Aun hay algo 11

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Lali se quedó conmigo en la sala de espera por varios minutos sin decir nada, mientras tanto, la asistente social nos informaba que una tía del pequeño Nick se acababa de subir a un avión y estaría acá en tres horas más.

Por lo menos no era él solo contra el mundo.

Sentí como Lali se ponía de pie, me tomaba del brazo, abrí los ojos y la miré.

—¿Dónde vamos? —pregunté, Lali me llevó del brazo hacia el ascensor. —No deberíamos dejarlo solo, le prometí que lo acompañaría y lo mantendría informado sobre su mamá. —no me respondió, pero cuando apretó el quinto piso entendí. Luego caminamos hasta las escaleras y salimos a la azotea. Cerré los ojos y aproveché ese viento fuerte para liberarme un poco. Suspiré y Lali seguía en silencio, aún abrazada de mi brazo. —Qué vergüenza todo lo que pasó en el quirofano, tu novio estaba muy enojado conmigo y ahora arruiné todo lo que construí en meses. —dije con los ojos cerrados. —Ahora soy un niñito llorón con miedo

—¿Vergüenza? —dijo ella algo extrañada. —Se necesitan muchos huevos para pararse al frente de un paciente que vivió lo mismo que tu madre y se necesita mucho más coraje para seguir después de todo lo que pasaste. —agregó con la voz quebrada. —Ninguno de ellos sabe tu historia.

—No puedo ponerme así cada vez que llegue una mujer víctima de la violencia. —dije respirando con algo de dificultad. Ni el aire me ayudaba. —No sirvo de esa manera, Lali.

—No seas así de duro contigo, Peter. —me interrumpió. —Tienes todo el derecho a sufrir y sentir lo que está pasando. —me soltó y se paró frente a mi. Abrí los ojos para mirarla. —Somos personas, no somos robots de las cirugías y eso deberías de entenderlo. Ni siquiera viví todo lo que tú tuviste que pasar y tengo la piel de gallina. —me mostró los brazos y ni miré, mi mirada estaba conectada con la suya. —No puedo imaginar lo que sientes ahora, pero aún así me duele.

Me estoy ahogando.

—No... no puedo ni respirar bien. —dije con dificultad. No quería llorar, hasta que rompí fuerte en llanto como un bebé. Caí en sus brazos y me atrapó en ellos. Ella estuvo ahí para contenerme por varios minutos, pero no podía parar de llorar y era aterrador. Hace mucho tiempo no tenía una crisis como esta. —Estoy tratando de poner la mente en otro lugar pero luego me veo en ese sillón con ella. —murmuré aún en sus brazos. Estábamos en el suelo ahora. —¡Ese niño llamó a una ambulancia! Estudié por mucho tiempo las maneras en las que pude haber salvado a mi madre.

—Era imposible. —acariciaba mi brazo. —Tú y yo lo sabemos, tenía daños irreversibles.

—¿Y si llamaba? —me aparté para mirarla y ella llevó sus manos a mi cara para limpiar mis lágrimas. —La autopsia dice eso pero... ¿Qué pasa si llegaba acá a tiempo? —bajó la mirada. —¿Nunca lo pensaste? Si tan solo no hubiese perdido el tiempo... después la perdí para siempre y por mi culpa.

—¡HEY! —levantó la mirada de golpe y me gritó fuerte. —Tenías tan sólo ocho años, no puedes culparte por algo que hizo el hijo de puta de tu padre, eras un niñito inocente... tú no tuviste la culpa de nada y si tienes que llorar hazlo. No eres un niñito llorón, eres el hombre más fuerte que conozco y todos lo días te admiro mucho por eso. —murmuró y sonreí mientras ella me limpiaba las lágrimas. —¿Quieres quedarte acá o regresamos para ver si hay novedades? —preguntó.

—No, voy a bajar para ver cómo sigue. —suspiré nuevamente y caminamos juntos al ascensor en silencio. —La... —me detuve. —Gracias. —quería decir que el agradecerle no era solamente por lo que hizo hoy por mi, era en general, porque si no fuese por ella... yo estaría derrumbado en algún lugar de la ciudad. —De verdad, muchas gracias.

Aún hay algoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora