XXXIV

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3 de julio 2024.

¿Debería invitar a Walter o mejor faltamos los dos a la fiesta de Imanol y Jorge? No tengo muchas ganas de asistir, pero quizás sea un buen momento para continuar con el plan, sin embargo, al estar el prometido de Ali cerca, no creo que sea muy factible.

Suelto un suspiro y sigo con mi comida con él a mi lado en el comedor. Se mantiene leyendo algo en su tableta y de vez en cuando frunce el ceño. Bien, quizás sí deba decir algo sobre la fiesta. Más cuando la pantalla de mi celular no deja de encenderse con llamadas de Emilia y Alison.

—¿Tienes mucho trabajo? —le pregunté, tampoco lo iba a poner a elegir entre su trabajo o una fiesta. Sé que la revista es más importante.

—¿Por qué? ¿Quieres la revancha en el billar?

—Yo gané —me jacté—, pero no. Hoy es el cumpleaños de Imanol y Jorge. Harán una pequeña celebración en un restaurante.

—Ah —murmuró distraído en su tableta.

—Alison estará ahí —Creí que con decir eso captaría su atención, pero solo asintió como si ella fuera cualquier otra persona, así que intenté otra vez—: La chica a la que quieres enamorar.

—No soy de ir a fiestas, Rodríguez. Y menos de personas a las que no quiero ver o no me caen bien.

—Pero va a estar Alison —insistí.

—Con su prometido. No soy tan descarado para ir solo a hacer una escena.

—Le quitas lo divertido a la vida —murmuré, pero ya no dije nada más. Me tocará ir sola porque, aunque no quiera ir, Emilia mandó una amenaza de que si no aparecía, vendría por mí y me llevaría de la oreja. Le creo, pues ya lo ha hecho.

Me levanté de la mesa y llevé el plato a la cocina. Me despedí de Petunia antes de meterme a mi habitación temporal para arreglarme un poco e ir a la dichosa celebración.

Abro una de las cajas donde están mis vestidos doblados, esos que muy pocas veces uso, pero me favorecen mucho con su corte. Saco uno de color rojo, pero lo devolví a su lugar. No sé ni siquiera porqué lo traje, lo tengo hace años, es posible que ya no me quede. Me alejé de la caja y mejor elegí uno de color más discreto guardado en el clóset.

Até mi cabello en una coleta y de reojo, a través del espejo, observé de nuevo la caja y después el reloj digital sobre la mesita de noche. Aún quedaba tiempo, podía probármelo y regresar a este azul. Sí, así me quito la curiosidad de si sigue quedándome o no. La última vez que lo usé, tenía diecisiete, y el vestido fue hecho exactamente a mi medida en memoria de otro que usé un año antes, en una cumpleaños.

Lo contemplé fuera de su bolsa protectora y no tardé en ponérmelo. Es de manga corta, pero la tela traslúcida que aparenta ser una capa cubre lo suficiente, viéndose elegante. Bueno, me sigue quedando, ya puede seguir guardado en su bolsa. Antes de bajar siquiera el cierre, tocan la puerta de la habitación.

—¿Sí?

—¿Puedo pasar?

—Adelante —Cerré la caja y me coloqué recta, esperando su presencia.

—Lo estuve pensando y... —De un segundo a otro, su boca se cerró y dejó inconclusa su oración. Sus ojos me observaban con atención y yo pasé la vista al reflejo del espejo; ¿me queda mal?, pasé las palmas de mis manos por la falda, alisando la tela. El corte es dos centímetros arriba de la rodilla y noté que no he crecido desde entonces porque todo sigue igual.

—¿Se ve mal? —Lo miré y después al vestido azul sobre la cama—. De todas formas iba a cambiarlo.

—¡No! —soltó con demasiado ímpetu, carraspeó y explicó—: No se te ve mal. ¿Ya estás lista?

¿Enamorados? Imposible (Les amoureux #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora