(39) Martín

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Leonor no apareció durante la cena, no pude evitar preocuparme. Ian me preguntó si sabía algo, no le di ninguna excusa. No la veía desde después de comer y me preocupaba, ya no tenía que ocultarnos nada a ninguno. Quise pensar que solo se había ido en una de sus investigaciones secretas, pero la última vez que llegó tarde volvió con la noticia de que iba a estallar una guerra. Ian estaba tenso, apenas habló y no probó bocado. Cuando terminamos de cenar fuimos los dos a mi habitación.

— ¿No tienes ni la mínima idea de dónde puede estar? —me preguntó Ian nervioso.

— No se me ocurre ninguna explicación coherente —respondí cabizbajo.

Se dedicó a dar vueltas por la habitación, me estaba preocupando, pero no lo podía culpar. La primera persona que le había dado una oportunidad y a la que amaba había desaparecido. Intenté sacar un tema de conversación para distraerlo.

— ¿De qué hablasteis la noche anterior al ataque?

— Me pidió que le contara lo que me habían dicho mis padres —dijo parándose delante de mí.

— ¿No le contaste nada más? —pregunté con curiosidad.

— Le conté lo que había descubierto sobre sus orígenes, le conté la historia de sus padres —una sonrisa se dibujó en su semblante—, al principio dudaba, pero cuando lo asumió empezó a hacer más preguntas sobre su pasado y todo lo que le concernía.

Me contó la trágica historia de sus padres tal y como se lo había contado a ella. Ahora podía entender la manera de ser de Leonor mejor de lo que ya creía hacerlo. Noté cómo Ian se relajaba poco a poco aunque siguiera preocupado.

— ¿Cómo conseguiste tanta información? —pregunté— No parece que sea algo que todo el mundo sepa.

— Leonor no es la única que se cuela en todas partes —dijo sonriendo pícaramente—. Hay una parte a la que solo pueden acceder mis padres y un par de personas más, allí se guardan secretos que no quieren que se conozcan, secretos que provocarían gran rebeldía en ambos bandos. Cada uno esconde sus propios errores convirtiéndolos en secretos para conseguir que sus súbditos sean más fieles y así controlar a los rebeldes.

— Imagino que tendría todo tipo de medidas de seguridad, sobretodo para detectar la magia —mi afirmación sonó más a duda que a seguridad.

—Sí, pero a nivel informático las alarmas son complejas por lo que no usan hechizos prácticamente, requiere menos energía —hizo una pequeña pausa antes de continuar—. Aprendí a desactivarlas sin que nadie se diese cuenta y descubrí muchas cosas gracias a ello.

— ¿De dónde vienen las Sombras? —pregunté cambiando de tema.

— A lo que vosotros les llamáis Sombras, es el resultado de un hechizo fallido. Tenía como finalidad conseguir que el hechicero que lo llevara a cabo consiguiera mucho poder muy fácilmente, pero no funcionó y se volvió en su contra —se había sentado a mi lado y la tensión no era tan visible en su rostro—. Hoy en día esos seres están prácticamente erradicados y son un problema menor a pesar de que los pocos daños que causan son importantes, claro que una sola persona no se puede hacer cargo de todas las Sombras que pueden llegar a habitar una ciudad.

— Leonor se ha pasado la mayor parte de su vida luchando contra esas cosas, intentando salvarnos a todos de ese peligro —dije pensando en voz alta.

La tensión y el miedo volvían a estar presentes en el aire y sentía cómo Ian estaba a punto de estallar. No se me ocurría nada para calmar o arreglar la situación, ya que yo tampoco era capaz de tranquilizarme.

— Voy a hablar con mis padres —dijo saliendo de la habitación—, estoy seguro de que ellos son los culpables.

— Ian —le llamé preocupado—, no te precipites, las cosas podrían empeorar. Para y piénsalo por un segundo.

Lucha entre las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora