LXI

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Walter.

—¡¿Qué no es para tanto?! —vociferé. Algo quemaba dentro de mi pecho— ¿Por qué me engañaste de esa forma? ¿Por qué dejaste que...

Me interrumpe, pero realmente no podía terminar de formular esa pregunta. No puedo aceptar que se haya entregado a él.

—Oye, tranquilo. —«Como si eso fuera tan sencillo»—. Sé que te lo oculté, pero no sabía cómo decirte que Ryan es en realidad mi hermano Alejandro.

»No es algo que vaya contándolo al aire.

El mundo detuvo sus movimientos rotatorios y transitorios al escuchar sus palabras.

Ryan = César Alejandro.

No es algún ex, es su hermano. Ella jamás me en...

Me siento una completa basura ahora.

Walter = Idiota * manipulable.

—¿Qué? —suena más una exhalación de incredulidad que una pregunta. La dejo acercarse y al sentir el tacto de su mano y ver el brillo en sus ojos, no puedo evitar sentirme peor que antes.

—Yo sé que es raro y que el nombre no tiene similitud con el verdadero, pero él es mi hermano.

Me dejó caer en la cama, derrotado.

Ella no me traicionó... Yo sí.

—¿Estás enojado?

Me zafo de su agarre y paso la palma por mi rostro, despejándome. ¿Por qué lo hice? ¿Por qué no me acerqué a pedir explicaciones?

¡¿Por qué me dejé guiar por la ira... el dolor?!

Abro mis ojos y ella espera una respuesta, expectante.

Estoy enojado. Furioso. Pero no con ella, sino conmigo, por ser tan explosivo e impulsivo; también con la rubia que se aprovechó de la situación y yo la dejé hacerlo por mis malditas inseguridades

—¿Por qué no me dijiste que Alison terminó su compromiso?

Soltó un suspiro, tomando asiento a mi lado, en la orilla de la cama. Observa sus manos y muerde su labio.

—¿Quieres casarte con ella? —murmura.

Un nudo se crea en mi pecho al escucharla. Tiene la imagen de una niña a la que le han roto todas sus esperanzas; como si le acabaran de decir que los unicornios y hadas son un mito.

Debo hablar con Alison. Debo hablarle y obligarla a que no diga nada, estaré dispuesto a pagarle lo que pida. Hasta estoy dispuesto a rogar por su silencio. Esta niña puede seguir creyendo en los seres fantásticos.

Quiero que Christina siga creyendo en mí. En lo nuestro.

Me obligo a esbozar una sonrisa para ella, no me ve, mantiene su vista en sus manos. Tomo sus caderas, jadea con sorpresa; la cargo con la suficiente fuerza para posarla con la espalda en el colchón, suelta un chillido.

¿Enamorados? Imposible (Les amoureux #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora