XVIII

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—No sé qué contarte —dice después de tiempo, evita mis ojos, bajando la mirada a la revista en sus manos.

—¿Amas a Alison? —pregunté con verdadera intriga.

Deja de pasar las páginas y noto como tensa la mandíbula, pero es solo unos segundos.

—No sé si sea amor —admite tomándome con sorpresa, pues esperaba una confirmación después de insistir tanto en el plan.

—Antes lo asegurabas y dijiste que le darías todo, y estoy segura que todo implica amor.

Walter suspira y levanta la mirada a mis ojos. Parece meditar su respuesta y es cuando sé que quizás me mintió sobre sus sentimientos.

—Me atrae, mucho, y me hace sentir cosas que nunca nadie había logrado.

—Todas las personas te hacen sentir cosas que otras no, es parte de conocer. El amor es esa sensación que no sabes describir, pero sabes que existe porque lo puedes sentir.

—¿Tú te has enamorado?

Guardé silencio ante su pregunta; una serie de recuerdos se aparecieron en mi mente, haciendo una presión en mi pecho y me limité a asentir.

—Creo que mejor deberíamos enfocarnos en el plan —murmuré cambiando de tema, pues empezamos a navegar en aguas oscurecidas. Me levanté para ir a la cocina. No queda tan lejos de la sala y solo son separadas por la barra; desde aquí puedo ver a Walter. Tomo una manzana y la muerdo.

—Tienes razón, ¿cuál es la primera parte?

Me siento en la barra, ayudándome con los bancos. Tragué el pedazo de manzana antes de hablar.

—Supongo que hacerlo público —acepté—. Tenemos que convencer a Alison para que empiece a sentir celos. Algo así como cuando Katniss y Peeta se comprometieron y tenían que convencer a Snow para evitar problemas con su victoria. Solo que Ali es muy observadora y muy incrédula.

—Tus analogías son extrañas.

—Tú eres extraño y no te digo nada.

—¿Para todo tienes respuesta?

—Parte de mi familia lo sabe y, cuando lo dije, Alison y las chicas estaban ahí —regreso al tema principal.

—Mi madre y Amadeus lo saben. Ella está preparando una fiesta. Pero antes tenemos que conseguirte, otra vez, un anillo.

Bufo y me defendí—: ¡Yo lo dejé en el bolsillo de la chamarra de mi hermano!

«¿O en el de mi vestido?»

—¿Acaso está ahí? —Curvea una ceja, recargándose en el respaldo del sillón.

—No —contesté con un mohín, bajando la mirada a mi regazo por unos segundos—. Aunque Gustavo trató de ayudarme —curvó su ceja un poco más, casi tocando el inicio de su cabello—, pero no creía correcto traer un anillo de dulce.

Lancé el corazón de la manzana al bote de basura mientras escucho su suspiro de cansancio y lo miro cuando no solo oigo eso, sino una pequeña, mínima, risa.

—Tienes diez minutos para estar lista.

—¿De qué hablas?

—Iremos a Ferraini.

Gruño. Tengo un conflicto con esa tienda y sus precios.

***

—No sé porqué me hiciste esperar tanto tiempo.

¿Enamorados? Imposible (Les amoureux #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora