28.- VUELVO A EMPEZAR

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Narra Alex:

-¿Si?- contesté extrañada, aquel era un número muy largo y que ni siquiera conocía.

-Hola. ¿Eres Alex?- Su voz me resultaba familiar, demasiado...

-Si, soy yo. ¿Tu eres...?

-Soy Nicolás, no se si te acuerdas de mi.- Y vaya si me acordaba, como para olvidarme...

-Si, si. No te lo tomes a mal pero... ¿Qué quieres?

-Necesito pedirte un favor.

-Bueno, no sé si...- me cortó

-En serio, es importante. 

-Dime.

-De acuerdo. Tienes que...- y así fue indicándome paso a paso lo que tendría que hacer mañana por la noche. No me dijo por qué, solo me dijo que necesitaba que recogiese un paquete que me iban a entregar, lo cual sonó demasiado falso. 

-Vale.- dije sin más

-Gracias.- y colgó

Aquella llamada me había descolocado. ¿Por qué era Nicolás el que llamaba? ¿Tendría ese paquete algo que ver con Malú?

Después de la llamada Sandra notó que algo no iba bien. Y es que en ese momento me había quedado helada. Con la mirada perdida. Solo podía pensar en ella. En qué tendría que ver todo aquello con ella. Sandra me hablaba y yo la escuchaba, pero en realidad no la estaba oyendo. No entendía nada de lo que decía y la estaba preocupando. 

Por fin reaccioné y le conté lo que acababa de pasar. No me dijo nada, simplemente me dijo que ya era hora de volver a casa. Y, siendo sincera, no sé el por qué de aquella reacción. Me esperaba que me dijera algo que me ayudara a entender lo que estaba pasando, pero no. Era como si le hubiera sentado mal, quien sabe.

Subimos al coche y esta vez conduje yo. No cruzamos palabra en todo el camino a su casa y cuando llegamos simplemente se bajó del coche y se fue. ¿Se habría enfadado conmigo por algo? No lo sabía, pero desde luego su comportamiento no me parecía en absoluto normal. 

No le di más importancia y volví a casa. No podía dejar de darle vueltas a aquella conversación. A todo aquello que había pasado. No sabía que era lo que tenía que ir a buscar mañana, pero me moría de ganas por saberlo. 

Fue una noche difícil. Por una parte no dejaba de pensar en Malú, en la llamada de Nicolás y en lo que ocurriría mañana. Y por otro lado seguía dándole vueltas a la actitud de Sandra. Entre unas cosas y otras eran las cinco de la mañana y yo no había pegado ojo. Ahora tenía dos opciones, o dormía arriesgándome a no poder despertarme cuando Sofía llegara o me quedaba despierta y dormía cuando volviéramos de la tienda. Escogí la segunda, porque no podría soportar a mi hermana reprochándome que me había quedado dormida el día de escoger su vestido de boda, sería horrible. 

Minuto a minuto mis pensamientos iban y venían. Entre unas cosas y otras había conseguido deprimirme yo sola, y en aquel momento no me sentaba nada bien. 

Recordando viejas costumbres decidí ir al parque de siempre. Fui corriendo, ya que con un poco de ejercicio podía liberar parte de toda la rabia que me invadía por todas las circunstancias en general. 

Al llegar al parque fui a ese mismo árbol. A ese al que siempre me había encantado ir. El mismo que tenía grabadas nuestras iniciales en el tronco, por muy mítico que pueda parecer. Y es que, supongo que fue un momento de querer que lo nuestro formase parte de una película. ¿Y qué es una película de amor sin las iniciales de la pareja escritas en algún sitio público? Nos fuimos a lo más mítico, sin duda. 

Una vez allí sentada, con el frío de la noche y el cierto miedo que me producía estar sola casi a las seis de la mañana en un parque vacío de gente, como suele ser normal a estas horas, se me ocurrió ponerme a cantar, más que nada para liberarme. Empecé a entonar, intentando sacar lo que no podía explicar con palabras. Y qué mejor que cantar una canción suya, para sentirla aún más dentro. 

Me duele 

Ignorar nuestra historia 

Y dejar todo atrás 

Me duele 

Enfrentarme un futuro 

En el que ya no estas 

Todo sigue en su lugar 

No llevo nada 

No quiero nada... 

Nada de ti 

Vuelvo a empezar 

Ni un paso atrás 

No hay nada más que salvar 

Punto y final 

No digas más 

No queda por qué luchar. "

Pero quisiera asumirlo o no, no quería ponerle punto y final a lo nuestro. No quería que una relación tan larga, tan intensa pudiera acabarse ahora. 

No seguí cantando, me iba a venir abajo de un momento a otro. 

Di un par de vueltas corriendo al rededor del parque y después volví a casa del mismo modo. Ya estaba más tranquila, como si me hubiera quitado un peso de encima. Sin duda por la noche me esperaría algo que no estoy muy segura si sabré encajar, así que por el momento necesitaba paz. 

Llegué a casa cansada, pero ya sin ganas de llorar. Iban a ser las siete de la mañana, por lo que era hora de desayunar. Preparé un par de tostadas, un café y zumo. Había cambiado de mentalidad por completo, iba a empezar el día con la mejor de las sonrisas. Y si se torcía, pues volvía a sonreír. Al fin y al cabo, son muchos días tristes, demasiados. 

Acabé de desayunar y me fui a duchar. No tardé nada así que el resto me lo tomé con calma. Me dediqué a limpiar la casa, a ordenar todo el equipaje que aún seguía en las cajas y acomodé todo tal cual lo quería. Todo aquello me había llevado más de lo que imaginaba. Ya eran las once y faltaba una hora para irme con Sofía. Pero bueno, tenía tiempo. Me vestí con calma. Tanta calma que de tanto mirar el armario se me hicieron las once y media. Pero ya por fin estaba lista y podía descansar, al menos un rato.

En cuanto mi hermana llamó al timbre iba a empezar el caos. Mi tranquilidad se iba a esfumar a golpe y porrazo. ¿El motivo? Fácil. No hay nada que estrese más a una mujer que planificar su boda ella sola. Y si encima es de las personas con menos paciencia del planeta, como comprenderéis la cosa falla. Iban a ser unas horas durísimas. Muchas tiendas, muchos vestidos, mi hermana muy tiquismiquis, mucho calor... En fin, un sinfín de 'peros' que hacía de aquello una idea poco apetecible. Pero al fin y al cabo es mi hermana y no hay nada que me haga más ilusión que elegir el vestido con ella. 

Entró en casa y la saludé con dos besos y un gran abrazo. Me contó un poco el recorrido que íbamos a hacer y lo que más o menos estaba buscando. Por fin nos fuimos y recé en bajito que encontrara el dichoso vestido lo antes posible. 

 

De tienda en tienda y tiro porque me toca. Aquello era insufrible. O no le gustaba ninguno, o el que le gustaba era demasiado caro. El que le gustaba y era barato no le servía, y tenía que pagar el suplemento por los arreglos. Total, que horas y horas andando y aún no habíamos encontrado nada. Pero por fin, un una de nuestras últimas esperanzas la vi aparecer con uno de los mejores vestidos que se había probado hasta ahora. Era sencillo, no muy adornado y el que mejor le quedaba. ¡Además con el precio justo! Desde luego, fue una verdadera señal del destino. 

 

Cuando por fin acabamos con ese tema tuve las cosas realmente claras. Si habíamos podido encontrar ese vestido, hoy nada podía salir mal. 

THE BIGGEST CHALLENGE OF LIFE IS TO LIVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora