(14) Martín

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Cuando Leonor subió a dejar nuestras cosas Lili se acercó a mi con cara de pocos amigos.

— Hola, ¿qué tal estás Lili?

— Como le hagas daño a Leonor eres hombre muerto.

Me lanzó una mirada asesina llena de rencor. Su actitud era desafiante, era imposible no tomarla en serio a pesar de su corta edad. Aunque parezca increíble me pareció que tenía alma de guerrera.

— No le voy a hacer daño, es mi amiga.

— Si se te ocurriera traicionarla no vivirías para contarlo —su voz mostraba la desconfianza que sentía hacía mí.

Nos quedamos quietos mirándonos fijamente, entonces Leonor nos vio mientras bajaba por las escaleras.

— Hola Lili, ¿qué está pasando aquí?

— Nada, solo estábamos hablando, ¿verdad que sí Martín? —pronunció esas últimas palabras con malicia.

— No te preocupes Leonor, solo charlábamos.

Leonor no parecía fiarse de nosotros, pero dio por terminada la conversación y nos condujo al comedor. Nos sentamos en una de las numerosas mesas junto a otros tres niños, dos de ellos eran gemelos y la otra parecía ser mayor que ellos, ninguno debía superar los siete años.

— Hola Leonor —saludaron los tres al unísono.

— ¿Quién es ese chico? -preguntó la niña.

— Es un amigo, se llama Martín.

— ¿Por qué no sonríes? —preguntaron los gemelos.

Leonor se acerco a ellos y les susurró algo que no pude entender, pero hizo reír a los dos pequeños. Disfrutamos de la comida. Al terminar, los más pequeños fueron a dormir la siesta y los mayores fueron a jugar a la habitación en la que antes se encontraban. Después de que nos despidiéramos de ellos Leonor y yo nos quedamos solos.

Me pidió que la siguiera hasta el jardín, me condujo a la sombra de un castaño y nos sentamos apoyándonos en su tronco. Ella cerró los ojos para escuchar mejor lo que nos rodeaba, yo hice lo mismo.

Sé que no me guardaba rencor, ella no le guardaba rencor a nadie, pero no debía arriesgarme a perder su confianza. Desde la primera vez que me dejó ir con ella al orfanato la he acompañado todos los días hasta allí al salir de clase. En ese momento decidí que me daría igual lo que dijeran mis amigos si me veían con ella, porque al final ella era mi única amiga.

Sin decir nada decidimos que era hora de abrir los ojos, le pregunté por los niños del orfanato y me contestó encantada.

— ¿Por qué solo les sonríes a ellos? — pregunté con curiosidad.

— Porque ellos son los únicos que lo necesitan, para ellos soy su hermana mayor y una hermana mayor debe proteger siempre a los más pequeños. Todos estos niños tienen un pasado triste y un futuro incierto, por eso intento que su presente sea feliz.

Quería preguntarle por qué a ella no la habían adoptado aún, pero no creí que fuera el día indicado para hacerlo.

— Es una bonita razón —comenté.

— Cada uno de nosotros, por muy pequeños que seamos, tenemos una historia que nos hace diferentes. Nuestros pasados son todos distintos, unos más trágicos, otros más conmovedores, pero ninguno es un cuento de hadas.

Me empezó a contar las historias de las pequeñas almas que allí vivían. Podía notar en sus ojos el amor que les profesaba.

— Nunca me había parado a pensar en lo que podría haber detrás de la historia de un huérfano, pero es mucho más complejo de lo que me imaginaba.

Ella asintió y se levantó.

— Voy a buscar tus cosas, ya se ha hecho un poco tarde y tengo que ir a casa de la anciana —dijo despreocupadamente—, espérame aquí.

Mientras la esperaba me quedé observando el orfanato desde la distancia, se erguía majestuoso, imponiendo su poder, protegiendo a los que dentro se encontraban.

Leonor llegó y nos pusimos en marcha. Todo parecía normal, pero pude notar como se estaba poniendo nerviosa, apretaba los puños como si algo la atormentase. De repente empecé a sentirme observado y unas risas sin dueño aterrizaban en mi oído. Entonces Leonor se paró bruscamente mirando hacia un callejón. Me empecé a asustar, la oí susurrar.

— No aguanto más —dijo entre dientes.

Tiró su chaqueta al suelo y salió corriendo hacia la misma dirección que su mirada indicaba. Pude ver como unos extraños seres que se escondían entre las sombras eran atacados sin piedad por mi amiga. Vi como de sus manos salían hielo y fuego con los que rápidamente se deshizo de esas cosas. Se giró y en su expresión pude ver alivio, pero también preocupación.

— Se acabó —masculló.

En ese momento entendí qué era lo que me estaba ocultando. Ella sabía qué me sucedía, sabía por qué al despertarme aquella tarde me había encontrado escarcha en la cama, estaba esperando el momento oportuno para contarme lo que me pasaba. Ahora tendría que explicármelo incluso si no quería.

Cuando me dijo que no me quería responder para protegerme me preocupé mucho. No sabía qué era aquello contra lo que luchaba ni porqué alejándose de todo el mundo conseguiría ayudarnos. Pensaba que tenía una batalla interior consigo misma, pero nunca se me ocurrió que la verdadera razón fuera esa.

Aún no entendía qué eran esas cosas, solo sabía que, si Leonor las atacaba, eran malas y no precisamente inofensivas. Quise ayudarla incluso sin saber lo que le pasaba y ahora que lo sabía me veía débil, incapaz de hacer lo que hacía ella fuera lo que fuese.

Se dio la vuelta y me miró, su mirada era inexpresiva. Se acercó a mi y se agachó para recoger su chaqueta. Después, se levantó despacio tratando de atrasar el momento y así ganar tiempo. Permanecimos mirándonos a los ojos durante un largo rato. Yo no iba a decir nada antes de que ella hablara, no quería meter la pata y mucho menos en ese momento.

Lucha entre las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora