El trabajo

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Cobarde.

Es la palabra que me ha perseguido todos estos días.

El último día que vi a Violeta y a Belle fue el miércoles, cuando fuimos a comer hamburguesas. Luego de eso las evité, a ellas y a Matt. Como Matthew es mi mejor amigo y compañero de todas las clases, tuve que faltar jueves y viernes. No pude darme el lujo de faltar ayer, lunes, y hoy, martes, porque tarde o temprano notificarían a mis padres de mi ausencia. Esas son las desventajas de una universidad de este tipo.

Así que decidí dar la cara.

Aunque igual mantuve distancia de las chicas. No quiero tener que pedir disculpas o explicar por qué es que me fui de esa manera. Sería muy penoso, tampoco me gustaría exponerlas a uno de mis ataques de furia. Sucede cada vez que me siento presionado a realizar cosas que no son de mi agrado.

Un suspiro escapa de mis labios.

En fin, mi distanciamiento no duró mucho, ya que la morena envió a su hermana a que me recordara que hoy haríamos el ensayo, para la clase de debate, hoy en la biblioteca, a pesar de que le insistí que fuese en mi casa. Se negó rotundamente.

Como si fuese a aprovecharme de ella.

Doy una última calada a mi cigarrillo y lo boto.

Estoy media hora atrasado para juntarme con Belle a terminar esa estúpida tarea. Detesto los trabajos en grupo. Detesto trabajar con mujeres, son muy indecisas y eso sólo provoca que el trabajo se vuelva tedioso y se alargue más de la cuenta.

Esta banca debajo del árbol es un lugar tan cómodo y fresco, que no me molestaría quedarme toda la tarde aquí y dejar plantada a la morena.

Pero soy responsable.

Suspiro y me pongo de pie. Entro a la universidad. Cruzo el campus por el jardín interior. Entro a la biblioteca. Busco con la mirada a la morena. La diviso en un rincón sentada a una mesa. Está sola, concentrada en su computadora. Me acerco a ella, caminando entre la estantería. Me paro a un metro de distancia y la observo. Como siempre, viste un vestido que la hace lucir todavía más adorable, es de color blanco con lunares rojos. Siempre lleva rojo. Como el de la pasión. Mi favorito. Su ceño se frunce.

─Hasta que por fin llegas, David─ dice.

─¿Cómo sabes que soy yo? ─ me siento frente a ella.

─Reconozco los olores después de compartir un tiempo con las personas─ explica. Sus mejillas toman el color de los lunares de su vestido.

─¿A qué huelo? ─ pregunto con coquetería y una sonrisa escapándose de mis labios.

─A perfume de pino, cigarrillo y algo más─ susurra.

─¿Algo más? ─ alzo una ceja. Sueno intrigado.

─Mmm─ me mira a la cara. Sus ojos siempre caen en mi rostro─ Todos tienen un olor personal, ese es el algo más─ acomoda su cabellos detrás de su oreja─ Necesito que leas lo que llevo escrito y me des tu opinión─.

Me cambio de silla a una que esté a su lado. Comienzo a leer cada palabra. Quito algunas cosas y agrego otras.

─Hacemos un gran equipo, morena─ le devuelvo su computador.

─Sé que quizás mi aspecto no tenga nada que ver con mi nombre, pero mi madre me puso así y a mí me gusta─ acomoda su cabello detrás de su oreja. ¿Qué?

─¿De qué hablas? ─ la miro confundido.

─De mi nombre─ murmura─ Siempre me dices morena─ sus mejillas se encienden poco a poco.

─¿Crees que no me gusta tu nombre? ─ mi ceño se frunce. ¿De qué habla?

─Una vez una persona me comenzó a llamar de otra forma porque mi nombre no le gustaba─ hace una pausa, con la duda reluciendo en sus ojos─ Porque decía que por más que me dijera Belle, mi rostro no cambiaría, sería siempre...fea─ vuelve a acomodar su cabello─ Y de verdad entiendo que no le encuentres sentido a mi nombre, pero a mí me gusta y considero que el exterior no lo es todo─ concluye en un susurro.

¿Quién fue ese ser tan desagradable? Belle es guapa, muy guapa, ya lo he dicho antes.

─No necesitas que nadie te diga que eres preciosa para que tu rostro cambie, porque no lo necesita─ tomo su barbilla y sus ojos se inyectan en los mío─ Eres hermosa, Belle─ le sonrío. El rojo en su rostro ha tomado el control─ Tu nombre le da la razón a tu rostro, que no te quepan dudas de eso─ la suelto. De inmediato baja su rostro, mirando hacia el suelo.

─¿Y por qué no me llamas por mi nombre? ─ insiste.

─No lo sé─ me encojo de hombros─ Tengo la costumbre de ponerle apodos a todas las mujeres, es más fácil que recordar los nombres─.

─¿Podrías intentar recordar el mío? ─ me mira.

─Creo que el tuyo es el único que recuerdo siempre─ sonrío─ Tu rostro me lo recuerda─.

Ella sonríe.

─Gracias─ dice sin dejar de mirarme─ Sé que este tipo de cosas no te gustan, pero de verdad que necesitaba explicarte que no te corregía mi nombre porque me creo la mujer más hermosa del mundo y necesito que me lo digan a través de mi nombre, sino porque es muy especial para mí─.

─No te preocupes, Belle─ doy un pequeño golpe en su nariz con mi dedo índice. Se encoge al sentir el repentino toque. Luego sonríe y vuelve a poner su atención en el ensayo.

Pasan los segundos, minutos, horas. Belle se estira en su lugar y yo copio su gesto.

─No puedo más─ bostezo─ Juro que mi cerebro se ha quedado sin ideas─.

Ella ríe.

─Y aún nos quedan dos hojas para completar─ rasca su cabeza. Y da un sorbo al café que fui a comprar hace un rato.

─Tomémonos un descanso─ propongo. Ella asiente.

─¿Puedo hacerte una pregunta? ─ da otro sorbo. Yo asiento. A veces soy imbécil.

─Sí─ suspiro.

─¿Cuando fuimos al café dije o hice algo que te molestó? ─.

En cuanto hace la pregunta, me arrepiento de haberle dicho que sí.

─No─ respondo. Ella espera a que agregue algo más, pero no lo hago. El silencio incómodo llega a interponerse entre nosotros. Debería irme.

─No quise incomodarte, David─ dice con suavidad, la morena─ Te pido disculpas si algo no te pareció aquel día, mis intenciones están lejos de dañarte a ti o a otra persona─ su mirada está fija en el vaso entre sus manos.

─He dicho que no fuiste tú, ni Violeta, ni Matt─ digo molesto─ No quiero seguir hablando de eso─.

─¿De qué te gustaría hablar? ─ suena como la psicóloga que tuve a los quince años. La aberración está surgiendo desde mi interior.

─De por qué te comportas como una chica capaz de ponerse en el lugar de todos siendo tan dulce y amable, si tu autoestima está por los suelos, eres ciega y dependes todo el tiempo de tu hermana a quien le absorbes la vida cada día─ bramo. Siento mi corazón latir en mi garganta. La furia ardiendo por todo mi cuerpo. Sin mirarme, Belle responde.

─Porque soy capaz de ver más allá de mi misma─ la seguridad en su voz me desconcierta. Cualquier otra chica me hubiese gritado y golpeado, para luego llorar desconsoladamente.

Mi celular vibra en mi bolsillo. Lo saco y leo.

"Aún estás a tiempo de llegar, guapo"-La de turno.

─Debo irme─ digo. Me pongo de pie y me marcho.

Ahora, más que nunca, necesito distraerme. Disfrutar de una noche de placer.

Al salir de la universidad está oscuro. ¿Cuánto tiempo estuve encerrado en la biblioteca? ¿Qué hora es? 21:45 marca mi reloj de pulsera.

Debo apurarme si quiero llegar a mi encuentro con la rubia de piernas largas.    

Sólo Siente [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora