LVIII

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Muy bien, querido lector. Hemos llegado a uno de los puntos que, estoy segura, más de uno esperaba a que fuera revelado. Disfruta del capítulo.

♦️♦️♦️

Me siento como esas fanáticas locas que están detrás de sus ídolos todo el tiempo con tal de verlos unos momentos. No puedo evitar el sentimiento que me obliga a buscarlo y verlo —escondida detrás de unas palmeras— relajarse en las tumbonas de la playa, haciendo como que no se percata de la atención de las personas que los rodean.

Está muy diferente a cómo lo recuerdo, pero sigue siendo él. No importa cuánto cambie su rostro por la edad, sigue siendo...

—Definitivamente te lanzaré por el balcón.

Me giré asustada, topándome con un Walter de brazos cruzados y ceja curvada. Le sonreí con inocencia, batiendo mis pestañas y juntando mis manos por enfrente de mi cuerpo.

—Pero si no estaba haciendo nada malo —me defiendo.

—No sé cómo tomarme el hecho de que te escondas para ver a ese tal Ryan.

Doy los pasos que nos separan y rompo las barreras que crea con sus brazos. Entrelazo nuestros dedos a los lados y los paso por detrás de mi espalda, encerrándonos en una nueva burbuja.

—No me escondo, solo verifico que el perímetro sea seguro.

—¿Seguro de qué?

Me encojo de hombros.

—¿Tiburones?

Lo observo batallar contra una sonrisa, pero lastimosamente gana la guerra y muestra solo una fina línea con sus labios.

—No me agrada nadie de esa banda. No entiendo qué hacen aquí.

—Regaña a Verónica, que fue ella quien los invitó.

Hasta podría poner mi mano al fuego al afirmar que fueron ellos —o solo Ryan— quienes hablaron con la oficial del aeropuerto para que me dejara libre. Ella no me lo dijo cómo tal, simplemente mencionó que tenía a alguien importante detrás de mi espalda, evitando mi caída.

Fue él. Estoy cien por ciento convencida.

Y eso quiere decir que sabían dónde estábamos porque alguien se contactaba con ellos, o solo con Gudesíndez, para decirle todos nuestros movimientos. Y ese alguien era Verónica.

—Me gustaría defenderla, pero ni cómo hacerlo.

Giré la cabeza hacia donde descansaba la banda, y Verónica estaba sentada en la arena, enterrando a Reneé. Los cálidos dedos de Walter se adueñaron de mi barbilla para buscar mi mirada. Le sonreí nuevamente con inocencia, pero no se quejó ni amenazó con el balcón, en cambio, se agachó y juntó sus labios a los míos, mordiendo levemente el inferior.

—Me encantaría quedarme contigo a cuidar que no haya ningún tiburón cerca, pero debo hablar con mi madre.

—¿Sobre Fernanda? —Walter asintió y dejó otro beso rápido que me estaba obligando a suspirar como una enamorada al soltarme y alejarse; ¿cuando fue que dejé caer mis muros y él entró como si nada a mi fortaleza?

Si esto hubiera sido una pelea medieval, habría dado pena ver esa guerra tan patética, pues ni siquiera supe defender un muro. La guardia nocturna estaría decepcionada de mí.


***


—Así que él está aquí.

Se sientan a mi lado, en la orilla de la alberca, observando hacia el frente, donde se alcanza a vislumbrar un poco del océano.

¿Enamorados? Imposible (Les amoureux #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora