LVII [Tercera Etapa]

11.9K 1.7K 585
                                    



Walter.


Para mí, el sexo qué compartí —y compartía— con las distintas mujeres a lo largo de mi vida, siempre fue placentero

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.




Para mí, el sexo qué compartí —y compartía— con las distintas mujeres a lo largo de mi vida, siempre fue placentero. Cada una sabía lo que hacía. Podríamos tocar el cielo juntos las veces que quisiéramos.

Estar con Alison fue como palpar ese cielo con la yema de mis dedos; pero con Christina... con ella es diferente.

Todo es diferente con ella.

Me permitió desnudar todas las capas de su alma, de lo que conforma su ser; ella quedó descubierta ante mí y conocer su cuerpo —deslizando su ropa por el largo sendero hasta el piso, revelando una piel hermosa y perfecta—, fue la cereza del pastel.

El sabor de sus labios es el mejor manjar que he probado y me niego a tener que dejar de tomarlo, su piel erizada por el tacto de mis dedos contra sus costados me provoca olvidar hasta mi nombre.

Ambos queremos esto, puedo verlo en sus ojos. Y estoy seguro que ella puede verlo en los míos. La habitación de ese hotel, la cama de la habitación, las sábanas del colchón, son testigos de cada palabra emitida antes, y de cada roce y caricia que nos damos ahora.

Con Christina no existe el cielo. No, nosotros ardemos en el fuego de nuestro propio paraíso, las llamas nos consumen, arrasan con todo a su paso..., pero estar en los brazos del otro —amándonos, conociendo cada centímetro— es una paz que te indica que has llegado a la tierra prometida.

Te indica que todo estará bien. Así como puedes arder, puedes descansar en el prado más verde, con el cielo más azul que jamás hayas visto sobre tus hombros.

Estar con Christina es descubrir la belleza de la vida. Es descubrir la belleza del alma.

Los sonidos provenientes de su garganta son los mejores que he escuchado en mi maldita vida. Se quedan grabados a fuego lento en mi memoria. Me acompañarán por el resto de mi vida y no me quejo por ello. De hecho, soy capaz de recitar El Credo si es necesario para que esos sonidos perduren para siempre.

La sintonía de nuestros cuerpos –los movimientos llenos de pasión– son uno solo, no puedo decir dónde termina ella y dónde empiezo yo.

Unir mi cuerpo y alma a Christina es la maldición de un oráculo que ve mi destino final, mi perdición, mi agonía, y aun así no quiere cambiar nada para llegar a ese punto.

Con todas —exceptuando a Fernanda— solo era carnal. Pasión momentánea, pero con Christina es algo más. Más profundo, más sentimiento... más amor.

Un amor completamente distinto; un amor verdadero.

Porque con ella nos unimos de todas las formas posibles. Me dejó conocer el interior de su alma, la profundidad de sus miedos y traumas, que conocerla, tal cual vino al mundo, no era una prioridad en nuestra relación, porque desnudamos nuestros sentimientos al otro antes que nuestro cuerpo.

¿Enamorados? Imposible (Les amoureux #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora