expectantes y sorprendidos. Para nuestro completo asombro vimos cómo el suelo que estaba a sus pies se volvía líquido para que de se hundieran parcialmente el estratega y la instructora y después se endurecerse en menos de un segundo inmovilizándolos. Ninguno de los dos parecía sorprendido o aterrado.

— ¿Pensabais que podríais derrotarnos con una estrategia tan simple? —preguntó Sita apareciendo detrás de un árbol a no muchos metros de ellos.

— No nos subestimes —le advirtió Francesco—, siempre nos guardamos un as bajo la manga.

Oí pasos que procedían del bosque y que se acercaban. Todos mis sentidos se agudizaron y sabía que si no nos escondíamos nos descubrirían.

Lucha entre las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora