CAPITULO 77 PRUEBAS QUE INCULPAN

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Fiorella aprendió que no debía llorar aun cuando la realidad fuese cruel, soez, y totalmente inhumana.

Tampoco cuando la hicieron sentir vulnerable, como alguien sin valor.

Ni siquiera cuando en el orfanato la hacían pasar hambre porque había muchos niños que alimentar y los más pequeños eran prioridad.

Aprendió a aguantar el hambre, la indiferencia humana, el rechazo, la humillación, la vejación y no quejarse y no llorar porque eso no cambiaría su realidad, pero ser fuerte le permitiría seguir adelante y no perder la esperanza que aun en medio de las circunstancias mas difíciles, mas horrorosas, mas grotescas, se negaba a dejar ir, y es que así es la esperanza, insensata y testaruda.

No lloro tampoco cuando tuvo que vivir en la calle, dormir a la intemperie y luego debajo de los suburbios, en un mundo totalmente ajeno a la realidad que muchos vivian.

"Niños de la oscuridad", era el apodo con que eran conocidos, los niños de la calle, niños en la calle, niños que por diversas razones habían ido a parar a la calle.

Algunos en su mayoría escapando de un hogar disfuncional donde recibían maltratos físicos, verbales e incluso abusos sexuales, otros huérfanos como ella, sin padre, madre, solos totalmente en un mundo dispuestos a devorarlos

Ellos formaban una comunidad, la de los desadaptados, los niños sin hogar, sin afecto familiar, creciendo sin amor, niños que para subsistir comían de lo que escarbaban en los contenedores de basura, que salían a la luz del día y se mezclaban entre la gente "normal", haciendo de todo tipo de actividad para subsistir, y donde un hombre grotesco los lideraba y que a cambio de un trozo de pan y un supuesto "cariño paternal" lograba manipularlos y obligaba a trabajar en lo que fuera, a pedir limosna, a delinquir, así sucedía con la mayoría eran adiestrados para robar y a otras niñas casi adolescentes como ella les toco la peor parte.

Ni aun en esas circunstancias ella lloro, porque no se valía ser débil, quejarse, escarbar en el dolor y la miseria, debía ser fuerte

No fue hasta que conoció a ese temperamental hombre, con ademanes bruscos, odiado y temido por muchos, que supo lo que era sentir un afecto.

Fue tan fácil dejarse manipular emocionalmente hasta el punto de depender 100% de esa persona, viviendo solo por y para el, en función de sus necesidades, dejando a un lado las propias.

Fue tan fácil para alguien que jamás recibió amor, que alguien le prodigara un poco de atención, era suficiente y a pesar que el nunca le había expresado verbalmente que la quería, aunque nunca había tenido una palabra dulce, ni un apelativo lindo para con ella consiguió su completa rendición.

Porque fueron sus hechos disfrazados los que le hicieron sentir por primera vez en su vida, cuidada, respetada, apreciada, valorada.

Detalles exagerados como el hecho que triplicara su sueldo porque tenia mucho dinero y se lo gastaba en lo que le diera la gana, como le dijo con prepotencia, o el hecho  que la obligara a ir con una nutricionista para que le indicara un régimen alimenticio adecuado y colocara una mesa de aperitivos en el estudio fotografico para supervisar que se alimentara bien, así como que una vez a la semana llenara su despensa de los alimentos de la dieta alegando que parecía un esqueleto ambulante, o le enviara a las tiendas de De Luca para que le suministraran ropa diciéndole con grosería que el vendía una imagen y para nada quería personas mal vestidas a su lado, así mismo el móvil ultima generación que le regalo con la excusa de estar localizable para el las 24 horas cuando el lo necesitara, el televisor pantalla plana como regalo de cumpleaños, que contrastaba con la sencillez de su apartamento, el querer sacarla de su ratonera y mudarla a un apartamento mejor, cosa que ella por dignidad se negó rotunda.

ANASTASIA II PELIGROSA OBSESIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora