(20) Martín

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Cuando Leonor giró la esquina de la calle supe a quién buscaba la persona que nos observaba la noche anterior, buscaba a Leonor, no quería que fuera quien fuese le hiciera daño aunque sabía que eso era prácticamente imposible.

Leonor es una persona muy fuerte y lista, además no se deja engañar fácilmente. Supe que nunca debería preocuparme por su seguridad desde la primera vez que la vi. Emanaba confianza, decisión y tranquilidad, confiaba plenamente en ella y si estaba relajada sabía que no había nada de lo que preocuparse, pero aún así no me fiaba de quien quiera que la estuviese siguiendo.

Me volví a quedar dormido, al despertar fui a la cocina para prepararme el desayuno, mis padres ya estaban despiertos y les di los buenos días.

— ¿Qué tal has descansado Martín? —preguntó mi padre.

— Muy bien —mi voz ya no sonaba ronca.

— ¿Te apetece salir a comer después? —preguntó mi madre.

— Sí, me encantaría —contesté alegremente.

Casi nunca podía estar con mis padres y aprovechaba esas situaciones todo lo que podía, no dejaba escapar ninguna oportunidad. Desayuné tranquilamente y, al terminar, me fui a mi habitación para practicar magia. Cada vez la controlaba mejor, pero el fuego se me resistía, no entendía cómo era capaz Leonor de controlarlo tan bien. Empecé a experimentar con el hielo y agua. En mi habitación siempre tenía una botella rellena de agua, así que la aproveché.

Hice levitar un poco del contenido de la botella y una vez conseguí mantenerlo flotando durante más de cinco segundos intenté congelarlo en el aire. Al principio no era capaz porque el agua se caía o solo congelaba una pequeña cantidad de lo que hacía flotar. Me costó mucho perfeccionar el hechizo, pero poco a poco me iba saliendo mejor. Más tarde traté de hacer el inverso, cree un poco de hielo y lo intenté derretir, pero no fui capaz. No se me daban bien los hechizos de calor. No intenté hacer hechizos de aire o de plantas, porque no estaba seguro de poder controlarlos y no quería causar daños que pusieran poner en peligro a nadie. Antes de probar hechizos nuevos prefería perfeccionar los que ya sabía.

Cuando fue la hora de ir a comer me vestí y fui con mis padres a un local que nos gustaba mucho. El camarero fue muy amable, enseguida nos sentamos y empezamos a hablar.

— ¿Qué tal tu semana? —me preguntó mi madre.

-Muy bien —quise decirle que había conocido a Leonor y por un momento dudé—, tengo que hacer un trabajo le lengua con una compañera y pronto terminaremos.

— ¿Cómo se llama? ¿Te cae bien? —preguntó mi padre.

— Se llama Leonor, es muy buena, me cae muy bien.

— Un día nos la tienes que presentar —dijo mi madre.

Yo asentí sin articular palabra. No sabía si había sido buena idea decírselo, porque ahora querrían ver a Leonor en cuanto tuviesen la oportunidad y no sabía si Leonor estaría por la labor, pero no podía volver atrás en el tiempo.

— ¿Qué tal vosotros en el trabajo? —pregunté mientras empezábamos a comer el primer plato.

— Muy ocupados, ya sabes, mucho papeleo —dijo mi padre.

— Es muy aburrido Martín, no te preocupes por eso —dijo mi madre.

Siempre me respondían lo mismo, nunca me contaban si les iba bien o si tenían algún problema, solo me decían si tenían mucho o demasiado trabajo. Estaba arto de esa respuesta, pero nunca les respondía con cara de desagrado, porque no quería pasarme el poco tiempo que estaba con ellos de mal humor.

— Se acercan los exámenes de fin de curso —asentí ante la afirmación de mi madre-, ¿qué tal te va con las materias?

— Bien, estamos en la recta final, será duro- dije.

— Ánimo, en cuanto acabes estos últimos exámenes ya podrás tener todo el tiempo libre que quieras.

No me gustaba tener que hacer exámenes, pero durante el verano mientras mis padres no tenían vacaciones me sentía muy solo. Ellos siempre me habían dicho esas palabras como si fuera a ser un alivio para mí, pero no lo era. Supuse que ese año cambiaría porque tenía a Leonor y podría estar con ella. Era cierto que durante las vacaciones quedaba con mis amigos, pero había veces que ellos no podían porque estaban ocupados, por eso me pasaba muchos días en casa y usaba los libros como mi único entretenimiento. La soledad era lo que había provocado que todas mis estanterías estuvieran llenas.

Para mis compañeros era alguien guay y popular como el resto que, aunque se pudiera molestar, siempre solía estar de buen humor, pero lo que ellos no sabían era que los estaba utilizando. Trataba de engañarme diciéndome a mi mismo que era mis amigos y que lo pasaba bien con ellos, pero solo los usaba para no sentirme solo. Muchos aspectos de su manera de ser me molestaban, odiaba que fueran tan simples y superficiales, eran incapaces de anteponer la educación o el respeto a su orgullo o al sentimiento de superioridad.

Cuando ellos se metían con alguien yo me volvía cobarde, no participaba, pero tampoco ayudaba a la persona a la que hacían sufrir. Había gente que les contestaba con verdades humillantes que simplemente les hacían callar, pero había otros que se encogían esperando a que pasase la tormenta y yo no hacía nada por ellos y eso me hacía sentir miserable.

Mis padres me sacaron de mi abstracción de la realidad al preguntarme si quería ir a dar un paseo después de comer y acepté encantado su propuesta. Anduvimos por la ciudad y charlamos, reímos y recordamos anécdotas de tiempo atrás. Todo estaba en calma, demasiado para mi gusto. Después de llevar caminando un rato me di cuenta de que no percibía a ninguna Sombra cerca, fue como si se las hubiera tragado la tierra.

Volvimos a casa y mis padres descansaron mientras yo me fui a mi habitación a seguir practicando más hechizos. Se me pasó el tiempo muy rápido y en cuanto me quise dar cuenta era de noche y ya estaba viendo la película con mis padres. Trataba de un grupo de magos que mediante trucos ayudaban a los que habían sido estafados y castigaban a los estafadores. La película tenía unos efectos especiales muy bien logrados, una trama que me enganchó desde el principio y mucha acción, pensé que merecía más reconocimiento del que le habían dado, ya que muy poca gente la conocía.

Ese día disfruté mucho en compañía de mis padres, no deseaba que ese momento se terminara nunca, pero sabía que lo haría. Recordé a Leonor durante la película y me pregunté qué estaría haciendo en ese momento.

Lucha entre las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora