LXVI

10.4K 1.5K 573
                                    

Me negaba a levantar mis párpados y me repetía que todo es producto de mi imaginación por la noche que he tenido. Si mi cerebro hizo un excelente trabajo con Alex 2.0, no dudo que también lo esté haciendo con esto.

—Sigues bellísima, Tina.

Mis entrañas se encogieron al escucharlo, mis manos en las paredes del cubículo se tensaron, apreté la mandíbula y me obligué a ahuyentar los recuerdos.

—Ven, sal de ahí, déjame ayudarte.

Puedo sentir su cercanía en ese pequeño espacio. Dichosa de mí que me vine a meter aquí por no poder aguardar en la fila. Me sobresalto al sentir su mano en mi cintura, su cabeza cerca de la mía y su aliento en mi mejilla.

Me alzó con una facilidad y agilidad que me hace pensar que he bajado diez kilos en una noche. Su brazo se mantuvo rodeando mi cintura y sentí sus fríos dedos en mi cara. No pude evitar hacer una mueca de asco, ocultando el poco temor que aún hay en mi subconsciente.

—No lavaste tus manos.

—Interrumpiste mi concentración. No pude orinar.

—Pero lo sostuviste —repliqué.

—También tú, muchas veces, y no recuerdo que te haya disgustado alguna vez

Su frase fue tan él, que me fue imposible no sentir la familiaridad, y reír. Al parecer mi subconsciente olvidó el miedo.

—Sigue sabiéndome a gloria provocar tu felicidad.

Me obligo a abrir mis ojos, encontrándome con que me mira fijamente con esos maravillosos ojos verdes de bebé. Tiene una incipiente barba y el cabello más largo de lo que recuerdo, pero es que este chico ya es un adulto de veintisiete años, no un chiquillo que despertó mi curiosidad ni un adolescente del cual me enamoré.

—¿Qué haces aquí? —intenté inquirir con brusquedad, pero apenas salió como susurro asfixiado.

—Mi misión era vaciar la vejiga, pero tu siempre obnubilas mis pensamientos convirtiéndote en el único.

Lo miro y me pregunto por qué no estoy entrando en un ataque de pánico. A decir verdad, hasta parezco civilizada a su lado, con mi corazón latiendo con rapidez.

—Me refiero a qué haces en el hotel, exactamente en esta fiesta.

Se encogió de hombros y sus ojos examinaron cada rincón de mi rostro. He de admitir que nunca me sentí incómoda con su mirada, porque no había perversión o lujuria, algunas veces deseo, pero siempre había admiración, fascinación... amor; y esta vez no era la excepción

—Tuve curiosidad de confirmar los rumores sobre tu boda —dijo al final, después de observarnos por unos segundos a los ojos.

—Son muy reales —asiento con demasiada convicción.

Me suelta y toma distancias entre nosotros, quitándome tensión de los hombros. Se pasa la mano por su cabello castaño, peinándolo hacia atrás, cuando antes lo hacía a su lado izquierdo.

—Conocí a tu prometido —anunció.

No supe qué responderle, tenía la boca seca y muchas emociones juntas no me dejaban pensar. Observo los nuevos tatuajes de su brazo, que se dejan entrever por la camisa blanca que lleva. Se nota que ha pasado varias horas encerrado en un gimnasio.

—Quiero pedirte perdón, Christina, por todo lo que dije y lo que te hice, yo...—Levanté una mano, parando su discurso. Le di una minúscula sonrisa.

—Me alegra que hayas buscado ayuda —Es lo único que sale de mi boca. Un "te perdono", creo que tardaré un poco en decirlo.

¿Enamorados? Imposible (Les amoureux #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora