XVI

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—Sigue afuera —anunció Roxie entrando al almacén. Me dejé caer en el suelo, resoplando—. ¿Quién es? ¿Quieres que lo corra? Porque puedo dar miedo cuando me lo propongo.

—No —le pedí—. Es hermano de alguien que conozco.

—A menos que estés dispuesta a salir en una bolsa de basura para que no te vea, debes regresar afuera y enfrentarlo.

Suspiré; tenía razón, yo estaba haciendo drama donde no lo hay. Me puse de pie, sacudí el polvo de mi uniforme y asentí, siguiéndola.

Volví a mi puesto de trabajo, atendiendo a los turistas que pasaban a comprar algo refrescante. Les sonreía y de vez en cuando daba vistazos a la mesa del fondo, donde él tecleaba algo en su tableta electrónica. Se dignó a ponerse de pie, abrochar los botones de su saco y acercarse cuando estábamos cerca de cerrar.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté en un murmuro limpiando el mostrador, mirándolo de soslayo.

—Quiero hablar conmigo.

Solté un bufido, colocando ambas manos en la superficie, golpeándola en seco con las palmas.

—Estoy trabajando, Amadeus.

Observa sobre su hombro y luego me mira con una mueca.

—Ya no hay nadie, y dudo que lleguen; ya pasan de las nueve y media.

—Tú no sabes cuanto loco por el helado hay allá afuera.

—¿Comprarías helado a las diez de la noche? —Curvea una ceja.

¿En serio, no podían darme también ese lujo? Tengo que conformarme con fruncir el ceño y mirar raro a las personas.

—Lo he hecho cuando tengo muchas ganas.

—Entonces no tardaré mucho, así no interferiré con la compra de algún loco por el helado vendrá.

Frunzo el ceño, entrecerrando mis ojos. ¿Acaso me acaba de ofender y no lo noté?

—De acuerdo, ¿qué es tan importante como para quedarte aquí hasta tarde?

—Darte un mejor empleo.

***

17 de junio 2024.

Observo a la construcción frente a mí. No es una estructura enorme. A lo mucho a de tener 5 pisos, y eso si no tiene subterráneo. El nombre de la empresa son unas elegantes letras negras formando la palabra: Arlonp. Una prestigiosa empresa textil con una línea de ropa del mismo nombre.

Acomodo uno de mis vestidos que estaba casi empolvado por el poco uso, pues la formalidad me recordaba tanto a la Christina que quería dejar de ser, sin embargo, el reflejo que me regresa el edificio me lo pone en duda. Me veo bellísima.

—Buenos días, mi nombre es Armando, ¿en qué puedo ayudarla? —El joven detrás del mostrador me sonríe amablemente cuando me coloqué enfrente de él. Su cabello está revuelto dándole un aire más jovial, sus ojos son de un marrón claro. Es lindo para la vista, puede ser uno o dos años mayor que yo.

—Buen día. Soy Christina; vengo a ver a... —Revisé las hojas que me dio Amadeus el día que fue a mi trabajo y leí el nombre de quién busco— Sebastián Díaz.

—¿Christina Rodríguez?

—Así es.

—Permíteme un momento.

Llama a alguien por el telefonillo y después me dice que en el segundo piso se encuentra el área de entrevistas.

***

¿Enamorados? Imposible (Les amoureux #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora