Regalos

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El desayuno y el almuerzo pasó en un abrir y cerrar de ojos.

No he parado de trabajar durante toda la mañana y la tarde. Tanto ha sido el trabajo que no he tenido tiempo de hablar con Isidora, ni de pedirle disculpas a Violeta por comportarme como un imbécil.

Aunque debo agradecer mi jornada laboral, ya que he podido intercambiar más palabras aparte de un sí o un no con el padre de las Miller. Ya no le temo tanto.

Además, he vuelto a sentir el cariño maternal después de muchos años a través de Amelie, quien cada vez que tiene una oportunidad, me abraza o acaricia mi mejilla, o simplemente, me dedica palabras cariñosas. Es una mujer muy dulce y creo que siento envidia de Belle y Violeta.

Estoy terminando de vaciar el chocolate caliente en las tazas para luego ponerles malvaviscos cuando Matt entra en la cocina. Está agitado y molesto.

─¿Estás bien? ─ le pregunto a la vez que abro una bolsa de esas cosas blandas y dulces.

─¿Eh? ─ su mirada está perdida. Luce muy confundido.

─Te pregunto si estás bien─ repito. Dejo caer cinco malvaviscos pequeños en cada taza.

─Sí...yo...─ frunce el ceño. Sus mejillas se vuelven rojas.

─¿Me ayudas? ─ le digo para no seguir torturándolo con lo que sea que le sucede.

Él asiente y comienza a hacer lo mismo que yo.

─Ustedes son los mejores ayudantes de la vida─ entra una sonriente Violeta─ Justo venía a preparar el chocolate caliente, pero se me adelantaron─ suspira.

─Lle-llevaré la bandeja al salón─ dice mi amigo con voz nerviosa.

─Tranquilo, yo la llevo─ la quito de sus manos─ Tú sigue preparando el resto con Violeta─ giro en dirección a la puerta─ Por cierto Violeta, te pido disculpas por haberme enfadado hace un rato─.

Ella me mira y sonríe. Luego se encoge de hombros.

─No fue nada. Sé que a veces puedo ser un poco intensa─.

─¿Un poco? ─murmura mi amigo. La rubia y yo lo miramos.

Matt alza la mirada y su rostro se vuelve rojo. Al parecer Matt no quería decir aquello en voz alta.

─Creo que me retiraré─ sonrío─ No quiero ser testigo de la muerte de mi amigo─ dicho eso me voy de la cocina.

En cuanto entro al salón, en donde está puesto el árbol de navidad con cientos de regalos bajo él, busco de inmediato con la mirada a Isidora. Ella está jugando con dos niños, luce tímida y un poco insegura, pero lo intenta. Sonrío.

Comienzo a ofrecer chocolate caliente, el que en realidad no está tan caliente, ya que es para los niños. Las sonrisas enormes que me dedica cada pequeño cuando ven las tazas con ese líquido dulce, acompañado de los malvaviscos, hace que mi corazón de un vuelco y la felicidad recorra cada rincón de mi ser.

Quiero que ellos tengan la felicidad que yo no logré tener.

Alzo mi mirada para seguir mi camino y veo a Belle. Está riendo fuertemente. Su despreocupación al hacerlo me contagia y quiero reír también. Hasta que me doy cuenta que el causante de esas carcajadas es Bill. Mi estómago se contrae y mis mandíbulas se cierran hasta que mis dientes crujen. Él está tan cerca de ella, preocupándose de que se sienta cómoda y atendida.

Mis pies me traicionan y caminan en aquella dirección.

─Hola guapa─ la saludo. Belle alza su cabeza en mi dirección y Bill me dedica una mirada asesina.

Sólo Siente [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora