(47) Martín

17 1 4
                                    

Leonor empezaba a perder el control y eso no era bueno. Nos pondría en peligro a todos. Estaba preocupado y enfadado con ella. Intenté reñirla, pero insistía en que nos debíamos apartar de su lado, entonces Ian despertó del trance en el que se había sumido y fue él el quién empezó regañarla.

— No Martín, no son tonterías —me contradijo Leonor—. Todos los que se acercan a mí por mucho tiempo acaban muertos. Es una maldición. Me importáis demasiado para permitir que eso pase.

— ¿Y crees que alejándonos de ti vas a mejorar algo? —Ian demasiado alto— ¿Crees que apartarnos de la única persona que nos dio la oportunidad de expresar lo que sentíamos es la mejor opción? ¿Crees que valdrá de algo lo que has y hemos hecho hasta ahora si nos separamos? ¿En serio crees que es la mejor opción?

— Si así consigo manteneros a salvo sí merece la pena.

Tais y yo nos alejamos poco a poco de la escena. Pensaba que era mejor dejarlos a solas. Cuando dejamos de oír la voz de Ian paramos de andar. Tais parecía pensativa.

— ¿En qué piensas? —pregunté por pura curiosidad.

— En lo increíbles que sois.

No me esperaba aquella respuesta, fue repentina y directa. No entendía muy bien lo que quería decir.

— ¿A qué te refieres?

— Estáis mucho más unidos de lo que me había imaginado. La verdad es que os envidio —dijo sonriendo mientras levantaba la cabeza para mirarme a los ojos.

— ¿Por qué? Formas parte de este grupo.

— No, por mucho que Leonor me haya aceptado si vosotros no lo hacéis no perteneceré completamente al grupo. Además, alcanzar la cercanía que tenéis vosotros tres no se consigue de la noche a la mañana.

— En eso tienes razón —dije en un suspiro recordando cómo y cuánto tiempo me llevó conseguir la confianza de Leonor.

— Sobre todo por Ian.

— ¿Por qué?

— A él y a mí nos han educado para odiarnos a muerte y superar eso será muy difícil.

— ¿Así que te diste cuenta?

— No soy tan despistada como pueda llegar a parecer —dijo sin apartar la vista de mis ojos como si me estuviera retando.

— Lo sé —dije sonriendo—, ayudaste a Leonor a salir de un lugar del que nadie despistado podría salir.

— Me gustaría poder dejar todos mis prejuicios atrás como una mochila llena de piedras que abandonas en cualquier esquina, pero no es tan sencillo. Me han dado tantas razones para adiarlos que dejar de hacerlo sería como aceptar al asesino de tu familia.

— Entiendo, pero Ian no ha matado a nadie, al menos que yo sepa —dije intentando ayudar.

— Lo sé —dijo entre risas—, pero eso no funciona exactamente así. Me han enseñado que los demonios son asesinos por el simple hecho de serlo.

— ¿Demonios? ¿A qué te refieres?

— A gente como Ian o como el padre de Leonor. ¿Por qué lo preguntas? —preguntó sin comprender.

— Porque ellos no se llaman así a si mismos, usan el término de hechiceros.

— ¿Como nos llaman a nosotros?

— Monstruos —dije directamente.

— Nosotros nos llamamos camaleones, sé que no es un nombre muy original o que recuerde a la magia, pero define nuestra especialidad a la perfección —dijo encogiéndose de hombros.

Lucha entre las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora