—Tu helado, hermoso varón.—No me digas así, Joaquín. Por favor.
—Bah, yo que creía que Ryan era la nenaza de la familia.
Suelto una pequeña risa nasal y agarro con la cucharita un poco del helado. Nunca había venido a este sitio tan pintoresco. Aunque claro, hasta que entró Gudell a mi vida, no iba a otros lugares que no fueran reconocidos, estuvieran de moda o con estrellas michelín acrediten sus buenos platillos.
—¿Familia?
Me lanza una mirada divertida y se desparrama en el sillón rojo de su lado sin pena alguna. Ahora veo porque a Verónica le cuesta mantenerse alejada de él, parece un modelo chico malo salido de una revista para adolescentes que la trata como una mini princesa. Y uno aquí con su traje empresarial en un establecimiento juvenil.
Como que entiendo las miradas de extrañeza que algunos comensales nos lanzan.
—Diría que por parte de la hermosura, pero la cagaste, así que diré que tu tía me odia.
—Veo que te llevaste bien con mi primo. —Evito hacerle ver que sus palabras me afectaron, llevando la conversación a su vida.
—Nunca había conocido a un ser tan oprimido. Solo le ayudo a aceptarse.
—En ese caso, gracias de antemano. Martín es muy —guardo silencio, no queriendo decir nada ofensivo hacia mi familia, al menos no hacia mi primo. Es un buen chico—... serio.
—Serio solo tiene el rostro, porque de verdad, es más atrevido y divertido que yo. Su madre lo limita.
Degustamos en silencio nuestro helado, escuchando música de los años ochenta y el entusiasmo de los adolescentes que llenan el lugar después de una larga semana. Para eso mismo también salí de la empresa; quería despejarme un tiempo del peso de mis obligaciones.
Terminé mi helado y dejé el recipiente vacío sobre la mesa. Coloqué los codos en esta y miré con atención al chico de cabello largo que observaba mi rostro buscando algo.
—¿De qué querías hablar, Joaquín?
Sopla un mechón e imita mi posición, solo que él sigue comiendo de su helado puesto en la mesa, en medio de sus codos.
—Sabes de qué. Te equivocaste, Walter, eres humano, eso hacemos. Es parte de nuestra naturaleza fallar.
—¿Me estás regañando o excusando por mis acciones?
—Ambas, supongo. El caso aquí es que no quiero que se case con León. Entre tú y él, preferiría que se case con una pared —arqueé la ceja y él carcajeó—. ¡De verdad! Una pared le ha hecho menos daño que ustedes.
—¿A dónde quieres llegar?
—Si tú quieres, a cuarta base, sí lo entiendes, ¿no?
Lancé un resoplido al aire. Me levanté y comencé a alejarme de él. Si no quiere decir nada productivo, no voy a soportar sus bromitas, que de buen humor no he estado en mucho tiempo.
—¡Oye, que solo estoy jugando! —vocifera sin pararse. Giro el rostro sobre mi hombro y él menea su mano—. Ven, no te morderé.
De mala gana arrastré mis pies a mi lugar otra vez y al tomar asiento, crucé mis brazos, dándole entender que no aguantaré una broma más.
—No entiendo por qué Christina estaba contigo, ni divertido eres. El amor es ciego, dicen.
—Estábamos juntos por un plan...
—Sí, amigo, ya escuché esa historia, ¡dos veces!, y no creo que una tercera vez haga que cambien los factores —blanquea sus ojos y se echa sobre el respaldo del asiento—. Pero si solo había sido un plan, como ustedes lo dicen, ninguno estaría muerto en vida. O quizá sí fue un plan y todo salió al revés, pues terminaron enamorándose.
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¿Enamorados? Imposible (Les amoureux #1)
Teen Fiction¿Hay algo peor que un chico, el cual te consiguieron tus amigas casamenteras, te robe tu billetera y celular? Oh, claro que lo hay. Un ejemplo es el drama que se convirtió la vida de Christina al decirles a sus amigas que tenía novio (aunque este no...