LXXVIII [Final]

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Alejandro.

19 de octubre 2024.

Detengo el ensayo, llevándome las manos a la cabeza. Hago a un lado el micrófono y los chicos me llaman cuando salgo de la sala de grabación; un dolor punzante se extiende desde mis sienes, abarcando toda mi frente, evitando que me concentre en lo que debo de hacer.

Joaquín pasa por mi lado, cargando una charola de cafés para nosotros, pero solo recibo una mirada despectiva. Suspiré. La conversación que tuvimos sigue muy presente en mis recuerdos. Lo admito, debí escucharlo, de cualquier forma, ya no existe botón de retroceso.

Mis pies se abren camino directo al ascensor. Necesito un poco de aire fresco. Le doy al botón que lleva a la azotea y espero mientras busco su contacto en el celular. Requiero escuchar su voz. Verificar que todo se encuentre en orden.

No sé nada de ella desde la boda, y prometí que ya no iba a ignorarla, sin importar qué. Además, el sentimiento de necesidad de saber de mi melliza nació desde lo más recóndito de mi cuerpo, como una enfermedad.

Marqué cuando llegué a mi destino y las puertas se abrieron; el aire fresco de la tarde choca con mi rostro, despejándome. Han sido días pesados desde que se sabe que Christina es mi melliza y somos hijos de Reginald Gudell. Preguntas por donde sea, teorías sobre nuestra separación y demás cosas que solo me desgastan mentalmente.

Sé que fue sorpresa para todos aquellos que no nos conocían desde antes, pero podrían bajarle tres rayitas a su intensidad.

—¿Hola? —su voz suena y después suelta una carcajada. Yo sonrío por escucharla feliz.

—¿Qué tal todo por allá?

Apoyé mi cuerpo en el borde del edificio, admirando la puesta del sol.

—Es un tanto extraña está luna de miel, pero es muy... cómica. —Y suelta otra risa y después le dice algo a alguien.

—Me alegra oírte feliz.

—A mí me alegra oírte. Creí que...—Un grito llamándola por su nombre la interrumpe. Ella bufa—. Debo colgar, engendro. Nuestro tren ha llegado.

—Bien. Diviértanse. Te quiero.

—Igual yo.

Cuelgo y lo último que escucho de ella es que rezonga cuando vuelven a llamarla.

Cuanto me hacía falta volver a estar en paz con el quiste de mi vida. Siento una extraña e interminable felicidad en mi interior. Ya me siento vivo, y eso bueno.

Demasiado bueno.

Ahora pienso que debería de seguir los pasos de mi hermana, después de todo, siempre hacemos lo que creemos mejor para el otro. Y ella ya encontró lo que es mejor para su vida.

Es tiempo de que yo lo encuentre. Y la imagen de Roxane aparece en mi cabeza.

Ella es lo mejor para mi vida. Además, se lleva bien con la otra parte de mi alma. Y eso ya es decir mucho.



***


Alison.

23 de octubre 2024.

Suelto un suspiro de satisfacción al sentir tan majestuosas manos en mi piel.

El sonido del arpa es otro incentivo que ayuda a relajar mi mente y que mis músculos reciban con agradecimiento el masaje de ese spa que Helena se encargó de conseguir para nosotras antes del tan esperado día.

¿Enamorados? Imposible (Les amoureux #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora