Aun hay algo 61

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No dormí demasiado porque Peter se la pasó sobresaltandose toda la noche a pesar de la pastilla que le di para tranquilizarlo, estaba muy preocupada porque esta situación, es una locura que no entendía cómo manejar; sobre todo por lo delicado.
Al dia siguiente estaba completamente silencioso, yo lo miraba y acariciaba sin decir absolutamente nada.

Llegamos juntos al hospital y él se fue a hablar con nuestro jefe; yo busqué a Santiago.

—¿Estás en mi servicio? —preguntó sorprendido.

—Buenos días —dije sentandome a su lado—-. No, no estoy en tu servicio. Vengo para conversar contigo —soltó una sonrisa para luego minimizar los análisis que estaba mirando en el computador y llevó su atención hacia mi—. Necesito que por la confianza y el cariño que alguna vez tuvimos me prometas que lo que te diré quedará entre nosotros

—Me estas asustando —respondió cambiando de expresión inmediatamente— ¿Qué pasó?

—Se trata de Peter. —dije y soltó una sonrisa nuevamente.

—¿Me vas a pedir un consejo de amor? —preguntó.

—Eres la persona que pasa más tiempo con Peter en este hospital, Santiago. Me ha dicho las increíbles cosas que hicieron junto en este último tiempo y ahora necesito pedirte un favor. —dije, levantó las cejas y comenzó a reírse.

—Alto. Dra. Esposito, ¿Tienes idea de lo poco profesional que es esta situación? A mi me parece que a veces te olvidas que soy tu profesor además de tu jefe, no puedes venir a mi oficina a pedirme favores —agregó—. Todo bien con lo que pasó entre nosotros, pero no somos amigos y no tenemos más esa confianza para que...

—Santiago, cállate y escucha. Si no fuese tan importante creeme que jamás te diría esto a ti —lo interrumpí con seguridad— El hombre que mató a la mamá de Peter está en este hospital —solté, su expresión de molestia y soberbia cambió inmediatamente a sorpresa absoluta.

—¿Su papá? —preguntó y asentí— La puta madre —murmuró mientras se tomaba la cabeza— ¿Cómo está?

—Mal —respondí triste—. Hay una sola cosa capaz de ponerlo en otro lugar y creo que es el corazón, él ama tanto aprender y hacer cosas nuevas que pienso que es la única manera de sacarlo por un tiempo de todo lo que está pasando. Por favor, ayudame. Ayudalo como tu alumno, Santi.

—¿Piensas que está en condiciones de entrar al quirófano? —preguntó preocupado— ¿Quieres que hable con él?

—Si no lo ves en condiciones de entrar obviamente lo voy a entender —agregué—. Si se entera que te dije algo se enojará demasiado conmigo —dije triste y él asintió—. Por favor, no lo hagas, yo sé que no me debes absolutamente nada, muy por el contrario; pero también sé que puedo confiar en ti.

—Cuenta con eso —respondió en shock y suspiré de alivio—. No imagino lo duro que debe ser para él toda esta situación. Se me pone toda la piel de gallina con tan solo pensarlo. No te preocupes yo me encargo.

—Gracias, Santi —le di un abrazo y me puse de pie—. De verdad significa mucho para mi.

Entonces salí de esa oficina victoriosa. Eugenia estaba sentada en el mesón y me miró con los ojos chinos, pero en el fondo entendía todo lo que estaba pasando. Peter apareció por el pasillo, me dió un tibio abrazo, luego me miró por algunos segundos en silencio y detenidamente.

—Voy a pasar la tarde acá, pero no entraré al quirófano. El abogado me llamó hace un rato, le envié todos los antecedentes y ahora sólo necesito que no se muera —me platicó, le di un besito delicado en el mentón y soltó una sonrisa—. Nunca me había sentido como ayer, fueron demasiadas emociones juntas.

Aún hay algoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora