LIV

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Christina.

Son solo nueve letras las que conforman el nombre de una persona tan extraordinaria. Son nueve letras las que encierran todas sus alegrías, sueños y... todos sus miedos, traumas y obsesiones.

Son tantas cosas que tiene esa chica en su interior, que me es imposible entenderla. Cuando creo que estoy conociendo todo de ella, sigue existiendo algo más, oculto en las penumbras de su vida, que me dice: suerte para la próxima, Reed.

Es un misterio saber cómo funciona su mente en cada momento. Parece un libro abierto, pero sus páginas solo muestran lo que quiere que veas; lo que necesitas saber para convivir con ella sin entrometerte tanto en su entorno.

Me llevo el vaso con mi bebida a los labios, viéndola hacer un castillo de arena con una niña. Sus piernas están llenas de arena, aunque parece no importarle mucho. Puedo apostar que ella se está divirtiendo más que la infante al crear la estructura con las pequeñas cubetas.

—¿Puedo acompañarte?

Quito mi vista de ellas y la enfoco en la persona a mi lado. Trago saliva, de repente mi garganta se secó. Asentí y señalé la silla a mi lado, donde estaba su hermana sentada hace tiempo.

—¿Algo de tomar? —inicio con algo seguro de charlar.

—No, gracias. —Señala el vaso a un lado del mío, con fresada en su interior—. ¿Es de Chris?

—Sí.

—Dile que pida otro.

Quiero decirle que deje el vaso donde está, pero no quiero que se derrita y que cuando ella llegue ya se haya calentado y perdido su atractivo refrescante. Mejor pedir otro cuando decida dejar de jugar.

—Es hermosa, ¿no?

—¿La puesta de sol? —pregunto temeroso. No entiendo porque me importa tanto decir las palabras correctas frente a Gustavo, el hermano mayor de Christina.

Me lanza una mirada severa.

—No seas baboso, hablo de mi hermana.

—Oh. Sí, es bellísima.

—¿Sabes? Me sorprendió cuando me dijo que se iba a casar. Bueno, cuando tú me dijiste que eras su prometido.

Alcé mis cejas, no esperando sus palabras.

—¿Por qué la sorpresa?

Gustavo soltó un suspiro derrotado y se desparramó más en la silla. Dio un largo trago a la bebida antes de dejarla en la mesita.

—Ojalá esta cosa tuviera alcohol.

—Tu hermana no es muy tolerante a él —digo recordando la fiesta del prometido de Alison, cuando tuve que cargarla por beber de más

Se fija en Christina, riéndose, y luego me mira.

—No es nada tolerante —reafirma mis palabras—. La vez que lo descubrió fue en una fiesta con Alejandro; ambos tomaron, entonces, como buen hermano mayor que le gusta tener todo bajo control para después sobornar, tuve que ir a recogerlos... —se interrumpe con una gran carcajada—, no estoy muy seguro de lo que sucedió, pero ambos traían toallas enrolladas en sus caderas.

»Estuvieron sin hablarse varios días; los más oscuros del mes en la familia. La tensión era horrible entre ellos, ninguno quería romper su orgullo, pero se lastimaban al estar separados. Al final lo arreglaron, y supe que todo fue culpa de Chris. Ella incendió los pantalones de Alex al ingerir sólo tres tragos y la inteligencia de una borracha le dijo que lo apagara con su falda... Nada salió como su mente ebria lo planeó.

¿Enamorados? Imposible (Les amoureux #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora