¿Enamorados? Imposible (Les amoureux #1)

LXIV

Suelto una risa nasal, muerdo mis labios y desvío la mirada hacia atrás, donde se encuentra una hermosa terraza decorada para la ocasión, con varios divanes y arreglos florales arriba de las pequeñas mesas de cristal que me recuerdan a un pequeño jardín secreto y exclusivo. Siento el calor en mis mejillas al escuchar las risas de algunos de los invitados.

—Se ve delgada y que no mata ni una mosca, pero destruyó mi departamento en tan solo un día. Y sin ayuda.

Me uní a las risas de los demás y miré a Walter, a un lado de mí arriba de la escalinata, con nuestras copas aún llenas, pues el brindis se extendió con su discurso, en donde cuenta, en su punto de vista, los momentos que pasamos en nuestros días juntos. Por lo general son en los que yo hice algo mal.

Pues yo también puedo jugar a esto.

—Y él se ve muy inteligente, pero la verdad es que no sabe seguir indicaciones —delaté—. ¿Recuerdas cuando nos perdimos, cielo?

Me lanzó una mirada mortal, y después sonrió. Entrecierro mis ojos hacia él.

—Oh, sí. Épica tu caída desde las alturas; se sintió ave por unos instantes y quería volar.

No sé cómo lo hizo, pero desvió la atención hacia mí y todos rieron conmigo, mejor dicho, de mí, otra vez. Hasta me dieron ganas de decir que planee con estilo.

—Así fue como la conocí. —Logro escuchar la voz risueña de mi suegro a la distancia.

Me siento plena; en completa paz con lo que es mi vida en este punto, hace parecer que todo lo que pasé valió la pena. Recargo mi cabeza en el hombro de este hombre feliz a mi lado. Su brazo rodea mi cintura para pegarme más a su cuerpo.

—A lo que quería llegar es que, nuestra relación no fue sencilla desde un inicio —me mira a los ojos y le doy la razón. Hasta hace poco ni siquiera había una relación—, tuvimos altibajos que nos ayudaron a llegar a este punto.

Vuelve su atención a los asistentes, unos esperan ansiosos a que acabe su palabrerío para poder beber de su copa, otros nos sonríen y algunos otros están en las nubes, como Alison, que mira el piso como sí ahí estuvieran los liliputienses y temiera pisarlos.

—En Christina encontré a la mujer que no sabía que estaba buscando; ella dice que soy un iceberg andante...

—Lo crean o no, tiene sentimientos. —Algunos me ríen el chiste.

Esos sí son fans fieles, porque ni siquiera mi madre rio. Estoy segura que quiere regañarme por interrumpir el eterno discurso de Walter.

¡Pues lo siento madre, yo hablo cuando no debo si estoy nerviosa!

—Como sea. Estoy feliz de que en unos meses compartiré por completo mi vida con esta maravillosa y tremenda mujer.  Gracias por estar aquí, acompañándonos en esta etapa. Espero verlos en la boda.

Levanta su copa y lo imito. Todos abajo corean un: «Por las futuras nupcias». Chocan sus copas y beben.

Alzo la mirada hacia Walter y me encuentro con que me observa fijamente. Choco nuestras copas y bisbiseo antes de beber el líquido:

—Por nuestro presente y futuro juntos.

—Por nosotros.

La música cambió de género y la fiesta continuó. Me quedé en la parte de arriba, observando a todos, o intentándolo. Mis lentes han desaparecido desde el aeropuerto y no he podido apreciar bien la belleza de este viaje; no es como que los hubiera ocupado mucho estando en la playa o permaneciendo encerrada en la habitación, pero al menos para esta fiesta sí que los traería para poder detallar a cada invitado.