(33) Ian

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Sabía que Leonor estaba analizando el entorno, pero no sabía hasta que punto. Me ponía nervioso, no era capaz de entender cómo alguien podía hacerme sentir así. Me incomodaba lo parecidos y diferentes que éramos, pero sobre todo lo independiente que era, nunca lo habría admitido.

Después de las actividades de la tarde tuvimos la cena, pero Leonor no apareció. Me dio mala espina, por un segundo pensé que estaría metida en líos. De todas formas debía mostrar total indiferencia.

— Me dijo que no le apetecía cenar —dijo Martín a modo de excusa.

Empezamos a comer, el ambiente se estaba volviendo tenso, así que decidí romper ese incómodo silencio.

— ¿No estáis preocupados por saber qué hemos hecho para ocultar vuestra desaparición en el orfanato, en tu casa y en el instituto? —pregunté intrigado.

— ¿Esa te parece la única preocupación que tenemos? —dijo sin contestar a mi pregunta una vez más.

— Era mera curiosidad —dije sin darle más importancia.

Martín suspiró y decidió que era buena idea contestarme y dejar de intentar hacerme su enemigo. Desde luego aquella no era su naturaleza.

— Ya me supongo cómo lo habréis hecho y no tengo duda de que Leonor también —dijo convencido—. Probablemente habréis creado una especie de clones que nos sustituyan, aunque dudo mucho que puedan llegar a ser muy realistas, por lo que más sencillo y práctico es fingir nuestra muerte.

Me sorprendió su respuesta, ya que eso había sido lo que había ocurrido exactamente. Esas réplicas no durarían eternamente, ese era el gran problema. Además había una alta probabilidad de no fueran lo suficiente realistas, por lo que si permanecieran activos durante mucho tiempo la gente podría empezar a sospechar.

Después de cenar fui a mi habitación y miré por la ventana. Me pareció ver algo extraño en el valle, me dio mala espina, algo andaba mal. Me hice invisible y salí al bosque, bajé y pude ver una tenue luz a lo lejos. Anduve hasta que pude diferenciar de qué se trataba. Eran unos monstruos haciendo hechizos de luz, se preparaban para atacar. La batalla empezaría antes de lo esperado y eso no era buena señal. Pude oírlos cuchichear, me resultaba repugnante su sola existencia. Debíamos deshacernos de ellos, unos seres tan odiosos y malignos no deberían existir. Eso era lo que me habían inculcado desde pequeño.

Sentí que alguien más los estaba observando, en ese momento pensé que sería Leonor. Era la solución más probable y lo que explicaría que no hubiese asistido a la cena. Su comportamiento me hacía odiarla, pero a la vez me atraía. Era todo demasiado contradictorio.

Quise volver antes de que alguien se percatara de mi salida. Al llegar a mi habitación sentí curiosidad por saber si Leonor estaba en su habitación, así que llamé a su puerta. No obtuve respuesta, giré el pomo de la puerta y entré. Estaba vacía, Leonor había desaparecido. Por alguna extraña razón eso me inquietó, me preocupó, aunque sabía que era normal en ella.

Decidí que debía avisar de lo que acababa de descubrir y que supondría un más que posible cambio de planes. Al llegar al despacho de los directores de nuestro clan esperaba encontrar tan solo a uno de ellos, pero estaban los dos allí.

— Traigo malas noticias —avisé nada más cruzar al puerta.

— ¿Y bien, Ian? —preguntó mi padre.

— Sospecho que los monstruos están planeando contraatacarnos antes de lo previsto. Desde mi ventana se puede ver una luz que no parece ser natural —dije sin mencionar mi pequeña escapada.

— Ya nos encargamos nosotros —dijo mi madre—. ¿Te acuerdas de lo que me dijiste en la cancha abandonada? —yo asentí— Pues Alina y Alex me han dicho que tienen un nivel mágico mayor del que me habías comunicado, no mucho más, pero cualquier pequeño detalle cuenta. Lo sabes.

— Sí, señora

Pude ver la cara de decepción que llevaba evitando tanto tiempo. Odiaba esa expresión, me traía malos recuerdos y pensamientos tristes. A pesar de todo permanecí impenetrable, aunque todo dentro de mí se desmoronaba. Sentía una gran frustración e impotencia.

— Confiamos en ti —dijo mi padre—, no nos mientas ni intentes engañarnos. Ya sabes que los sentimientos son una debilidad, si querías ayudarlos ocultándonos esta información tendremos que alejarte de ellos.

— Yo conté lo que sabía, lo que pude descubrir en esos cuatro días que tuve para observarlos, señor — dije justificándome—. Siento haberles proporcionado información errónea.

— Esperamos que no vuelva a ocurrir — dijo firme mi padre—. Puedes irte.

— Espera —dijo mi madre deteniéndome antes de llegar a la puerta—, estate atento a cada uno de los movimientos de Leonor. No nos fiamos de ella. Como ya sabes hay muchas lagunas sobre ella que no se habían dado con ninguna otra persona, no nos transmite seguridad. Dinos todo lo que descubras sobre ella, sin olvidar ningún dato por pequeño o insignificante que parezca.

— Lo haré —dije—, como me han enseñado.

Sabía que no sería capaz de hacerlo, pero en ese momento no era consciente de ello. Era incapaz de dañar a Leonor aunque ella pudiera herirme a mí. Había algo que me lo impedía. Mis padres me han educado con disciplina y esfuerzo, nunca me han abrazado o me han dicho que me quieren. No sé lo que es cariño, en ninguna de sus formas. Jamás me he consolado en nadie, ha aprendido a desechar mis sentimientos, me resultaban un estorbo.

He sido creado para obedecer y para ser el mejor en todo, sin querer serlo, sin entender por qué más allá de que ellos lo querían así. Una vez pedí un deseo, quería a alguien que me hiciera saber que era querer, alguien que me abrazara, que me escuchara, ya casi lo había olvidado. Ahora ya no siento esa necesidad, pero algo se estaba despertando en mí y no lo podía controlar. Sentía miedo, miedo de perder algo que ni siquiera sabía qué era.

Lucha entre las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora