Llegar a la habitación de mi padre, a la oscuridad rompiéndose por los rayos que atraviesan el cristal de la ventana, fue como si la llave de mis lagrimales se abriera para igualar a la lluvia.
Cerré mis manos con fuerza; quería golpear algo con urgencia. Necesitaba descargar toda la impotencia, pero no sabía cómo hacerlo. Entonces el maldito vestido dorado que se suponía sería el recuerdo de una bonita noche entró en mi campo de visión. Tomé la tela y jalé, imaginando que eran los cabellos rubios de la persona que me destrozó el corazón.
Mis piernas fallaron, llevándome al piso cuando la adrenalina se fue. Alex intentó sujetarme, pero Reginald y León lo detuvieron. Abracé mi abdomen y sentí un nudo en mis cuerdas vocales cuando no pude soltar el grito que asfixiaba mi interior. Quería soltar todo el dolor en eso, pero solo salían lágrimas sin parar y sollozaba como si se me fuera la vida en ello.
—¿Quieres ir por tus cosas? —preguntó mi padre en un susurro, acariciando mi cabello. Negué con la cabeza; no podía pronunciar nada—. Alex, ve por ellas.
—Pero...
—Ve, César —ordenó y mi hermano bufó.
—Vamos, tenemos que sobornar a una mucama para entrar.
—No tardaré, quiste.
No sé cuánto tiempo estuve en el piso, pero mi padre demostró que seguía estando en forma cuando me cargó; me llevaba a una puerta, pero negué. Miré el sillón en la ventana y lo señalé.
—Por favor —murmuré bajo, besó mi frente y obedeció.
—Lo que necesites, princesa. —Me solté de su cuello cuando me dejó en el cojín—. ¿Quieres algo más?
—Espacio —pedí.
Mi cuerpo se estremece con el frío que traspasa los grandes ventanales de esa enorme suite. La lluvia no ha parado ni un minuto, al igual que mis lágrimas. A algunas personas les pone más triste el que llueva cuando ellas lloran, a mí no, yo me siento acompañada en mi dolor. Siento que la lluvia siempre está para cuando no hay nadie más conmigo.
Esta vez hay tres hombres conmigo, pero la compañía de la madre naturaleza es más simpática. Ella no hace preguntas, solo te acompaña con su manto. Justo lo que necesito.
Abrazo mis rodillas, llenándome del glitter del encaje, ya roto de algunas partes. Lo que no desquité con Walter y Alison, lo hice con el pobre vestido que no tenía nada que pagar. De todos los jalones que le di, logré romperlo; al menos ayudó a deshacerme un poco de la presión que tenía en mi pecho. Mi corazón se marchitó y ahora estoy sin poder sentir nada, me limito a respirar y a observar el mar salvaje y las gotas rudas que lo golpean en sus olas.
Ya no hay sollozos, pero las lágrimas siguen deslizándose por mis mejillas. Son lágrimas silenciosas, y esas, en mi opinión, son las que más duelen, las que más demuestran tus emociones, porque salen sin ningún gesto, solo el dolor que las impulsa a resbalarse, porque hay tanto asfixiando tu interior, estás tan lleno de emociones negativas que ya no hay espacio para nada más y las lágrimas deciden hacer el intento de expulsarlas para aliviarte.
Jamás había visto esta clase de sillón en la ventana en la playa, pero nunca estuve en una mega suite de un reconocido hotel. Si no hubiera sido por mi padre, ahorita estaría en un auto, conduciendo hacia alguna parte de la ciudad. Pero sé que podría tener un accidente en mi estado, y él no lo vale.
No vale mi vida.
Oigo un suspiro detrás de mí; ni siquiera tengo ganas de definir la imagen que se formó en la ventana para saber quién es; solo mi padre está conmigo en la habitación, no puede ser alguien más. No tengo fuerzas para pedirle que me deje sola por más tiempo. Mi cerebro le quitó las riendas al corazón y dirigió desde que supo que nada bueno sale si él maneja mi cuerpo. Ahora ambos están cansados.
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¿Enamorados? Imposible (Les amoureux #1)
Teen Fiction¿Hay algo peor que un chico, el cual te consiguieron tus amigas casamenteras, te robe tu billetera y celular? Oh, claro que lo hay. Un ejemplo es el drama que se convirtió la vida de Christina al decirles a sus amigas que tenía novio (aunque este no...