Aun hay algo 10

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Estaba mirando el corazón falso, pensando lo mucho en que me costó llegar hasta acá como para arruinarlo por estupideces.

Practiqué varias veces y en todas las ocasiones maté a mi paciente, lo que no esperaba para nada porque no era de las cirugías más difíciles del mundo.

Terminé derrotado y guardando todo, además, cancelé mi cita con Gigi para quedarme en urgencias por si me necesitaban.

—¿Vas a pasar la noche acá? — preguntó el jefe cuando me vio leyendo las fichas de los ingresados.

—No tengo panorama y prefiero usar mi tiempo acá. —respondí.

—Está bien, pero sin excederse. —aconsejó y le cerré un ojo.

Trabajé en cosas sin demasiada importancia hasta las tres de la mañana, luego me fui a dormir unas horas, desperté a las siete de la mañana, fui hasta la ducha y regresé a trabajar, era lo que necesitaba en este momento.

—¿Pasaste la noche acá? —me dijo Eugenia sorprendida cuando llegó. Estábamos casi todos en la sala. —Tengo que hacer las rondas de Shay —la miré y solamente asentí. —¿Te pasa algo?

—No, quería una noche de urgencias y pensé que sería divertido, pero no pasó nada del otro mundo y estuve cosiendo puntos hasta las tres de la mañana. —sonrió. —Aunque puedo decir que a esa hora ponen el mejor café y las mejores galletas en las salitas de descanso. —ella soltó una risa. —¿Por qué insistes con los niños?

—Porque si el niño llorón no mejora tenemos que llevarlo a cirugía y es mi paciente, no puedo dejarlo. —moví la cabeza no muy convencido. —Okay, odio a los niños pero tampoco soy un diablo... ¿o sí? —me reí inmediatamente. —Peter, pienso que es una de las cirugías más complejas, nadie se da cuenta, pero tenemos opciones de ver absolutamente todo, sumandole que son mini humanos y eso lo vuelve muchísimo más complicado. —asentí escuchandola. —Tengo que aprovechar este momento hasta que Gastón se de cuenta que llevo mucho tiempo y me saque.

—Ustedes dos, conmigo. —dijo Gastón señalandonos. —Sólo te vas con Shay si Darwin necesita cirugía. —Eugenia maldijo en voz alta y Gastón la miró como si del demonio se tratase. —¿Tienes algo para decirme?

—Ha sido sólo un pensamiento maravilloso en voz alta. —respondió la china. Era insoportable y la amaba. Gastón optó por ignorarla.

—Diego y Baró con Shay, Bella junto con Tincho a cardiología y Lali con Vázquez. —prosiguió.

—Uh loco, Lalito Day tenía que ser hoy. —quién más que el desubicado de Tincho podía decir algo así.

Automáticamente todos nos quedamos en silencio y el ambiente se tensó.

—¿Tienen la maldita idea de cuán afortunados son ustedes de estar en este lugar? —nos preguntó Gastón muy molesto. Es un poco extraño verlo enojado. —¿Tienen idea de las personas que quedaron fuera y que se mueren por estar acá? —todos seguíamos en silencio. —¡ESTÁN COMENZANDO! ¡ASÍ QUE NO TIENEN EL DERECHO A ELEGIR ABSOLUTAMENTE NADA! —nos gritó, todos estábamos alrededor de él. Definitivamente jamás lo habíamos visto de esta manera. —Ninguno de ustedes es dueño de la especialidad. —nos señalaba. —Y todos tienen que aprender de absolutamente todos los profesionales que están acá, aprovechen que son los mejores, después estarán muy arrepentidos de saber curar corazones y no quitar apéndices. No quieran correr sin saber caminar.

—¿Por qué un cardiólogo querría quitar un apéndice? —preguntó Eugenia con una sonrisa.

La China es increíble, está cavando su propia tumba sin temor al éxito.

Aún hay algoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora