(45) Ian

22 1 9
                                    

¿En qué estaba pensando Leonor? ¿Qué ha pasado? ¿Por qué? Mi mente estaba confusa, no sabía qué debía pensar. Martín y yo teníamos miedo de que Leonor hubiese cometido un error que acabara con su vida. Intentábamos apartar aquellos pensamientos de nuestra cabeza, pero resultaba imposible. Nos concentramos en buscar una forma de encontrar a Leonor o a Tais, porque ella sabría mejor que nosotros cómo rescatarla. Dimos vueltas por dónde antes se había situado esa misteriosa aldea, para encontrar una entrada, pero no había ni rastro de nada de lo que conocíamos.

La aldea se había transformado en un conjunto formado por grandes rocas que sustituían las casas antes allí se encontraban. Las entradas debían estar bloqueadas ya que no encontramos ninguna.

— Tiene que haber alguna manera de entrar —dije desesperado.

— O no —dijo Martín aparentemente despreocupado—. Puede que creen la salida cuando la necesiten, para no correr ningún riesgo de que los descubran, el problema es que no sabemos cuándo va a pasar eso.

— No debemos dejar de buscar —dije mostrando una falsa tranquilidad—, no quiero perder la oportunidad de encontrarla.

— Lo sé, yo estoy tan preocupado como tú, pero no solo tenemos que ayudar a Leonor, Tais también nos necesitará.

No había pensado en ella, no la consideraba importante, al fin y al cabo era un monstruo. Los prejuicios con los que me habían educado no habían desaparecido y sabía que eso debía cambiar, pero era incapaz de superarlos. Cuando te educan para odiar algo es difícil aceptarlo después como algo que es igual que tú y merece el mismo trato que tú.

— Solo quiero encontrar a Leonor —dije dándome la vuelta para seguir buscándola.

— Sabes que si encontramos a Leonor Tais estará con ella —dijo Martín sabiendo el porqué de que no pensara en Tais.

Seguimos buscando por todas partes, pero no había ni rastro de cualquier indicio de vida. Las esperanzas se esfumaban, pero, de repente, vi dos siluetas a lo lejos, por un momento pensé que podrían ser ellas, pero cuando enfoqué mejor la vista la felicidad que había sentido se esfumó. Agarré a Martín del cuello de la camiseta para ocultarnos detrás de la roca más cercana. Le empujé con demasiada fuerza contra la enorme pero suave piedra, unos segundos después, cuando Martín volvió a respirar con normalidad, frunció el ceño y me miró confuso y enfadado.

— ¡¿Qué te...?! —intentó reprochar en voz tan alta que le podrían haber oído incluso bajo tierra.

Si gritaba nos delataría, así que le impedí seguir hablando. Las dos figuras se habían girado en nuestra dirección dando unos pasos hacia nosotros, por un momento pensé que nos habían descubierto, pero al no ver nada sospechoso prosiguieron su camino, parecían tener prisa.

— Cállate —le ordené en voz baja—, no estamos solos y no me parecen de fiar.

Martín se asomó para ver a quienes me estaba refiriendo y en cuanto los vio se giró hacia mí. Su cara era una mezcla entre desconfianza y curiosidad.

— ¿Los conoces?

— No los he podido ver bien —contesté—, pero probablemente los han mandado mis padres.

— Eso ya lo sé —dijo sin apartar la vista de mí—, lo que quiero saber es si tienes alguna idea de por qué están aquí.

— Aunque pienses lo contrario mis padres no me contaban nada de sus planes secretos, yo solo era una marioneta más que usar a su favor —ahora yo también le estaba retando con la mirada—. Tenemos que seguirlos y averiguar qué traman, vamos.

Nos pusimos en marcha en la misma dirección que las dos figuras ocultándonos entre los árboles. No parecían tener rumbo fijo, pero si la confianza que se tiene cuando sigues un plan. Algo no cuadraba.

Cuando nos acercamos lo suficiente para poder diferenciarlos. La expresión de sorpresa se hizo presente en el rostro de Martín al ver a Alina, su instructora de magia. Iba acompañada de un hombre aparentemente sereno, a diferencia de ella que parecía estar furiosa por algún motivo, aunque ese no era un gran dato porque ella siempre parecía estar de mal humor.

— ¿Conoces al que va con ella? —preguntó Martín sin dejar de mirarlos.

— Es un gran estratega, mis padres confían todos sus planes de ataque a él sin dudarlo, así que si está aquí es por algo importante.

— ¿Entonces qué hace Alina con él?

— Supongo que sabrás que Alina es muy buena manejando el agua aunque no sea lo que mejor haga —él asintió—, probablemente sea parte de un plan para encontrarnos.

— Quizás no nos estén buscando a nosotros —dijo Martín sin separar la vista de su antigua instructora.

Entendí lo que quería decir, estaban demasiado ocupados con la guerra que se acercaba como para pararse a pensar en buscar a dos chicos rebeldes, pero quizás a Leonor sí. Si la encontraban no la dejarían escapar de nuevo, la utilizarían, como a mí toda mi vida, pero serían incluso más crueles. No podíamos permitir que eso pasara.

— Mira —dijo Martín señalando hacia dónde estaban Alina y el gran estratega—, ¿estás pensando lo mismo que yo?

Alina estaba agachada con las palmas de las manos apoyadas en el suelo, parecía estar muy concentrada. No estaba seguro de que Martín pensara lo mismo que yo, pero mis dudas se disiparon cuando un pequeño chorro de agua a presión apareció delante de Alina y la expresión de Martín no cambió.

— Sí —respondí—, están intentando ahogarlos.

— O eso o están intentando hacerlos salir y el agua es solo un modo de hacerlo, o incluso las dos cosas a la vez.

— En cualquiera de los casos esto no es bueno —dije preocupado, pero sin dejar de prestar atención a la escena.

Nos acercamos un poco más hasta que estuvimos lo suficientemente próximos como para poder oír lo que decían, pero lo suficientemente lejos como para que no nos pudieran ver. El hombre satisfecho miró y le dijo con voz grave a Alina que parara.

— Sigamos —continuó hablando—, no creo que anden muy lejos.

La joven se limitó a obedecer. El chorro de agua cesó, así que supuse que habría drenado toda el agua de la tierra. Bajaron en dirección al valle, hacia dónde estaban las rocas que habían formado una aldea no mucho tiempo atrás. Teníamos que reaccionar, rápido o, de lo contrario, las esperanzas de encontrar a Leonor con vida disminuirán considerablemente.

Sentí un golpecito en el hombro y me giré rápidamente lanzando una patada al aire. Mi mente empezó a imaginarse todo tipo de situaciones en menos de un segundo, pero ninguna de ellas era favorable, aunque la realidad era algo que no me esperaba.

Lucha entre las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora