(42) Leonor

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Lo que me dijo Ian me había sorprendido. Soy una bomba, podía estallar en cualquier momento y no lo sabía. Lo peor es que dudo que al estallar la explosión solo se produzca en mi interior, no seré la única que resulte herida y eso era lo único que me preocupaba. Debía tener mucho cuidado a partir de ese momento y conseguir que mi cuerpo soportara cada vez más energía para ser menos peligrosa poco a poco.

Bajé aquellas eternas escaleras y llegué a una especie de guarida subterránea, seguí un olor que me resultaba extrañamente familiar. Gracias a mi olfato encontré a Tais, la chica que me había seguido el día anterior a la batalla y a la que había visto rodeada de unos seres demoníacos. Con ella estaba un hombre que debía ser su padre y la señora que nos había acogido en su casa.

— Han llegado dos chicos de la edad Tais con una gata negra —dijo la mujer—. No me resultan familiares sus caras, pero algo me dice que no son campistas perdidos.

— Tu intuición no ha fallado de momento, madre —dijo el hombre que estaba al lado de la chica.

— Cambiando de tema —interrumpió la anciana—, ¿ya sabemos si esa chica llamada Leonor es la hija de Lisana?

— Sí, según algunos cálculos todo apunta a ello, además tiene un parecido muy grande con ellos —su expresión cambió—. Ni siquiera muertos dejan de provocar problemas esos dos traidores.

Mi alma gritaba, tenía la indescriptible necesidad de atacarles y demostrarles que merecían más respeto del que nunca ellos podrían llegar a aspirar, pero me contuve. Si me hubiera abalanzado sobre ellos solo habría empeorado las cosas.

— No te preocupes —dijo la anciana—, ahora en vez de matarla podemos aprovechar su poder para ganar la guerra.

— ¿Qué te hace pensar que los demonios no lo hayan hecho ya? —pregunta Tais participando por primera vez.

— Porque me han dicho unos chivatos que ella y los dos chicos se han escapado esta mañana.

— Las noticias vuelan —dijo su hijo.

— Si Iván, Manuel y Luna son Ian, Martín y Leonor llevaremos a cabo el plan "captura y rescate". Será divertido —finalizó la mujer con una sonrisa perversa dibujada en su rostro.

Subí rápidamente por las escaleras para no ser vista y maúlle para que Ian o Martín me abrieran la puerta. Martín fue el que me dejó pasar. Ambos estaban ya listos para investigar por la aldea, pero antes tenía que advertirles, así que me puse dentro de una camiseta grande que había en el suelo y me transformé.

— ¿Qué tal la investigación? —preguntó Martín.

— Bajo tierra tienen una guarida, no es tan grande como la de los hechiceros pero les sirve para hacer reuniones secretas. Sospechan de nosotros, así que debemos tener mucho cuidado con cada paso que demos —dije mirándolos seriamente.

— Tendremos mucho cuidado —contestó Martín—, pero tú también tienes que ser cuidadosa, sobre todo contigo misma.

Entendí lo que me quiso decir Martín. Ian le había contado que ser una híbrida era muy peligroso y mortal, pero sabía lo que hacía y no me dejaría vencer por el miedo que debería sentir por lo que se supone que me iba a pasar. Mi mayor miedo es que haya gente que sufra por mi culpa.

— Así que los encontramos a la primera —dijo Ian sacándome de mis pensamientos.

— Una cosa más —dije volviendo a captar su atención—, esta noche necesito que hagáis un hechizo de ilusión sobre vosotros mismos, porque aunque ahora no me cuesta mantener la forma de vuestras caras no podré hacerlo mientras duermo, al menos no aún.

Lucha entre las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora