XXVI

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Christina.

—¡Suéltame, salvaje!

Emilia grita tratando de soltarse de mi agarre. Si tan solo me devolviera el celular, haría lo que tan amablemente me pide. Pero la niña es necia, aunque no más que yo. No soltaré su espalda hasta conseguir lo que quiero.

—¡Dame el celular!

—¡Christina! ¡Basta!

Alison y Jazmín toman mi cintura y tiran de ella, pero jamás me bajarán de Emilia. Conseguiré ese celular aunque sea lo último que haga.

—¡O cuelga! No te pido mucho.

—¡No! Tienes que arreglar las cosas con Walter, y si no hablan, eso nunca pasará.

—No lo entiendes. No quiero arreglar las cosas. —Todas se paran y me miran. Emilia sigue con el brazo estirado, pero me mira de soslayo. Al estar en su espalda no tiene una buena visión mía—. Aún —agregué ante el feo silencio que se creó.

Las tres exclaman con entendimiento y seguimos con la pelea.

—Hola, amor. Ya... —Jorge se calla al abrir la puerta y vernos en plena batalla campal.

—No te quedes ahí, ¡ayúdanos! —le grita Alison. Pero cuanto amor hay en esas palabras. 

—No creo que sea buena idea.

—¡Ah! —Emilia grita—. ¿Por qué manda a buzón?

—Es una señal de que aún no es tiempo para hablar.

Trato de manipularla para que deje esa idea absurda y me dé tiempo de pensar bien las cosas. De mentalizarme para lo que se vendría sí vuelvo al duelo.

—Una señal mis ovarios. Hoy hablas con Walter sí o sí.

—¡¿Por qué no hay no en esas opciones?!

—Solo tienes que... ¡Ah! —Se detiene y por poco caigo en Alison y Jazmín.

—¿Qué? —preguntan ambas.

—¡Ya está marcando!

Entonces entendí que no estoy siendo lo suficientemente salvaje.

—¡¡¡Dame el celular!!!

—Creo que si están enojados, deben arreglarlo ellos a su ritmo —dice Jorge apartando a su prometida. Lo miré y sonreí.

—Gracias. Al menos alguien me apoya.

—¿Ahora que quieres?

Todas nos quedamos quietas, como si nunca hubiéramos estado haciendo un show por el bendito celular. Pero es que la llamada está en altavoz y no es como si hubiera contestado de buena forma. Gruñó molesto. Muy molesto.

—Les dije que aún no era tiempo —susurré.

—¿Walter? —pregunta Emilia para confirmar si en realidad marcó bien o todo este tiempo estuvo intentando con otra persona. Pero no tengo a nadie más que se llame Walter (entendí que Mitómano profesional no era bien visto), ni siquiera que se apellide Reed.

—¿Christina?

—Sí —me apresuro a contestar antes que Emilia—. Pero no estoy sola y estás en altavoz.

—¿Estás con Emilia?

—Pásame el celular, no escucho muy bien —le pido en susurros, bajándome de su espalda. Ella me obedece—. Y con las demás —contesté a su pregunta.

¿Enamorados? Imposible (Les amoureux #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora