(43) Martín

18 2 9
                                    

Nos despedimos de Leonor, nos íbamos a preparar para ir a dormir. El silencio nos rodeaba. A ambos nos había sorprendido la actitud de Leonor con Lucía, Tais, parecía confiar en ella a pesar de no conocerla.

— ¿Crees que nos podemos fiar de ella? —le pregunté a Ian.

— Leonor confía en ella —respondió él—, podría ser una buena aliada, pero creo que ahora no es más fiable de lo que lo son su padre y su abuela.

En ese momento alguien llamó a la puerta ambos nos miramos sorprendidos y yo me levanté para abrir. Me encontré con la amplia sonrisa de Lucía.

— Siento molestar, pero mi padre me dijo que tenía un mapa de la zona en la tienda y como le habíais dicho a mi abuela que lo necesitabais para orientaros y poder regresar con tu padre vine a avisaros. Os lo puedo traer, si queréis.

— No —dijo Ian—, dinos dónde está y vamos a por él.

— De verdad —ahora ya no sonreía, parecía preocupada—, no me cuesta nada ir a por él.

— Así ya no tienes que volver para dárnoslo —insistió Ian.

— Está bien, seguidme —dijo ella entre dientes.

No dijo ni una palabra por el camino. A pesar de que Tais lo había intentado impedir nos estábamos metiendo en la boca del lobo y no lo sabíamos. Llegamos y entramos en la farmacia que estaba a oscuras porque ya habían cerrado. Oímos unos pasos detrás de nosotros y paramos para asegurarnos de que no había sido nuestra imaginación, pero ya era demasiado tarde. Unas manos nos agarraron y nos ataron las muñecas mientras una segunda persona nos tapaba la cabeza, entre forcejeos pude oír la voz de Tais.

— Lo siento —sonaba realmente apenada y arrepentida.

Nos hicieron andar, sentía como alguien me empujaba mientras salíamos de la farmacia y después empecé a notar que estábamos andando cuesta abajo. Llegamos a una amplia sala donde nos destaparon la cara, Ian y yo compartimos una mirada de preocupación. Oímos pasos acercarse y cuando la tenue luz iluminó sus rostros pudimos ver a Delia y a Ignacio.

— Hola Iván —dijo Delia—, hola Manuel. Creo que ha habido una pequeña confusión por mi parte, resulta que debí entender mal vuestros nombres, ¿verdad? Ian, Martín. La realidad es que yo tampoco me llamo Delia, mi nombre es Lida. Gracias por vuestra ayuda.

— Jamás os ayudaríamos —dije con la ira presente en mi voz.

— Lo estáis haciendo —dijo Ignacio—, gracias a vosotros podremos conseguir lo que tanto buscábamos. Por cierto, mi nombre es Sita.

— ¿Qué es lo que buscáis? —preguntó Ian sabiendo la respuesta.

— Queremos a Leonor —contestó Sita—, es justo lo que necesitamos. Le drenaremos su poder.

— ¿Veis a Leonor solo como una fuente de poder, como una arma que podéis usar a vuestro antojo? —dijo impotente Ian.

— No —contestó Lida—, también es hija de unos traidores y además es una híbrida, por lo tanto en vez de simplemente matarla, como manda la ley, aprovecharemos antes su gran poder. ¿Cómo íbamos a desaprovechar semejante oportunidad?

— Una oportunidad... la oportunidad para ganar esta estúpida guerra por el poder, es un sinsentido —gritó Ian.

— Lo único que conseguiréis es morir, será una guerra suicida para ambos bandos —dije intentando deshacerme de mis ataduras sin éxito.

— Sucias ratas —masculló Ian.

— No eres el más adecuado para decirlo —dijo Lida—, tú has sido el que ha traicionado a sus propios padres. No eres el más indicado para decir quién es o no una sucia rata.

Lucha entre las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora