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Christina.

—Entonces... te casas.

Desvió la mirada del tatuaje en mis costillas izquierdas: un arpa que es atravesada por una flecha, y arriba del pequeño dibujo, el nombre de "Apolo". Encuentro sus ojos a través del espejo del baño. Me coloco el vestido negro traslúcido que deja ver el color salmón del traje de baño de dos piezas. Hacía tanto tiempo que no usaba uno, por cuestión de "mantener la privacidad", o así lo llamó Joaquín.

Sacudo mi cabeza, porque no debo de quedarme en el pasado, no debo de pensar en que había otro motivo más que un tatuaje para cubrir mi cuerpo, más en específico, mi torso.

Le sonrío. Me caso. Realmente lo voy hacer. Con Walter. Y nada podría hacerme más feliz en este momento.

Tengo a Walter y ahora a Alex. Lo tengo todo para volver a sentirme completa.

—¿Él sí es digno? —cuestiono con mofa.

Se acerca. Me giro y me tiende un lápiz labial rojo, mi favorito, que estaba segura había perdido, pero no; él lo llevó consigo siempre, para tenerme presente.

O eso dice, pero la verdad no descarto de que tendré un cuñado, y no especialmente por Gemma.

—Tú dime, ¿lo es?

Asiento colocándome un poco del labial y extenderlo con mis dedos para evitar que mis labios se vean disparejos. Miré a mi hermano con atención, memorizando cada una de sus facciones. Este momento, lamentablemente, será efímero; Alex volverá a los escenarios, con papá y sin mí. Y lo acepto, ya lo hago. Mantendremos el contacto ahora que todo está resuelto entre nosotros.

Estoy completa.

—Me alegra, quiste. Siempre tuviste mala suerte en el amor.

Se gira para salir del baño y lo intercepto. Curvó sus cejas y me aproximo con rapidez a su rostro para dejar besos en sus mejillas.

—Te extrañé mucho.

Alex ríe y se talla el labial indeleble.

—Tenías a mi remplazo, no debió de ser tan mala la espera.

Tomo la llave de la habitación y un pequeño bolso. Abro la puerta y le sonrío.

—Me creían loca. Aún me creen loca —confieso recordando la reacción de Verónica y Walter, los más recientes.

—También a mí. Pero dos locos juntos son mejores que separados.

Suelto una carcajada por la convicción de lo que dice, y salgo al pasillo.

—Mi vida está llena de desgracias —dramatizo mi lamento.

—Lo mejor que te ha pasado es ser mi compañera de útero. —volteé los ojos y me limité a sonreír.

—¿Qué es lo mejor que te ha pasado a ti?

Alex piensa en su respuesta, saliendo de la habitación y cerrando la puerta.

Expulsa el aire por la nariz, en una sonrisa floja, antes de contestar—: Tengo colección de sostenes en el estudio.

¿Enamorados? Imposible (Les amoureux #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora