Enmendando errores

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La rubia está de pie en la entrada de la universidad. Pareciera que esperara a alguien. Me acerco a ella y al verme me sonríe. Frunzo mi ceño, es la primera sonrisa que me dedica desde que la conozco.

─¿Esperas a alguien? ─ le sonrío de vuelta. Ella cruza sus brazos por encima de su pecho, a la vez que alza una ceja.

─Depende─ dice y en su voz noto la coquetería.

─¿De qué? ─ doy un paso hacia la rubia que no se inmuta ante mi cercanía. Si tan solo ella o yo diéramos un solo paso, nuestros cuerpos chocarían.

─De si me dejarás por ese alguien─ hace un puchero con su labio inferior. Sonrío ante su gesto y justo en ese momento veo que la morena se acerca, a paso lento, pero segura en su caminar. En sus manos lleva una bola de cristal que brilla, alumbrando en todas direcciones. Puedo notar que el tacto de sus manos con la bola es suave, delicado. Y de pronto ya no quiero estar tan cerca de la rubia, quiero acercarme a la morena y ayudarla. No quiero que tropiece y quiebre aquel objeto que lleva con tanto cuidado. No quiero que le haga daño, ni que se dañe ella.

Doy un paso hacia la morena de ojos chocolate, pero la rubia me sostiene del brazo.

─Aquí está lo que quieres y allá lo que temes─ me susurra.

Abro mis ojos sobresaltado ante el sonido de mi celular.

¿Qué rayos fue eso?

─¿Bueno? ─ digo al contestar─ ¿Hay alguien ahí? ─ insisto. Nadie contesta. Miro la pantalla del celular y aparece una notificación. Eran un mensaje, no una llamada. Niego con diversión ante la confusión.

"Te quedan 20 minutos para llegar, sino, serás hombre muerto"-Matt.

Emito una serie de improperios mientras me pongo de pie para bañarme, vestirme e irme a la universidad. Todo ello me toma diez minutos, más cinco de viaje. Dejo mi amada moto estacionada en el lugar correspondiente y emprendo mi camino hacia el interior de este horroroso lugar.

─¡Amorcito! ─ escucho un grito a mis espaldas. Frunzo el ceño porque la voz es extraña. Me giro y me encuentro de sopetón con Matt, con quien termino golpeando mi cabeza contra la suya, ante la repentina parada en mi andar.

─¡Diablos, Matt! ─ sobo mi frente.

─¡Es tú culpa, cabezón! ─ me reclama y, al igual que yo, soba su frente. De seguro nos quedará un chichón.

─Ya, ya─ digo y luego comienzo a reírme. Matt se une a mi risa, hasta que nos detenemos solo por el dolor en nuestras costillas.

─Tienes la cabeza de fierro, maldito animal─ dice tras calmar sus carcajadas.

─Y tú no te quedas atrás─ vuelvo a sobarme el golpe.

─Hermano, pensé que habías muerto ayer─ me mira con preocupación─ Después del incidente con Belle, te desapareciste, no contestaste mis llamadas, fui a tu casa, pero nadie me abrió ¿dónde te metiste? ─ dice con reproche.

─Fui a todas las clases, hermano─ lo miro con suficiencia─ Tú no apareciste a ninguna de ellas. Luego me fui a casa y dormí hasta que me enviaste ese estúpido mensaje, que por cierto, interrumpió uno de los sueños más raros que he tenido en mi vida─ digo al recordar el sueño que tuve con la morena y la rubia.

─Mamá me llamó porque necesitaba ayuda en un par de cosas de la casa, intenté avisarte, pero como ya te dije, no contestabas mis llamadas─ me mira y sé que he despertado la curiosidad en él, por el tono de su voz─ Ahora cuéntame ese sueño, solo te voy a pedir que omitas los detalles sucios. ─ sube y baja sus cejas.

Sólo Siente [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora