XXIX

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Christina.

«Cada vez vas mejorando, Rodríguez».

Primero el jarrón de Helena, después la cortada en mi mano y para rematar, el precioso espejo que había en el baño del cuarto de Reed.

No estoy muy segura de que pasó, pero es una historia muy graciosa, que provocó otro pequeño golpe a mi persona.

Después de que Reed saliera a buscar el suministro médico, quedé un poco en shock con la herida en mi mano. Varios recuerdos vinieron a mi mente y por unos segundos dejé que se apoderan de ella.

Saqué el trozo de jarrón sin pensarlo y, tratando de despejarme de esos pensamientos, salí en su busca, abriendo la otra puerta, que es su habitación, y corrí al baño. Por algún extraño motivo, o tal vez era Murphy haciendo de las suyas, había agua tirada en el pulcro y resbaloso piso. Patiné hasta toparme con la mampara, que por suerte no se rompió también. Pero ahí no acabó la cosa. Al hacerme para atrás volví a trastabillar, ya que al parecer mis zapatos tienen un fallo en su antiderrapante, y al tomarme del tubo donde se ponen las toallas para secarse las manos, que estaba justo a un lado del espejo. Un muy mal lugar para eso, quiero aclarar. En fin, el tubo no soportó por completo mi peso y se rompió de un lado.

Me estrellé contra el espejo. Y sí, se rompió. Y sí, me dolieron los golpes. Y no, no encajé otro vidrio en mi piel.

Alguien allá arriba no me lo permitió.

—Petunia, ¿tienes agua oxigenada?

Interrumpe el arte de cortar verdura tan rápido que sí yo lo hiciera, perdería más de un dedo, o la mano misma.

—Solo cloro, ¿sirve?

Emilia ríe. ¿En dónde están las demás?

—Amo a esa mujer.

—Hay una en el baño del pasillo, cielo —dice con más dulzura mientras le entrega una zanahoria a Emilia. Encontró la manera de hacerla callar unos momentos.

—Lo sé, pero esta...

Glison —Aunque su voz haya sonado distorsionada por la comida, logro entenderle.

Me aseguro de no mostrar sorpresa ante sus palabras. Si la rubia está en el baño y Walter fue allí por un botiquín, eso quiere decir que está con su jefe en el baño.

Aún peor.

¡Está con mi prometido en el baño!

Santo Domingo del Padre Amaro.

¡Alison y Walter se están dando sus siete minutos en el paraíso frente a nuestras narices!

Y no puedo hacer chisme ante tal deducción. ¿Algo mucho peor? No puedo hacerle bronca a Walter por eso.

«Puedes hacerlo».

¿Es normal que la voz de mi conciencia suene como el gusano del cadáver de la novia?

«Si lo has visto miles de veces, sí. Volviendo al tema. Podemos hacer un escándalo cuando se vayan las chicas».

No podría. Eso no es parte del plan.

«Piensa, ¿cómo verás a tu amiga sabiendo lo que ha hecho en el baño? O peor, ¿con qué cara te verá ella?»

¿Enamorados? Imposible (Les amoureux #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora