Leonor se acercó a mí, me miró fijamente a los ojos. Su mirada siempre me atrapaba y dejaba de pensar.
— Lo siento —dijo ella—, lo arruiné. Nunca nadie me había querido de la forma en la vosotros lo hacéis y ya no sé si esta es mi vida, no sé si es lo que merezco, no sé si es real. Sin embargo, tú pareces preocuparte por mí de una forma distinta de la que nadie hace, nunca había sentido esto y...
— No sigas —le pedí—, no has hecho nada malo, no hay nada de lo que tengas que arrepentirte.
Entonces la rodeé con mis brazos intentando calmarla. No rechazó el abrazo así que no la solté. Tenía su cabeza apoyada en mi pecho.
— Gracias —dijo de forma casi inaudible.
— ¿Por qué? —pregunté sin entender.
— Por saber qué necesito aunque yo diga lo contrario. He sido una cobarde y por eso te he hecho sufrir..., a ti y a Lili.
— No —dije casi susurrando—, tú no tienes la culpa de lo que gente desalmada como mis padres hagan.
— Pero yo la llevé a esa trampa —sentí algo mojado a la altura a la que se encontraban sus ojos.
— No, tú no quisiste que ellos la encontraran y sabes que la habrían matado de todas formas. Por mí no te preocupes, lo que pasó fue mi culpa te hice sentir incómoda y no me di cuenta por mi egoísmo.
— No..., no es verdad, no lo hiciste por egoísmo, dejaste que tus sentimientos te guiaran, pero yo no supe qué hacer y mi solución fue huir. Huí porque tenía miedo de descubrir lo que siento por ti. No te quiero perder, pero prefiero que estés a salvo y siento que cuanto más cerca estés de mí más daño te haré, pero si me alejo... sé que sufrirás y no quiero eso... Te quiero —mi corazón se aceleró, estaba seguro de que ella lo estaba escuchando—, quiero protegerte y estar contigo, quiero ser la persona en la que siempre te puedas apoyar, la que te ayude y acompañe siempre. Quiero que te acuerdes de mí, pero mi recuerdo te puede hacer daño y eso es lo que me da miedo, todo lo que se acerca a mí se acaba transformando en cenizas.
— No es verdad —dije agarrándole la cabeza con delicadeza mientras trataba de dirigir suavemente su mirada hacia mí—, tú eres la que me ha hecho abrir los ojos, eres el sol que me ha hecho florecer, el agua que calma mi sed y el apoyo que me ayuda a andar..., pero sobretodo eres la estrella que me guía cuando la oscuridad se abalanza sobre mí. Lo último que quiero es hacerte daño, me gustaría poder ayudarte al menos la mitad de lo que tú me has ayudado a mí. No dejaré que nada malo te pase a partir de ahora. Esta será la primera y última vez que permita que llores por mi culpa. Te quiero Leonor, más de lo que nunca he querido a nadie, te necesito cómo el aire que respiro o el fuego que me mantiene con vida, quiero protegerte y ayudarte. No te obligaré a hacer algo que no quieras, estaré siempre contigo, deseo estar a tu lado.
Una tímida sonrisa se dibujó en sus labios. Su sonrisa era la más bonita que mis ojos nunca habían visto y su risa hacía que vivir mereciera la pena. En ese momento sentía que en el universo solo estábamos los dos.
— Ian —dijo ella susurrando—, te amo.
— Leonor, te amo.
Mi corazón seguía acelerado y sentía que el suyo también, nuestras respiraciones eran lentas, tranquilas, pero dentro de nosotros había de todo menos tranquilidad. Leonor seguía mirándome, sin reprocharme ninguno de mis errores, aceptándome tal y cómo era y yo solo quería devolverle todo ese amor.
Entonces, la pequeña diferencia de altura que nos separaba se desvaneció cuando, al cerrar los ojos, nos fundimos en un dulce beso. Sentía que ni el cielo podría superar aquello, lo único que sentía era a Leonor a mi lado, eso era lo único que necesitaba, su amor y cariño. Yo la sostenía con mis brazos y ella me agarraba con dulzura la cabeza evitando que separara mis labios de los suyos, aunque yo no tenía intención de alejarme. Todo parecía insignificante a su lado y en ese instante más que nunca. Me sentía completo con ella.
No sé cuánto duró, pero sí recuerdo que sentí ese como el mejor momento de mi vida hasta entonces y sabía que marcaría un nuevo comienzo. Ese día todos habíamos cambiado, nos habíamos vuelto un equipo en el que las diferencias empezaban a desaparecer como una herida profunda que cicatriza.
Separamos lentamente nuestros labios intentando hacer infinito ese momento. Acaricié suavemente su pelo, mis dedos se enredaban en él, pero seguía siendo suave y cálido, ella me acariciaba una mejilla a la vez que me sonreía dándome a entender que había sentido lo mismo que yo. Nuestras manos se acabaron juntando sin intención de separarse.
Segundos después Martín y Tais vinieron corriendo desde el piso de abajo muy preocupados por algo que habían encontrado. Leonor y yo intercambiamos una mirada de incomprensión mientras esperábamos que llegaran ante nosotros.
— ¡Chicos! —dijo Tais alarmada y casi sin aliento— tenemos un gran problema.
— ¿Qué sucede? —pregunté sin soltar la mano de Leonor.
— Tais encontró un chip rastreador en mi muslo izquierdo —dijo Martín tratando de mantener la calma—. Un matorral lleno de espinas me rasgó el pantalón y Tais se dio cuenta del chip.
— Ya entiendo por qué los camaleones os soltaron cuando encontraron a Leonor —dijo Tais refiriéndose a Martín y a mí—, querían que fuerais vosotros quienes encontrarais el libro por ellos. Además de esta forma también podrían controlaros. Lo siento, no tenía ni idea. Mi padre y mi abuela no siempre me lo cuentan todo.
— No te preocupes —dije yo sorprendiéndola—, no es tú culpa.
— Por cierto Leonor, ni tú ni yo podemos tener uno —dijo Tais sorprendiéndola—, si nos transformamos con un chip adherido a nuestra piel puede clavarse en un órgano vital del animal en el que nos transformemos.
— Entiendo... —dijo Leonor— Ahora dadme el chip, no lo destruyáis, puede servirnos para tenderles una trampa. Martín, Tais, id a mirar por los alrededores a ver si hay alguien espiándonos, tened cuidado y antes de atacar volved. Si hace falta luchar lucharemos todos juntos, se acabó ir cada uno por su cuenta.
Ambos asintieron y la obedecieron. Sabía que aún le dolía la muerte de Lili, pero también era consciente de que ella no se dejaría derrotar, sino que la usaría para hacerse más fuerte.
— Ahora tenemos que encontrar el chip que me habrán colocado a mí —dije yo.
Leonor asintió y entre los dos nos pusimos a buscar el diminuto chip. Al final fue Leonor la que dio con él, pues se encontraba en mi espalda.
— Ahora hay que trazar un plan —dijo ella—. ¿Se te ocurre algo?
— Lo único que se me ocurre es utilizarlo para desviarlos de nuestro camino, pero creo que esa no es tu intención.
— No —contestó ella—, no lo es. Mi intención es tenderles una trampa, pero será peligroso.
— No quiero que nada malo te pase —dije preocupado.
— Lo sé —dijo dedicándome una gran sonrisa—, no haré nada peligroso en solitario, ya no.
Estuvimos tratando de idear un plan para usar esos chips que habíamos encontrado. Millones de estrategias pasaban por nuestras mentes, pero pocas eran lo suficientemente seguras.
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Lucha entre las Sombras
FantasyLa oscuridad acecha en todas partes. A veces nos consume y nos transforma en unos extraños, robándonos nuestros recuerdos. A Leonor la oscuridad le robó su pasado y ahora tendrá que recomponer las piezas esparcidas de la memoria. Mientras tanto libr...